Emiliano Zapata fue el hombre más limpio de la Revolución, señala
Mauricio Ramírez Cerón, cronista en primera fila de la historia del zapatismo
A los 14 años de edad ingresó como espía del Ejército Libertador del Sur
Parte de sus vivencias se incluyen en un documental que se exhibirá en la Cineteca
ARTURO GARCIA HERNANDEZ ENVIADO
Tilzapote, Mor. Una noche de febrero de 1918 el general Emiliano Zapata asistió a un baile en Tilzapote, pequeño poblado de Morelos en los límites con Guerrero. Estaba solo, sentado en un banco cuando se le aproximó un adolescente.
-Mi general -dijo.
-ƑQué te pasa, muchacho? -preguntó el caudillo.
-Quiero que me dé usted un arma para ir a pelear a su lado.
-Estás muy chamaco. ƑCuántos años tienes?
-Ya tengo 14 años.
-No. Eres muy chico.
Zapata cedió ante la insistente convicción mostrada por el niño.
-Bueno -aceptó por fin-, ve a Jojutla a buscar al general Lorenzo Vázquez para que te dé una orientación de en qué le puedes servir.
Tiempo después el muchacho fue a Jojutla y se entrevistó con el general Vázquez. Luego de pensarlo, éste le dijo: ''Mira, como estás muy chamaco te puedes meter donde quiera. Vamos a darte una comisión de espía. Por lo pronto vas a ir a Buenavista a ver quiénes se han levantado en armas con los carrancistas, quiénes son los jefes de plaza, quiénes son los voluntarios, cómo van armados si tienen suficiente parque".
Así se integró Mauricio Ramírez Cerón al Ejército Libertador del Sur. Aquel niño hoy tiene 98 años y conserva intactos el entusiasmo y la pasión: ''Me siento orgulloso de haber servido a un hombre como el general Zapata, el hombre más limpio de la Revolución. Por eso seré zapatista hasta el último día de mi vida".
Contra la tiranía
Don Mauricio comparte recuerdos con La Jornada en el mismo lugar que ocupaba la casa donde nació. Por supuesto que ya no es la misma, pero se enorgullece de haber permanecido en el mismo sitio. Porque el pueblo ya no está donde estaba. Fue desplazado por una pequeña y apacible presa rodeada de colinas. Desde una terraza que domina el paisaje, don Mauricio señala el paraje y ratifica: ''Nací aquí en 1904. Cuando estalló la Revolución tenía yo siete años. Estaba chico pero me daba cuenta porque tenía escuela y los míos, es decir, mis mayores, me habían platicado que iba a haber una revolución y cuáles eran los principios de Madero cuando se levantó. Porque en ese tiempo había una tiranía. Un pobre cañero o un jornalero de hacienda ganaban 37 centavos trabajando de sol a sol. Entonces, cuando vino por aquí el general Zapata, yo ya tenía escuela".
Al ser aceptado como espía, Mauricio no tenía más equipo que su calzón, su camisa de manta, su sombrero de palma, sus huaraches, un bule para el agua, un machete para las culebras, una servilleta para tortillas y tortillas. Era su camuflaje. Si alguien llegaba a detenerlo diría que iba por tortillas: ''A nadie le comenté nada y así me fui el primer día a Buenavista, a tirarme en la sombra entre los carrancistas. Así fui sirviendo al Ejército Libertador del Sur. Fui con voluntad. Sabía que si me agarraban, no diría nada aunque me mataran".
Mauricio Ramírez Cerón es uno de los últimos sobrevivientes del Ejército Libertador del Sur. Parte de sus experiencias también han sido registradas en el documental Los últimos zapatistas. Héroes olvidados, de Francesco Taboada y Sarah Perrig, que se exhibirá en la Cineteca Nacional a partir del 17 de abril. En el momento de realizar ese filme, Taboada y Perrig lograron entrevistar a 12 zapatistas, de los cuales en la actualidad sólo sobreviven cuatro.
Aunque parte de los hechos que recuerda Ramírez Cerón ya están en los libros, es fascinante oírlos de boca de alguien que fue protagonista y testigo. Cuando habla, la mirada se le ilumina de tal forma que pareciera que los hechos estuvieran ocurriendo en ese momento, frente a sus ojos. Un cronista de la historia en primera fila.
Un hombre entero, no un bandido
Todo conflicto armado implica un riesgo constante. Quienes voluntariamente participan en él lo saben y lo asumen. Eso no fue tan difícil para Cerón como los días que siguieron al asesinato de Emiliano Zapata: ''Cuando me enteré, sentí una cosa pesada, un sentimiento muy fuerte. Porque en realidad era un buen hombre, un hombre de buenos sentimientos, un hombre entero. No era un bandido. Como había escasez, él compraba ropa y la regalaba; regalaba metros de género; traía frijoles y arroz regalados. Pero cuando murió, muchos que eran zapatistas se voltearon de carrancistas por el pago que les daban cada 15 días; el chivo, le decían. Yo seguí zapatista y me tuve que ir. Me dijo un tío 'vete porque acá andas peligrando'. De ahí nos desbalagamos todos. Yo me fui a Jojutla, Tlalpuyeca, Xochitepec. Así anduve".
Cuando se le pide su opinión sobre el EZLN y el levantamiento indígena en Chiapas, don Mauricio responde sin dudar: ''Estoy de acuerdo con ellos, son hombres de la misma raza que nosotros, defienden a los suyos, que son prietitos y son nuestros compatriotas y son castigados por tanto cacique que hay todavía en Chiapas. Esos hombres tienen toda la razón. Como Zapata. Por eso hoy, sentado en esta silla de ruedas, todavía respondo por el nombre de Zapata, porque quien defiende a los pobres que no se pueden defender es un héroe".