LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Tierra de nadie
LA VERSION 39 de la Muestra Internacional de Cine se inicia
hoy en la Cineteca Nacional y de manera escalonada en 20 plazas de la zona
metropolitana, con la proyección de Tierra de nadie (No
man's land), del realizador bosnio Danis Tanovic, coproducción
de Bélgica, Francia, Inglaterra, Italia, Eslovenia y Bosnia-Herzegovina.
La cinta, premiada en Cannes el año pasado por la originalidad de
su guión, recibió también el Oscar a la mejor película
en lengua extranjera, desplazando sorpresivamente a la favorita Amélie,
de Jean Pierre Jeunet.
HACE APENAS UNA semana Sarajevo recordaba el décimo
aniversario del comienzo de la guerra en los Balcanes. El 6 de abril de
1992, francotiradores de Milosevic disparaban sobre una multitud de nacionalistas
bosnios; sobrevino luego el asedio del ejército serbio durante más
de tres años y la muerte en Sarajevo de 12 mil civiles; y en el
conjunto de Bosnia, de 200 mil personas, según cálculos conservadores.
El horror de una cruzada de purificación étnica y de la lucha
fratricida que se extendió a lo largo de los años noventa
es el fondo de la portentosa parábola que hoy ofrece el documentalista
y publicista Tanovic, de 33 años, en este relato de ficción
tan cercano a un teatralizado juego de masacre.
CONSIDERESE EL ARGUMENTO: tres personajes casi becketianos
quedan atrapados entre dos líneas enemigas, entre la milicia serbia
y sus contrincantes bosnios. La época es 1993 y el territorio un
terreno baldío como metáfora de esa gran tierra de nadie
que es hoy, como entonces, la ex república yugoslava.
AL ENFRENTAMIENTO clásico de los dos sobrevivientes
de una escaramuza, se añade un absurdo estupendo: un bosnio dado
por muerto recobra los sentidos sólo para descubrirse tendido sobre
una mina explosiva, lista para activarse al primer movimiento suyo. Dos
milicianos enemigos se ven así obligados a la reconciliación
forzada y a la prudencia por la sola presencia de un accidental hombre-bomba.
Esta situación tragicómica, que bien podría darse
en cualquier escenario bélico, incluso a las puertas de Jerusalén,
hoy día, es el pretexto para una gran farsa al estilo del Kubrick
de Doctor Insólito (¿o cómo aprendí
a convivir con la bomba?), o del Billy Wilder de Uno, dos, tres.
LA IRONIA DE Tanovic no deja indemne a ninguno de los
bandos en combate ni a la nube de reporteros que se aproximan al reality
show espontáneo (¿estallará la bomba? ¿se
reconciliarán los sobrevivientes? ¿se tendrá la primicia
de la nota, el primer plano irresistible?), ni siquiera a los cascos
azules de la Organización de las Naciones Unidas, con sus burócratas
militares más atentos al cálculo político que a su
pretendida misión humanitaria. Mientras tanto, los demás
combatientes aguardan indolentes el desenlace del drama; incluso se dan
el lujo de sorprenderse con la actualidad internacional en los diarios
(''¡Un desastre en Ruanda!", exclama uno de ellos, vagamente atribulado).
Al caos imperante se añade la confusión de lenguas, la Babel
en la tierra de nadie: inglés, francés, bosnio e incluso
el alemán del experto desactivador de minas, infalible siempre ''excepto
a la hora de elegir su oficio".
UNO A UNO se suceden los gags en esta comedia sorprendente
y jamás se diluye la perspectiva crítica del propio Tanovic,
cronista y sobreviviente del conflicto. Una visión áspera
y a la vez regocijada. Un buen arranque para la Muestra.