Juan Arturo Brennan
La pasión en Lisboa
Lisboa. Durante la reciente Semana Santa, los medios de comunicación en Portugal insistieron en afirmar que decenas de miles de vacacionistas habían abarrotado, como cada año, sitios como Estoril, Cascais y el Algarve, y que las ciudades habían quedado semi-desiertas. A pesar de ello quedaron suficientes melómanos en Lisboa para llenar por tres noches consecutivas el cómodo y funcional gran auditorio de la Fundación Calouste Gulbenkian para escuchar La Pasión según San Mateo, de Juan Sebastián Bach, ritual indispensable en estas fechas. Un sólido sexteto de solistas fue acompañado por la orquesta y el coro Gulbenkian; la dirección estuvo a cargo del legendario Michel Corboz, notable especialista en el repertorio sinfónico-vocal y director de este coro desde hace más de 30 años.
En lo que se refiere al estilo de ejecución, esta versión de Corboz a La Pasión según San Mateo estuvo a medio camino entre la densidad de las tradicionales interpretaciones decimonónicas y la transparencia de las interpretaciones a la antigua. De entrada se imponen algunas preguntas retóricas: Ƒinterpretamos a Bach con un coro de ocho voces o con uno de 80? ƑUsamos una orquesta de 15 instrumentistas o una de 50? En este caso fueron 80 y 50; el resultado sonoro resultó bien equilibrado en general gracias a la añeja sabiduría de Michel Corboz en este repertorio. Mucho ayudó a este equilibrio el inteligente y dosificado empleo de algunas secciones del coro y la orquesta en determinadas partes del oratorio. Acaso el único problema de balance fue que el conjunto orquestal cubrió con frecuencia el importante y bien realizado trabajo del laudista Matthias Spaeter.
Por lo demás, Corboz logró numerosos momentos de gran refinamiento sonoro, especialmente en secciones de la obra en que Bach plantea dotaciones reducidas. En particular, por ejemplo, un aria de tenor acompañada por laúd, violoncello y órgano, y una de soprano cobijada delicadamente por flauta y un par de oboes. Del competente sexteto vocal, tres voces destacaron de manera especial: el tenor John Mark Ainsley, quien realizó con gran aplomo y claridad el demandante y expuesto papel del Evangelista; la mezzosoprano Iris Vermillion, con un timbre y una técnica perfectamente adaptados al estilo de la obra, y el bajo Michael Schopper, que desplegó una potencia vocal y dramática de singular efectividad.
En cuanto al estilo general de la ejecución se hizo evidente que Corboz, forjado en la escuela tradicional, ha estado atento a las nuevas técnicas y tendencias que hoy suelen aplicarse al repertorio barroco. En ese sentido, el director eliminó la mayor parte de los pesados lastres ortodoxos que suelen impedir el flujo natural de partituras tan vastas y complejas como La Pasión según San Mateo, sin llegar cabalmente a una interpretación del todo historicista. Un momento clave para entender esta posición intermedia ocurrió en la hermosa y conocida aria para mezzosoprano Erbarme dich, para la que Bach escribió una destacada parte de violín. En esta sección del oratorio, el concertino de la Orquesta Gulbenkian interpretó esa parte de violín con sonido, afinación y técnica irreprochables, pero en un estilo que andaba unos cien años adelantado respecto de lo que estaban haciendo Corboz y sus músicos y cantantes.
Del oratorio mismo, su audición en vivo permite apreciar que en medio de una gran severidad en lo general, Bach logró numerosos momentos de poderoso drama, sustentados en rasgos específicos de escritura vocal y, de modo importante, en una aplicación muy personal de lo que las generaciones anteriores le heredaron en términos de las técnicas expresivas y descriptivas conocidas como madrigalismo y word painting. Estos inteligentes apuntes dramáticos en La Pasión según San Mateo permiten proponer, una vez más, la especulativa pregunta: Ƒcuáles habrían sido los resultados si Bach, como la gran mayoría de sus contemporáneos, hubiera dedicado parte de su enorme genio y capacidad de trabajo a la creación de óperas?
El caso es que, contra lo que dicen muchos apologistas de Bach, esta enorme y portentosa Pasión según san Mateo no es una obra cuya audición provoque reacciones emocionales intensas y exacerbadas. Se trata, más bien, de una compleja invitación a la contemplación introvertida (invitación mucho más tentadora, supongo, para los creyentes), envuelta en una austera componente didáctica perfectamente a tono con la personalidad de Juan Sebastián Bach.