Abraham Nuncio
El premio cayó en Monterrey
Hace 30 años éramos unos niños, me
dice Gabriel García Márquez. En el MARCO, después
de la ceremonia de premiación a varios periodistas por su trabajo
y de homenaje a Julio Scherer por su trayectoria, le he recordado, al paso,
aquel lejano encuentro en Avignon con motivo del estreno mundial de El
tuerto es rey, de Carlos Fuentes, y la conspiración del entonces
boom de la literatura latinoamericana para fundar la revista Libre,
tan controvertida como fugaz.
Ahora que vuelvo a ver a García Márquez
me parece más joven y echao pa' lante. Es el centro de la atención
en los eventos promovidos por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano
que él mismo preside. El patrocinio corre por cuenta de un Medicis
mexicano, Lorenzo Zambrano/Cemex.
Julio Scherer, el legendario director de Excélsior
y fundador de Proceso, comparte cámaras y flashes con nuestro
Nobel colombiano. En su discurso fustiga las deformaciones éticas
de los hombres de poder, de los encumbrados, que no soportan la crítica
y quieren el ejercicio periodístico a modo.
Carlos Monsiváis, que habló sobre la biografía
de periodista apasionado, acosado, pertinaz, valeroso, consistente, libertario
y dueño de una seductora prosa periodística, hizo también
severos señalamientos sobre los representantes del Ogro Filantrópico
con los que Scherer ha tenido que lidiar a lo largo de su caudalosa vida
periodística. (Indemnes quedaron los personajes del nuevo Ogro,
despojado ya de todo afán "filantrópico", si se recuerda
el hostigamiento a Proceso desde Notimex, en el gobierno panista
democráticamente electo.) Monsiváis encerró el significado
de su apunte biográfico en una frase de otro Julio, Torri: "La historia
de los hombres está en su actitud".
Aparte de los premios a trabajos periodísticos
escritos y de fotografía y el reconocimiento a Scherer -de sobra
merecido-, lo más importante del evento fue el seminario que sostuvieron
los periodistas de varios países latinoamericanos. Destacaron los
de Brasil y Colombia. El español Joaquín Estefanía,
antiguo director del diario El País, y los escritores Sergio
Ramírez Mercado y Tomás Eloy Martínez le aportaron
un plus a la discusión.
El periodista fue reivindicado como eje de la actividad
informativa y de opinión: es el que se compromete -o debe comprometerse-con
su oficio, con el lector, con las nuevas realidades necesitadas de erradicación
o mejora. Es él quien lucha por conseguir la autonomía profesional
indispensable para comunicar los hechos con rigor y sin faltar a sus convicciones
frente a los poderes reales y con frecuencia frente a la empresa periodística
que lo emplea. Es él quien toma decisiones éticas en un clima
conflictivo donde el mercado tiende a contagiar al periodismo de sus recursos:
la apariencia sobre la praxis, el entretenimiento y el iconismo como sustitutos
de la cultura y el significado profundo de las cosas; estabilidad, eficacia,
avance, riqueza, cifras y finanzas esplendentes que ocultan el desequilibrio,
la desigualdad social, la fragmentación individual y colectiva.
Y donde ese mercado, que se pretende global, es erigido en norma social
única y no sólo: como destino final de la humanidad.
Algunos temas, como la defensa del lector, fueron bordeados,
pero no se profundizó en ellos.
En un mes tuvieron lugar en Monterrey múltiples
eventos internacionales. Aún después de la carrera de automóviles
CART, algunos viajeros que venían a participar en la Conferencia
Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo fueron a
dar a Monterey, California. Para las agencias internacionales de viajes,
el Monterrey mexicano no existía (o bien se inclinan más
por el jazz que por la velocidad que, como dijo Oscar Wilde, a nadie hace
más inteligente). Fue luego una reunión internacional de
alcaldes y finalmente la Feria Internacional de Arte Contemporáneo,
que se inició casi de manera simultánea al evento de la Fundación
Nuevo Periodismo.
Una pinza irónica ciñó a Monterrey
y sus alrededores en la que no sé si hayan pensado los organizadores
de la fundación de Gabo: los brasileños Claudio Cerri
y Ernesto de Souza, de O Globo Rural, ganadores del premio en el
género de texto, escribieron un reportaje titulado Un río
en busca de un país. El deterioro ecológico del río
brasileño San Francisco, simbólico en muchos sentidos, ha
traído por consecuencia una destrucción anímica, cultural
y social. ¿Por qué premiar a unos periodistas que se ocupan
de tales temas en una ciudad que tiene 95 por ciento de déficit
de áreas verdes, 76 industrias altamente tóxicas (una de
ellas la tercera en destrucción de la capa de ozono), ciudadanos
en pie de lucha porque al Parque Fundidora o al Parque Nacional Cumbres
o a lugares como la Estanzuela los sacrifican, siendo espacios públicos,
en favor de negocios privados, y cuyos municipios aledaños han sido
envenenados por la contaminación de basura y desechos industriales
que infectan la tierra, el agua, los seres vivos?
El otro brazo de la pinza: los premios de Nuevo Periodismo
se otorgan en una ciudad donde no se han desarrollado los géneros
periodísticos, donde la censura viene en muchos casos desde dentro,
donde el rumor, el amarillismo y la mala prosa le disputan terreno con
ventaja a la información documentada, al doble punto de vista, a
la narración pulida.
El seminario mismo ironizó: fue a puertas cerradas,
como si la voz de los periodistas, que se definieron por fortalecer el
ámbito público, hubieran sido privatizadas.