Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 8 de abril de 2002
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Política
Abraham Nuncio

El premio cayó en Monterrey

Hace 30 años éramos unos niños, me dice Gabriel García Márquez. En el MARCO, después de la ceremonia de premiación a varios periodistas por su trabajo y de homenaje a Julio Scherer por su trayectoria, le he recordado, al paso, aquel lejano encuentro en Avignon con motivo del estreno mundial de El tuerto es rey, de Carlos Fuentes, y la conspiración del entonces boom de la literatura latinoamericana para fundar la revista Libre, tan controvertida como fugaz.

Ahora que vuelvo a ver a García Márquez me parece más joven y echao pa' lante. Es el centro de la atención en los eventos promovidos por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que él mismo preside. El patrocinio corre por cuenta de un Medicis mexicano, Lorenzo Zambrano/Cemex.

Julio Scherer, el legendario director de Excélsior y fundador de Proceso, comparte cámaras y flashes con nuestro Nobel colombiano. En su discurso fustiga las deformaciones éticas de los hombres de poder, de los encumbrados, que no soportan la crítica y quieren el ejercicio periodístico a modo.

Carlos Monsiváis, que habló sobre la biografía de periodista apasionado, acosado, pertinaz, valeroso, consistente, libertario y dueño de una seductora prosa periodística, hizo también severos señalamientos sobre los representantes del Ogro Filantrópico con los que Scherer ha tenido que lidiar a lo largo de su caudalosa vida periodística. (Indemnes quedaron los personajes del nuevo Ogro, despojado ya de todo afán "filantrópico", si se recuerda el hostigamiento a Proceso desde Notimex, en el gobierno panista democráticamente electo.) Monsiváis encerró el significado de su apunte biográfico en una frase de otro Julio, Torri: "La historia de los hombres está en su actitud".

Aparte de los premios a trabajos periodísticos escritos y de fotografía y el reconocimiento a Scherer -de sobra merecido-, lo más importante del evento fue el seminario que sostuvieron los periodistas de varios países latinoamericanos. Destacaron los de Brasil y Colombia. El español Joaquín Estefanía, antiguo director del diario El País, y los escritores Sergio Ramírez Mercado y Tomás Eloy Martínez le aportaron un plus a la discusión.

El periodista fue reivindicado como eje de la actividad informativa y de opinión: es el que se compromete -o debe comprometerse-con su oficio, con el lector, con las nuevas realidades necesitadas de erradicación o mejora. Es él quien lucha por conseguir la autonomía profesional indispensable para comunicar los hechos con rigor y sin faltar a sus convicciones frente a los poderes reales y con frecuencia frente a la empresa periodística que lo emplea. Es él quien toma decisiones éticas en un clima conflictivo donde el mercado tiende a contagiar al periodismo de sus recursos: la apariencia sobre la praxis, el entretenimiento y el iconismo como sustitutos de la cultura y el significado profundo de las cosas; estabilidad, eficacia, avance, riqueza, cifras y finanzas esplendentes que ocultan el desequilibrio, la desigualdad social, la fragmentación individual y colectiva. Y donde ese mercado, que se pretende global, es erigido en norma social única y no sólo: como destino final de la humanidad.

Algunos temas, como la defensa del lector, fueron bordeados, pero no se profundizó en ellos.

En un mes tuvieron lugar en Monterrey múltiples eventos internacionales. Aún después de la carrera de automóviles CART, algunos viajeros que venían a participar en la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo fueron a dar a Monterey, California. Para las agencias internacionales de viajes, el Monterrey mexicano no existía (o bien se inclinan más por el jazz que por la velocidad que, como dijo Oscar Wilde, a nadie hace más inteligente). Fue luego una reunión internacional de alcaldes y finalmente la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, que se inició casi de manera simultánea al evento de la Fundación Nuevo Periodismo.

Una pinza irónica ciñó a Monterrey y sus alrededores en la que no sé si hayan pensado los organizadores de la fundación de Gabo: los brasileños Claudio Cerri y Ernesto de Souza, de O Globo Rural, ganadores del premio en el género de texto, escribieron un reportaje titulado Un río en busca de un país. El deterioro ecológico del río brasileño San Francisco, simbólico en muchos sentidos, ha traído por consecuencia una destrucción anímica, cultural y social. ¿Por qué premiar a unos periodistas que se ocupan de tales temas en una ciudad que tiene 95 por ciento de déficit de áreas verdes, 76 industrias altamente tóxicas (una de ellas la tercera en destrucción de la capa de ozono), ciudadanos en pie de lucha porque al Parque Fundidora o al Parque Nacional Cumbres o a lugares como la Estanzuela los sacrifican, siendo espacios públicos, en favor de negocios privados, y cuyos municipios aledaños han sido envenenados por la contaminación de basura y desechos industriales que infectan la tierra, el agua, los seres vivos?

El otro brazo de la pinza: los premios de Nuevo Periodismo se otorgan en una ciudad donde no se han desarrollado los géneros periodísticos, donde la censura viene en muchos casos desde dentro, donde el rumor, el amarillismo y la mala prosa le disputan terreno con ventaja a la información documentada, al doble punto de vista, a la narración pulida.

El seminario mismo ironizó: fue a puertas cerradas, como si la voz de los periodistas, que se definieron por fortalecer el ámbito público, hubieran sido privatizadas.

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