Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 23 de marzo de 2002
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James Petras

Porto Alegre: recuento de dos foros

El Foro Social que tuvo lugar en Porto Alegre del 1 al 5 de febrero de 2002 atrajo a cerca de 70 mil participantes, incluyendo 15 mil delegados de casi 5 mil organizaciones. Los delegados provenían de 150 países para participar en 28 conferencias, cien seminarios y 700 talleres. Alrededor de 3 mil periodistas de la radio, televisión, periódicos y revistas cubrieron el evento. Primer gran acontecimiento desde el 11 de septiembre y el 7 de octubre, el Foro Social refutó la línea que George W. Bush y Donald Rumsfeld tratan de imponer al resto del mundo para que elija entre estar del lado del imperialismo estadunidense o con el terrorismo islámico.

Porto Alegre demostró que el movimiento "antiglobalización" de alcance mundial vive y crece: el número de personas que participaron el año pasado se duplicó en 2002; hubo mayor cobertura en los medios de comunicación (excepto en Estados Unidos); el rango de grupos y participantes fue mayor que en ningún otro foro anterior; las manifestaciones de clausura de 50 mil participantes en la movilización contra el ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas) han sido hasta ahora las más grandes registradas en Norte y Sudamérica.

Quizá tan importante como la presencia física de tantas personas y movimientos fue el espíritu del Foro Social: la esperanza y el optimismo vehementes se reflejaron en el eslogan: "Aquí, otro mundo es posible".

Del derrotismo y la desmoralización evidente en los círculos intelectuales de Estados Unidos y Europa occidental después de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington encontramos poco. La esperanza en un mundo alternativo entiende que la ofensiva militar estadunidense y su postura unilateral solamente espesará las barreras del cambio socioeconómico y ambiental.

En buena medida, la amplitud de la cobertura de los medios y la objetividad de algunos reportajes (excepto en Estados unidos) dieron más espacio a los personajes políticos con posiciones centristas (líderes del Partido Socialista Francés, representantes de la Organización de Na-ciones Unidas, el Banco Mundial, líderes del sector democrático-social moderado del Partido de los Trabajadores de Brasil, etcétera). Los avances y logros políticos del Foro Social de 2002 ensalzados por la prensa de Europa occidental se acompañaron de una sesgo tendencioso al momento de ser reportados: la mayoría de los periodistas y editorialistas citaron favorablemente las "ideas serias" de las figuras públicas y los líderes políticos que se reunieron en la Universidad Católica. Fueron pocos los líderes de masas y activistas de movimientos populares que aparecieron citados o en fotografías. Por ejemplo, el Financial Times (5 de febrero, página 8) caricaturizó las diferencias entre radicales y reformistas: "Detrás de las expresiones teatrales de protesta, el foro destacó por un intercambio serio de ideas y propuestas, tales como las reformas a los acuerdos sobre derechos de propiedad intelectual de la OMC (Organización Mundial de Co-mercio). La mayoría (sic) de los participantes afirmaron no estar en contra de la globalización, sino a favor de una globalización equitativa, en la que pueda existir una participación más amplia en el proceso de toma de decisiones mundial".

Casi todos los medios de información ignoraron los cientos de reuniones paralelas organizadas por grupos activistas; no lucieron en sus reportes las discusiones formales e informales de mujeres, jóvenes, campesinos, organizaciones indígenas ra-dicales y revolucionarias que tuvieron lu-gar en los albergues y campamentos. Mientras que los medios citaron la presencia del Banco Mundial, Naciones Unidas y otras instituciones como "un hecho que contribuye a la legitimidad del Foro So-cial", para gran parte de los activistas del Tercer Mundo fue la presencia de grandes contingentes de militantes de Argentina, con la experiencia reciente de haber derrocado al régimen neoliberal de su país, la que realmente dio a este encuentro su verdadera legitimidad.

Si bien muchos líderes citaron la "diversidad" del Foro Social, 90 por ciento de los participantes eran brasileños (67 por ciento), mientras que el resto principalmente eran italianos, españoles, franceses y argentinos (23 por ciento). Más significativas que la diversidad de nacionalidades (que, como indican los porcentajes, fue bastante limitada) fueron, sin duda, las diferencias sociopolíticas entre los participantes.

Recapitulación de dos encuentros

Si bien la declaración final de los numerosos movimientos sociales reflejó consenso en torno a la oposición contra el pago de la deuda externa y la guerra en Afganistán, y manifestó su solidaridad con el pueblo palestino, su programa planteó más bien las demandas minimalistas de las organizaciones no gubernamentales (ONG) y personajes públicos, mientras que el calendario de movilizaciones para este año reflejó la influencia de los activistas. En realidad, el Foro Social de 2002 estuvo dividido entre reformistas y radicales, una división que se manifestó en las diversas organizaciones y los individuos presentes. La separación se hizo evidente en la locación física de las discusiones, así como en el estilo de las presentaciones y la composición de la audiencia.

Buena parte de lo que se ha escrito acerca del Foro Social se basa en lo que se hizo en la Universidad Católica. Las actividades de esta universidad no son, sin embargo, representativas del encuentro, al menos no lo son a los ojos de muchos activistas. Los organizadores señalaron que aproximadamente una quinta parte (10 mil) de los participantes en el foro estaban en la Universidad Católica ?mayoritariamente personas arriba de los 40 años y profesionistas de la clase media?. Fuera de la universidad, cerca de 50 mil personas se involucraron en espacios más politizados, que incluían debates y discusiones acerca de la lucha socialista.

