Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 23 de marzo de 2002
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Espectáculos
Leonardo García Tsao

El día que el cine murió

Este 24 de marzo se cumplirá el vigésimo aniversario de la mayor catástrofe cinematográfica sufrida por este país: la destrucción de la Cineteca Nacional. Podría afirmar que, en cierta forma, se trata del equivalente cinematográfico del 2 de octubre de 1968, fue un hecho nunca esclarecido de manera oficial, quizás provocado por fuerzas oscuras dentro del propio gobierno, hubo un número indeterminado de víctimas (minimizado, por supuesto) y las autoridades se esmeraron en darle el tradicional carpetazo al asunto, con tal eficiencia que la fecha sí tiende a olvidarse.

Quien esto escribe trabajaba en el departamento de programación en ese entonces. Y pudo comprobar de primera mano las características de un acto de sabotaje. Si bien se difundió la versión de un accidente provocado por el deficiente almacenaje de las películas de nitrato, nadie ha explicado por qué hubo una devastadora explosión dentro de la sala Fernando de Fuentes, durante la proyección de La tierra de la gran promesa, de Andrzej Wajda. Los testigos que lograron salir de la sala hablaban de cómo la pantalla había estallado literalmente en llamas. El material de nitrato es altamente flamable pero no explosivo. De hecho, las ruinas de las bóvedas donde éste se guardaba -a una distancia considerable de la sala, por cierto- mostraban el daño de un incendio, mas no el de una explosión. En pleno cumplimiento de la estrategia del carpetazo, varios peritos fueron sumariamente despedidos cuando intentaron dar a conocer sus respectivos dictámenes, y el asunto ha quedado como uno de tantos crímenes no resueltos.

¿Cuántas personas murieron en la catástrofe? Muchas más de las reportadas por la versión oficial. Un amigo médico, que cumplía guardia en la sala de urgencias del hospital Rubén Leñero, fue testigo de cómo llegaban del siniestro docenas de personas afligidas por quemaduras graves, la mayoría de ellas fatales. Aún más perturbador fue el montón de credenciales estudiantiles que empleados de la Cineteca recogieron del suelo de la sala Fernando de Fuentes, días después de que las autoridades hicieron una apresurada limpia del lugar, aprovechando el paréntesis de la Semana Santa. La forma más inmediata de procurar el anonimato de un cadáver es despojarlo de cualquier documento de identidad.

Además de las pérdidas humanas, el incendio de la Cineteca significó también un crimen cultural. El libro Guinness de los récords la ha registrado como la mayor pérdida de un archivo cinematográfico en la historia: 6 mil 506 películas destruidas, muchas de ellas irrecuperables. Sin contar documentos originales, el acervo de la biblioteca, la fototeca, instalaciones, aparatos... Hasta la fecha, la institución no ha logrado recuperarse del desastre.

Trágico como fue, el incendio de la Cineteca Nacional representó la coherente culminación de una administración -la de Margarita López Portillo- signada por la incompetencia y la corrupción. Después de años de desmantelar al cine nacional con malos manejos administrativos, persecuciones políticas, posturas malinchistas (es cuando el Estado mexicano financia a cineastas extranjeros como Bondarchuk o Saura), la destrucción física de la Cineteca sirvió de proporcionado remate a esa política. Ante las cámaras televisivas, con el fondo de la Cineteca en llamas, la hermana del entonces presidente declaró: "Yo sabía que esto iba a suceder". Sólo le faltó pulsar un arpa y comenzar a cantar para redondear esa imagen del poder llevado a niveles de delirio. (En esos tiempos de caza de brujas, cabe recordar, Emilio García Riera fue el único que se atrevió a exigir en público la renuncia de la señora. Mientras el sedicente crítico que suele tacharlo de oficialista se quedó típicamente calladito).

La atrocidad ocurrida el 24 de marzo de 1982 ha pasado a la historia como un lamentable accidente. En este caso, no ha habido una comisión investigadora y a nadie se le ha atribuido una responsabilidad en ese sacrificio de vidas humanas y de un legado cultural de valor incalculable. Aunque nadie pedirá un minuto de silencio por el aniversario luctuoso en la próxima ceremonia de entrega de los Oscares, el hecho debe ser recordado como uno de los momentos más negros de nuestra historia cinematográfica.

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