Arnoldo Kraus
Enfermedad. Algunas notas
Al acudir al médico, buena parte de los pacientes se encuentran desarmados. Desarmados en el sentido amplio: la enfermedad descubre porciones del ser que con frecuencia le son ajenas al mismo individuo. La persona enferma es un ser en transición o un individuo lleno de nuevas circunstancias y vicisitudes no conocidas. Es un ser vulnerable para quien lo nimio puede ser mucho y lo rutinario deseable. Quien ha padecido conoce la existencia del miedo y sabe que el mal puede desgajar incluso los rincones más recónditos. ƑQué tan seria es mi enfermedad?, Ƒexiste peligro de muerte o invalidez?, Ƒla vida será normal?, Ƒcuántos años tomaré el medicamento? Las preguntas suelen ser numerosas y no necesariamente guardan relación con el nivel cultural, social o económico del paciente. El miedo que proviene de la enfermedad es una sensación única, difícil de explicar y de asir. Por eso no es equivocado afirmar que el mal desnuda y expone todas las caras del afligido. La obligación del médico es responder con honestidad y, por supuesto, sin imponer el peso de su poder, que para muchos es sinonimia, infinitamente equivocada, de "sabiduría".
En el contexto de las enfermedades crónicas, de los padecimientos graves, o cuando súbitamente se pierde la salud, con frecuencia se agregan al daño físico trastornos síquicos: ansiedad, depresión, neurosis e insomnio son desajustes sicológicos que martirizan al enfermo y que el profesionista consciente debe atender. Ese es otro de los senderos donde la imagen "curativa" o al menos consoladora del doctor es preminente. Lo físico y lo sicológico son responsabilidad del galeno. Necesita, también, sentirse apoyado: la vulnerabilidad física y mental disminuyen si el médico cumple.
El ser humano como unidad bio-sico-social no es mero capricho teórico o académico, sino reflejo profundo de las aristas de la patología o de la salud. No es posible entender al ser humano enfermo de otra forma: lo social daña lo físico, lo síquico mejora o deteriora lo físico, lo síquico y lo social son indisolubles, y así sucesivamente. En el diálogo entre médico y paciente, esa tríada debe ser presencia constante y retrato de las recetas o consejos, no sólo del galeno, sino del afectado que escucha y propone algunos caminos para sanar.
Las ideas anteriores alertan contra uno de los malos hábitos de la medicina contemporánea: el poder del médico sobre el enfermo. De acuerdo con el filósofo John Ladd, algunos de los problemas más álgidos de la ética médica se centran en torno a la cuestión del poder. Es indudable que un vínculo sicológico "sano" evitará las dependencias patológicas. Y es evidente también que el abuso del poder en cualquiera de sus formas -"asustar" al enfermo, no explicarle, citarlo con demasiada frecuencia, no construir su autonomía, etcétera- actúa en contra del enfermo e incluso puede generar nuevos males. Acorde con Ladd, los peligros emanados del poder médico pueden disminuirse si el profesionista actúa con responsabilidad. Nuevamente la moral del galeno es piedra angular: su ética debe fomentar una relación sana. Una relación en la que el poder ceda paso al "proceso de cuidar".
En el libro The Understanding Physician (El médico que comprende) Aring dice: "El proceso de cuidar (care en inglés) o preocuparse por el paciente, así como la relación interpersonal de apoyo, y los aspectos sicológicos del nexo médico-paciente, son el componente que con mayor frecuencia separa al médico que tiene saturada su consulta de otros colegas; es el factor que satisface o no tanto a pacientes como a médicos, y que no sólo permite acompañar o no al doliente, sino que muchas veces sustituye la cura". Agrego: algunos "fragmentos" de la curación dependen de entender lo que podría suceder si el mal progresa y de saber lo que se espera. Mientras la incertidumbre para los enfermos es una suerte de cadalso, el diálogo entre médicos y dolientes funciona como anticuerpo contra la patología.
En la intersección entre medicina y moral se encuentra el enfermo. Releer al doliente en toda su magnitud, desmenuzando lo físico, lo social y lo sicológico, facilita la cura. En estos tiempos, saturados precisamente de falta de tiempo, disminuir los miedos, sembrar comunicación, fomentar la autonomía, acompañar, cuidar y bien manejar la fuerza del poder es fundamental. A pesar de la abigarrada tecnología y de la caterva de moléculas descritas, sigue siendo cierto que la mayoría de las personas curan tan sólo por el poder de las palabras.