Adentrarse en la retina, como cocinar
López Colomé: México, único país donde se veta al investigador mexicano
KARINA AVILES
El mundo que se describirá a continuación mide apenas 300 micras de espesor. Es decir, tan grueso como el papel más delgado que un ser humano pueda imaginar. El trabajo ahí adentro es muy estricto, aunque para que salga mejor hay que ponerle bastante sazón. De hecho, asegura la científica Ana María López Colomé, la diferencia entre trabajar en el mundo de la retina y la cocina está "en las recetas".
Lograr un "guiso" como el que ha hecho la investigadora no ha sido fácil. Por lo menos le ha tomado tres décadas ''preparar y preparar recetas''. El conocimiento original obtenido de las mismas la ha colocado como una de las científicas más importantes del país y del extranjero, al ser reconocida recientemente con el Premio L'Oreal-UNESCO que se otorga a las mujeres de ciencia más destacadas de los cinco continentes. La investigadora de la UNAM ha generado el conocimiento básico que puede ayudar a curar enfermedades como la ceguera.
Para obtener tales resultados, López Colomé ha seguido al pie de la letra su libro de recetarios: "Yo no soy de las personas que cocinan así, como que le vas viendo. No, yo soy de las que le tienen que poner 30 gramos de no se qué y 2.2 miligramos de otro ingrediente. Sigo mi receta pero después me lleva un tiempo ajustarla.
"En mi laboratorio es igual. Inicio con una receta y luego digo: no, como que le faltó tal, este fijador no es; la preparación quedó medio fea, que tal si le cambio la concentración del anticuerpo. Y cuando ya tengo la receta como me gusta, entonces apunto. Ya que vi que funciona no me falla."
Es así como este gran libro de recetas -que sólo pueden verse a través de un microspio- es abierto para introducirse en un pequeño mundo llamado retina.
El primer paso para el comienzo de un gran platillo fue estudiar cómo, a través de la retina, se transmiten señales nerviosas que permiten enviar los mensajes del exterior hacia el cerebro para que en este último se integren las imágenes.
El proceso de transmisión que se lleva a cabo en el minúsculo mundo tiene una primera etapa: cuando la luz llega a la retina, los fotorreceptores de la misma transforman ese impulso luminoso en un compuesto químico que recibe el nombre de glutamato.
Podría decirse que dicho compuesto es el ingrediente principal de todo el recetario. López Colomé ha dedicado gran parte de sus estudios a conocer qué neuronas de la retina liberan el glutamato, cómo se controla esta liberación, qué celulas lo reciben, cómo lo hacen, cómo lo identifican y por qué estas células tienen en la membrana unas proteínas que son las receptoras específicas para el glutamato.
Es muy importante tomar en cuenta lo anterior. Cuando la investigadora averiguó cómo le hacen esos receptores para reconocer al glutamato, se dio cuenta de que están controlados de una forma muy diferente a los del cerebro. Mediante esa comprobación echó abajo la teoría que se venía aplicando en el sentido de que la retina funciona de la misma manera que el cerebro.
Este hallazgo es de suma relevancia en las áreas de ciencias médicas, pues explica por qué algunos fármacos que se empleaban con éxito para prevenir la muerte de las neuronas en el cerebro no funcionan para prevenir la muerte de las células nerviosas de la retina.
El glutamato, explica López Colomé, realiza diferentes cosas en la neurona: desde ser un nuevo transmisor, un compuesto que puede ayudar a que las células se diferencien durante el desarrollo embrionario, hasta un compuesto que produce toxicidad y muerte en las neuronas. "La muerte de las neuronas por el glutamato es uno de los factores que, se sabe, intervienen en enfermedades neurodegenerativas como el Alzhaimer, el Parkinson, la epilepsia o la muerte de neuronas por falta de oxígeno o de nutrientes que se da, por ejemplo, en condiciones de infarto o en condiciones de nacimiento traumático."
El libro de recetas se cierra por el momento y abre el de su vida. Divertida y elegante, sonriente y estricta, López Colomé es una mujer de tiempos completos. Para ella, hay tiempo para hacer su ropa, hornear pasteles, invitar a sus amigos y prepararles una deliciosa cochinita pibil, ir a las tiendas, dar clases de su materia y tomar clases de idiomas, además de su labor como jefa del Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina y del trabajo de investigación en su laboratorio del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM .
La científica dice a las mujeres que lo primero es tener una decisión clara de hacer algo y no se vale quejarse cuando ni siquiera se ha hecho el intento. "Tener hijos -que es la experiencia más extraordinaria de mi vida- no obsta para que yo sea un ser humano que pueda desarrollar mis capacidades."
Ella está convencida de que una persona puede hacer feliz a los demás en tanto primero se realice como ser humano. La perfección es inalcanzable, pero lo que sí podemos alcanzar es un equilibrio, de tal manera que se pueda equilibrar la vida sin descuidar ciertos aspectos por otros.
Cuando su primer hijo cumplió un año decidió que era tiempo de iniciar un contacto real con la investigación. No lo pensó más y renunció a su trabajo de maestra de secundaria y preparatoria. Si no pudo ser médico porque le tuvo miedo a su tendencia "hipocondriaca", sí estaba dispuesta a ir más allá de la carrera de biología que había terminado en la Facultad de Ciencias de la UNAM.
El gusanito estaba adentro. Ya de adolescente iba "de turista" a ver las autopsias en el Hospital General y ahora era el tiempo de seguir. Concluyó la maestría y el doctorado en ciencias químicas en su querida universidad y, posteriormente, formó un grupo de investigación basado en los estudios de la neurotransmisión excitadora de la retina.
"La vida es química"
A 30 años de haberse introducido en aquel mundo que mide aproximadamente 300 micras de espesor, expresa, emocionada, que "la vida es química". Así que aquello de hacer química con alguien "šclaro que sí es cierto! Hay una comunicación a través de la vista, del olfato, del tacto y todo eso se llama química".
López Colomé comparte también lo que siente un investigador al descubrir que su postulado es cierto: "Nunca he tomado drogas. Pero sé -porque trabajo sobre el sistema nervioso- que cuando la gente las toma tiene una recompensa física increíble porque estimulan los centros de recompensa del cerebro. Lo que yo siento al descubrir que lo que pensé ahí está, lo puedo demostrar, lo puedo tener en la mano e inclusive controlar, es equivalente a una droga. Es un sentimiento de emoción, excitación..."
En otro tema, la política, la científica dice no saber nada. Sin embargo, vive los resultados de la política, como ella afirma. Y estos efectos son la disminución de los subsidios a la ciencia y un aumento en la dificultad para conseguir los recursos.
A los investigadores mexicanos, subraya, nos ha costado mucho trabajo que nos conozcan, que sepan que somos serios, que acepten nuestros trabajos en las revistas internacionales. Por un lado, añade, ha habido un prejuicio del exterior hacia los trabajos de los científicos mexicanos porque "somos un país en desarrollo, el número de investigadores es pequeño, somos nuevos en el campo y porque otras naciones dan un alto porcentaje de su producto interno bruto para apoyar el desarrollo" en ciencia.
Pero por otro lado, el "único país donde se veta a los mexicanos es México", dice con tristeza.