Gustavo Leal F.*
Vivir
Las "políticas" de salud del gobierno del "cambio"
exaltan los derechos femeninos, pero postulan el "respeto irrestricto"
a las patentes.
En el evento conmemorativo del Día Internacional
de la Mujer, Julio Frenk, secretario de Salud, observó que el Programa
Mujer y Salud da inicio a la "cuarta generación" de políticas
dirigidas a "atenderlas a lo largo de la vida, en su rol de trabajadoras
y como proveedoras en el hogar y la comunidad". Pero lo cierto es que los
medicamentos de que ellas pueden disponer en las intervenciones "esenciales"
que contempla el Paquete Básico de Servicios son tan rudimentarios
como sus propios alcances "preventivos", mientras para las intervenciones
"efectivas" que "cubre" el -aún no evaluado- Seguro Popular, en
el mejor de los casos se "dotarán" medicamentos siempre y cuando
se los prepague anticipadamente.
No sorpende que en el cuadro de estas "políticas
de salud" -suma de prevención rudimentaria más medicamentos
prepagados- que publicita el Informe sobre macroeconomía y salud
de la Organización Mundial de la Salud de la doctora Brundtland,
al ambientar el Disenso de Monterrey, Ernesto Zedillo haya señalado
sin rubor que la "cuestión de la salud y de los derechos de propiedad
intelectual" sobre los medicamentos dejó "de ser un obstáculo".
Aunque habría que preguntarle: ¿un "obstáculo" para
quién?
Por supuesto que no para la Asociación Mexicana
de Fabricantes de Medicamentos, que manifiestan estar de acuerdo en la
protección de los derechos de titularidad de las patentes como forma
de "gratificar a los inventores", ni para Jorge Amigo, presidente del Instituto
Mexicano de Propiedad Intelectual, que considera que no es posible que
se "pida que el registro de un genérico intercambiable vaya ligado
al vencimiento de una patente".
Y es que, según análisis de la consultora
Maria Fabiana Jorge International, aunque la patente de Losec, medicamento
fabricado por Astra-Zéneca, concluyó en el 2001, algunas
variaciones en su composición le redituaron al grupo farmacéutico
y a su producto 23 patentes más. Algo similar aconteció con
Cipro, el ahora célebre medicamento para el tratamiento contra el
ántrax fabricado por Bayer, cuyo vencimiento de la primera patente
está fechado para 2003, aunque las subsecuentes ocho que ha ganado
la firma se la extenderán hasta 2014.
La disposición de mejores fármacos a escala
mundial ha contribuido, por ejemplo, a un mejor tratamiento de la depresión,
favoreciendo una reducción considerable en la tasa de suicidio.
The Economist (28/2) consigna que los suicidios en la población
adulta, especialmente en la femenina, han decrecido acusadamente durante
los últimos 20 años. Resulta ahora que los mayores se quitan
menos la vida que los jóvenes, aunque también es cierto que
-en promedio- la tasa de suicidio tiende a declinar en casi todos los grupos
de edad. Hay una excepción: la de los hombre, de 25 a 44 años,
se ha incrementado.
¿Cómo explicarlo? Para algunos siquiatras,
lo ocurrido podría responder al rumbo que han tomado ciertos cambios
sociales y la manera en que la medicina se ha venido transformando. Las
"autopsias siquiátricas" sobre inmolaciones recientes -tal como
las cita esta publicación- revelan que los que dispusieron de su
vida compartían una situación "sin salida". Pero en la medida
que el empleo femenino ha crecido y el divorcio se ha vuelto más
aceptable es menos probable, estima, que las mujeres de mediana edad y
las adultas mayores -que han concentrado las caídas más agudas
en la tasa de suicidio- vivan ahora situaciones similares. Aun cuando los
diagnósticos sigan siendo inciertos, los medicamentos han contribuido
a la elevación de los estándares de vida.
¿Por qué, entonces, no han alcanzado aún
estos beneficios a los hombres de 25 a 44 años? Tal vez, concluye
The Economist, porque el tratamiento de la depresión entre
ellos sea más difícil que entre las mujeres; porque manifestar
sus miserias pudiera, acaso, conducirlos a sentir que ello exacerba sus
problemas, o simplemente porque la nueva libertad femenina les pesa.
Lamentablemente, en México las acciones para promover
la incorporación de una efectiva perspectiva de género a
cargo del gabinete social y humano no sólo no han logrado establecer
relaciones más equitativas entre los médicos y las enfermeras,
y menos aún en la construcción del conocimiento que anima
su profesión. Las pobres políticas de salud del foxismo tampoco
han sido capaces de traducir los prometedores cambios sociales a favor
de la mujer en vías de acceso a los fármacos indispensables
que les permitan, como anhela Marta Sahagún, "disfrutar cada ciclo
de su vida".
* Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco