Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 2 de abril de 2002
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Cultura
DISQUERO

Bela, vela, palomita

Pablo Espinosa

Si Paganini escribió para violín cual si expidiera pagarés de dicha en vez de partituras, mientras que Gluck hacía gárgaras con música porque el mar se le hacía chico para echarse un buche de agua (gluck gluck), y Mozart mozarteaba a carcajadas y si a esas vamos entonces la fiebre de placer que inunda el alma cuando suena una Sonata de Scarlatti, ¿no haría necesario y suficiente llamar Scarlattinas a tales partituras?

No hay remedio, el primer síntoma de calentura inunda las entendederas en cuanto empieza a sonar el banjo (pronunciado banyo) de Bela Fleck a dúo con la mandolina de Chris Thile y juntos suben el mercurio del termómetro con la Sonata en Do mayor de Domenico Scarlatti. Es entonces cuando el sol entra por la ventana, los colibríes se ponen más contentos, las plantas cantan su verdor y ardor y los altavoces aumentan su estatura. Es así como la vida es aún más bella.

Han iniciado, de tal forma, 57 minutos y 33 segundos de placer. Ha empezado la lectura láser, en el tornamesas, de un disco hermoso: perpetual motion (Sony Classical), del maestro Bela Fleck sin sus Flecktones pero con, en esta ocasión, una pléyade de luminarias de la marquesina mundial de la música de concierto de hoy día.

Bela Fleck nació en Nueva York hace 44 años; su padre lo bautizó Bela en honor del compositor húngaro Bela Bartok. Cuando cumplió 15 abriles, el jovenazo pez Bela Fleck se puso buzo y se compró un banjo, ese instrumento de la música del Estados Unidos profundo que ahora Fleck ha puesto en las alturas.

En 1989 fundó su banda: Bela Fleck and the Flecktones, a quienes conocimos en vivo, luego de una relación estrecha a través de su impresionante dicografía, el año pasado en un concierto inolvidable en el teatro Metropólitan. Esa mezcla de funk con jazz con blues con rock con bluegrass hace el mundo más amable todavía. Los Flecktones: Víctor, bajista de baja estatura física pero una torre en calidad; Jeff, cráneo a rape, sax de pelos; Future Man, percusionista electronificado, versión morena y rasta de Ciroperaloca, un alucín en sí mismo. Y al frente de ellos el maestrísimo Bela Fleck.

En su más reciente disco, sin sus Flecktones, Bela vuela más alto que nunca. Veinte tracks veinte con una mayoría abrumadora inclinada hacia la dulce música de Bach, quien es conocido como El padre de la música, de la misma manera como Mozart es El papacito de la música.

Además de la calentura de pollo de Scarlatti, perpetual motion activa las neuronas primaverales con transcripciones de partituras de Debussy, Chopin, Chaikovski, Paganini y un Johannes Brahms rendido y rentado a los pies del Padre de la Música, pues su Presto, en Sol mayor, está escrito, empréstito sin usura, siguiendo un tema del viejo Bach, que presta también para la orquesta.

La constelación de estrellas del firmamento de la música clásica en esta grabación incluyen al chelista Gary Hoffman, eminencia que tendremos pronto en México, pues será solista de la OFUNAM (Orquesta Filarmónica de la UNAM). También figura en este disco bello de Fleck el joven maravilla Joshua Bell y su Stradivarius y su fama hollywoodesca (es el autor de lo que suena en el filme El violín rojo). El jefe John Williams en guitarra, Edgar Meyer en bajo y piano, James Bryan Sutton y su steel guitar, son las otras luminarias.

Pero la mirada que más brilla en este disco maravilla es la de una ciega: la de la percusionista Evelyn Glennie, que mira al mundo táctil y quien en el segundo track del disco nos hace hacer el bizco del placer. Su manera de hacer sonar a Bach, junto a Fleck, es un orgasmo mientras uno flota en agua y magma y es que todo el disco es una fiebre de belleza fascinante que inicia con una Scarlattina de Scarlatti y nunca culmina, pues el track postrero es el postre que titula el disco perpetual motion, pues se trata de un Moto perpetuo, pieza que no describe a algún adorador eterno, moto perpetuo, de la dulce mota, hashish o chuby, sino que es un término técnico que da pie a un Capricho, que no es a su vez una pataleta sino una obra maestra a partir de un Pagaré de Paganini.

Gloria in excelsis al maestro Bela Fleck por perpetual motion, un discazazaso que está, para decirlo en términos de la Academia Sueca, pocamadre.

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