Martí Batres Guadarrama
Presidencialism contra soberanía
Lo dijimos hace meses; lo confirmamos ahora: el presidencialismo no funciona en las condiciones actuales.
Las premisas orgánicas del presidencialismo radican en: 1) un presidente líder de su partido, 2) un partido de Estado, 3) el control del Congreso por el partido de Estado. Las premisas materiales del presidencialismo están en un desarrollo económico de fuerte componente nacional. Ninguna de estas premisas existe ya.
Salinas y Zedillo se encargaron de abusar, cuestionar, desprestigiar y debilitar la tradición presidencial. Fox quiere gobernar con el viejo estilo, como si nada hubiera pasado. ƑQué esperaba? ƑQué cálculos políticos hacía? ƑQué le dicen sus asesores?
Desde el primer minuto de su mandato, el Presidente "del cambio" ha tratado de sobreponer su autoridad por encima del Congreso de la Unión. La forma en que rindió protesta, alterando el texto constitucional para dirigirse a su familia, antes que al Congreso, fue un mensaje suficientemente claro.
Muy poco después, estaría definiendo el tipo de relaciones que establecería con el Congreso al vetar la Ley de Desarrollo Rural. ƑPor qué se asombra el Ejecutivo federal de que el Senado de la República ejerza hoy sus atribuciones constitucionales? El Presidente suspendió el impuesto al consumo de edulcorantes distintos del azúcar de caña. Y la Cámara de Diputados inició una controversia constitucional en contra de dicha decisión. Cada quien ejerce sus facultades, Ƒcuál es el problema? Aquí no hay buenos ni malos. Pero sí hay proyectos y visiones del mundo muy diferentes.
El presidencialismo no funciona, y no sólo por la composición del Congreso. El Presidente ya no es, ni puede ser, ni quiere ser el punto de encuentro de la llamada "unidad nacional". El Presidente no unifica a la nación-Estado a su alrededor. Antes bien, polariza.
El Presidente es una parte, un porcentaje de la nación. Es más, desde 1988, es el representante de la globalización en México y no del Estado mexicano en el mundo.
El Presidente cede derechos mexicanos sobre el agua en el norte del país y arremete contra Cuba para "reafirmar su amistad" con Estados Unidos.
El Presidente avala bombardeos a los países árabes, guarda silencio frente a las decisiones del Poder Judicial de Estados Unidos de cancelar derechos laborales a los migrantes mexicanos.
El Presidente quiere reformas fiscales para obtener grados de inversión de organismos internacionales privados, tiene acuerdos secretos en materia de energéticos con Estados Unidos y Canadá, de los cuales no ha dado cuenta a los mexicanos.
El Presidente ya no es la cúspide del Estado nacional, se encuentra distanciado del Estado nacional mexicano, atrapado y comprometido con una suerte de gobierno mundial.
La reciente resolución del Senado, negándole permiso para salir del país, no sólo fue un gesto de dignidad del Poder Legislativo, sino sobre todo una reivindicación del Estado mexicano y de su soberanía.
Aquí hay un cambio de fondo que no debe pasarse por alto: el centro de la representación del Estado y de la soberanía se desplazó hacia el Congreso.
Es muy reconfortante que ante la enorme debilidad del Ejecutivo, exista un poder del Estado que defienda el interés nacional.
Esto, tan reconfortante, no es, sin embargo, cosa del otro mundo. En Estados Unidos el Poder Judicial ha sido un defensor consistente de los intereses hegemónicos de ese país.
En México, en la nueva era, la soberanía se defiende desde el Congreso.
Esperemos que el Ejecutivo entienda que él no es sino una sola parte del Estado, y por ciento, la menor en la nación mexicana. Esperamos también que el Congreso entienda el tamaño de su responsabilidad, pues está claro que hoy no hay gobierno posible sin él.