José Cueli
Eloy en Las Ventas
Eloy Cavazos se despedirá de la monumental plaza de Las Ventas en Madrid en cartel de lujo, la próxima Feria de San Isidro. Fue un torero ligero y errante, (sin lugar, ni espíritu) que inspiraba en su constante caminar por las plazas y placitas de toros del mundo, una canción risueña a cada aficionado, gracias a la picaresca de su toreo bullidor y carismático.
Marchó con su tribu y mordió el polvo de las carreteras españolas y de nuestra república. Desfiló en las folclóricas caravanas de los toreros con sus baúles repletos de sonrisas, capotes, muletas, espadas, orejas, y rabos y trajes de torear, y, limas rompe cuernos.
Matador cigarrero, de breve estatura y negros ojos brillantes, la pillería se le escapaba por una herida que le dejara en la cara un negro torito. De cuerpo ágil como serpiente y pies chicos parecía un arco iris en pedazos de rojos colores.
Heredero de los grandes, de Martínez y Lorenzo, se forjó en una pequeña placita de toros de la que su padre era el guardaplaza. El sonido de las fábricas monocorde y cadencioso le dio esa rapidez sin pausa a su toreo de empresas laboriosas que siempre chocó con el público de la México, que gusta del toreo lánguido arrastrador de la muleta por el ruedo y no el industrioso pega pases.
Cavazos trató de compensar su agitado y rápido toreo con su alegre sonrisa. Tenía el encanto que rápido conectaba con los tendidos. Sonrisa que escondía el dolor y el llanto de una vida difícil marcada por el polvo de los caminos que lo nutrieron durante los últimos treinta y tantos años. Encanto que lo lleva a sus cincuenta y tantos años a participar en el máximo cartel de la feria madrileña, mientras, El Zotoluco es desplazado después de dimes y diretes a las corridas duras del final de la feria. Ni hablar, simpatía mata valor torero.