TOROS
Fue boxeador, futbolista y novillero antes de iniciar
su carrera en Hollywood
El gringo Budd Boetticher, el mejor realizador
de cine taurino en México
Filmó a Velázquez, Solórzano y
Cagancho Emilio García Riera lo elogió
LUMBRERA CHICO
Después de la Segunda Guerra Mundial, Hollywood
realizó el sueño étnico de Hitler: crear una "raza
superior", formada por hombres y mujeres blancos, rubios, de incomparable
belleza física, invencibles en todos los terrenos. Al aplauso que
la ultraderecha estadunidense brinda hoy a la criminal ofensiva que impulsa
actualmente el gobierno de Israel -a cuyo régimen José Saramago
ha comparado, en plena justicia, con la dictadura de Hitler-, contribuyó
sin duda el racismo del cine de Hollywood. ¿A qué viene este
prólogo, aparentemente fuera de lugar en una página de toros?
A que este espacio no puede sino condenar ardientemente la política
etnocida de George W. Bush y Ariel Sharon contra el pueblo palestino.
De maletilla a cineasta
A
Oscar Manfred von Boetticher, nacido el 29 de julio de 1918 y muerto el
30 de noviembre de 2001 en Estados Unidos, le tocó explorar esa
otra veta del racismo de Hollywood que fueron las cintas de vaqueros contra
indios. Mejor conocido como Budd Boetticher -nos escribe desde Aguascalientes,
el colega y aficionado taurino Gustavo Arturo de Alba, director de la revista
Crisol-, este sorprendente realizador filmó algunos de los mejores
western de la época.
Boetticher, según André Bazin -ideólogo
del grupo de críticos y directores franceses agrupados en la revista
Cahiers
du Cinéma-, es el autor del "mejor western" filmado en
Hollywood después de la guerra: Hombres sin destino (Seven men
from now), que data de 1956, una cinta que no tiene "nada de símbolos
ni de segundas intenciones filosóficas, ni sombra de sicología,
sino, nada más, personajes ultraconvencionales en situaciones archiconocidas
(pero que ofrece) en cambio, una puesta en escena extraordinariamente ingeniosa,
y sobre todo una invención constante en cuanto a los detalles, capaces
de renovar el interés de las situaciones".
Del entusiasta apunte de Bazin, citado por De Alba, se
infiere que Boetticher fue un observador excepcional de la condición
humana, virtud que ratificó tanto en sus numerosas películas
de vaqueros como en Legs Diamond, adaptación de la espléndida
novela de William Kennedy sobre la vida de un famoso gangster que
hizo su dinero gracias al contrabando de alcohol.
No es gratuito que el cine de Boetticher gire en torno
de personajes marginales que luchan por ascender socialmente en un contexto
del todo adverso. Para relatar esas historias terribles, el realizador
contó sin duda con el estímulo de su propia trayectoria autobiográfica.
No olvidemos que, antes de llegar a Hollywood, fue boxeador profesional
y jugador de futbol americano, actividades ambas de las cuales fue rudamente
expulsado a golpes, durísimos golpes por lo demás. Pero amante
de la mala vida y de las dificultades extremas, vino entonces a México,
en los años 30, y pugnó por hacerse torero.
Tiempo de esplendor
Aquellos eran en México años de enorme importancia
en cuanto a la vida taurina del país se refiere. Estaban en el candelero
los grandes -Garza, El Soldado, Armillita, Fermín Rivera-,
y la afición era tan grande que a veces había hasta dos y
tres corridas por semana y la gente dormía frente a las taquillas
de El Toreo de Cuatro Caminos.
Boetticher no logró convertirse en figura pero
aprendió a ver y comprender, como pocos estadunidenses, la esencia
mítica de la lidia, una ventaja que en 1940 le permitió fungir
como asistente de Rouben Mamoulian, director de Sangre y arena. Con
esa equipaje cultural, se integró entonces a Hollywood y debutó
en 1944 como director con One mysterious nigth. Luego hizo una decena
de cintas que él mismo calificaba como "olvidables", pero en 1950
regresa a México y, con dinero y patrocinio de John Wayne, filma
The
bullfigther and the lady, con Robert Stack y Joy Page.
Después de ese relativo éxito -del que Emilio
García Riera destaca "lo bien fotografiadas que están las
escenas taurinas"-, Boetticher inicia el ascenso de su carrera como realizador
de westerns con The Cimarron Kid (1951), Bronco Buster
(1952),
Red ball express (1952), Horizons West (1952),
City beneath
the sea (1953), pero en 1954 vuelve al tema taurino con The magnificent
matador, con Anthony Queen y Maureen O'Hara, en la que subraya el problema
del miedo del torero, y en la que actúan Jesús Solórzano,
Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez
El Volcán de
Aguascalientes, El Ranchero Aguilar, Félix Briones y el gitano
Cagancho.
En los créditos de tan conspicuo elenco, aparece
Carlos Arruza como "asesor taurino" de Boetticher. A propósito de
esa cinta, García Riera -citado por De Alba?, anota que el director,
por presiones de Hollywood tuvo que evitar escenas "delicadas" como la
muerte de los toros y el trabajo de los picadores, pero ello no obstante,
Boetticher cerró la película "con un rollo entero filmado
en el ruedo, y muy bien filmado además" que, añade el crítico,
anunciaba ya "el buen semidocumental" que rodaría años más
tarde con Arruza, logrando el mejor trabajo cinematográfico sobre
la tauromaquia realizado hasta ahora en este país.
De esa película, y de los terribles sacrificios
que tuvo que hacer Boetticher para financiarla, hablaremos en este espacio
dentro de ocho días...