En la Universidad Católica las discusiones se hicieron entre académicos, intelectuales y ONG. Había sólo un número reducido de líderes campesinos, activistas urbanos y sindicalistas. Además, los académicos no se esforzaron mucho en comunicarse efectivamente con los pocos activistas de base presentes, y la mayoría de sus ponencias no lograron articular las preocupaciones de los militantes. En reuniones y talleres paralelos en los campamentos hubo mayor debate y el intercambio de ideas entre activistas y ponentes fue más fluido; el esfuerzo para incluir la experiencia de los militantes de base fue mayor.

El Foro Social estuvo sumamente polarizado. De un lado estaban los reformistas, ONG, académicos y la mayoría de los organizadores del Foro, los defensores en ATTAC del impuesto Tobin provenientes de Francia y líderes del ala social-liberal del Partido de los Trabajadores de Brasil. Del otro lado del espectro estaban los radicales del Movimiento de los sin Tierra de Brasil, intelectuales activistas, los piqueteros de Argentina, representantes de partidos de izquierda, sindicatos, movimientos urbanos y grupos de solidaridad. Había diferencias significativas en la composición social de las reuniones y de las manifestaciones públicas.

La gama de grupos presentes en la marcha inaugural del Foro Social (encabezada por funcionarios reformistas) era vasta. La manifestación no oficial de 50 mil personas contra el ALCA la organizaron grupos radicales e incluyó un contingente amplio de trabajadores brasileños, campesinos y sin hogar, así como militantes internacionalistas con experiencia en la lucha social en Argentina, Bolivia y otros países.

Lo que sorprendió de ambas manifestaciones fue la preponderancia de contingentes, pancartas y banderas que representaban movimientos de izquierda y radicales, y la mínima visibilidad de los contingentes reformistas y de las ONG: había pocas pancartas del Partido de los Trabajadores, la Central Unica de Trabajadores de Brasil, los grupos mundiales de ATTAC, etcétera. Las diferencias en el poder de "convocatoria" fueron importantes. Sin embargo, los ponentes designados en ambos eventos eran políticos del Partido de los Trabajadores de Brasil, que están a la expectativa de las elecciones de este año.

Las divisiones también surgieron en torno a la dirección que el Foro Social de-bía tomar. Los reformistas, citando cláusulas de la constitución del propio foro, justificaron la exclusión de los zapatistas, las FARC y otras insurgencias populares con el argumento de que son "movimientos políticos", y destacaron la presencia de otras figuras políticas líderes dentro del Partido de los Trabajadores de Brasil, el Partido Socialista francés, etcétera. Más aún, la exclusión de las Madres de la Plaza de Mayo ?prominente movimiento social argentino? por parte de los organizadores oficiales del Foro Social, provocó la protesta del Movimiento de los sin Tierra brasileño, el cual envió a las Madres una invitación y un boleto de avión a Hebe Bonafini. Las diferencias entre reformistas y ra-dicales se hizo más evidente en el momento de plantear propuestas clave de lucha. Los reformistas todavía usan el lenguaje de la oposición a la globalización y a la política militarista de Estados Unidos. Los radicales crecientemente vinculan la expansión de las corporaciones multinacionales a los estados imperiales y cada vez más hablan el lenguaje antimperialista. No se trata de una distinción retórica, sino una diferencia arraigada en la orientación y las perspectivas estratégicas de ambos lineamientos.

Si bien los reformistas se inclinan por el lenguaje de las continuas movilizaciones, su principal apuesta es al cabildeo y las ne-gociaciones con el Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales para obtener de ellas promesas de "humanizar la globalización". Muchos de los reformistas hablan y escriben sobre "otra globalización", una que incluya cláusulas de derechos humanos y ofrezca espacios en la mesa de los poderes hegemónicos y banqueros. Los radicales, por el contrario, ven en las movilizaciones el factor que derivará en la creación de nuevos organismos de poder popular, basados en la organización de vecindarios urbanos, trabajadores, campesinos, desempleados, mujeres y grupos indígenas y de negros. Su orientación es crear una nueva clase basada en movimientos internacionales, como Vía Campesina, que demanda transformaciones radicales a los derechos de propiedad y las relaciones sociales de producción.

A los reformistas, que gustan referirse a la "sociedad civil", no les interesa el "po-der estatal"; se contentan con presionar a los poderes imperialistas para que haya más regulación, se limite el capital especulativo (impuesto Tobin) y se fomente la liberalización del comercio agrícola para ayudar a las agricultores exportadores en el Tercer Mundo a asegurarse de nichos en los mercados del norte. Los radicales se inclinan concretamente hacia las organizaciones de clase que combinan género, raza y ecología y reconocen que, aunque son esenciales, las reformas no son suficientes porque no han durado o porque los países imperialistas y sus estados clientes no las aplican. Señalan la necesidad de renovar el poder estatal, basado en asambleas y mo-vimientos sociales de base representativos, capaces de socializar los medios de producción y democratizar las relaciones so-ciales, desplazando totalmente, así, a los actuales beneficiarios corporativistas y las elites de las instituciones financieras internacionales. Rechazan las políticas que pretenden compartir espacios o rebanadas de pastel en la mesa del Banco Mundial por considerarlas una estrategia de cooptación sin salida, con la cual salen ganando solamente los intereses estructurales y financieros de los poderes imperiales y los bolsillos de las ONG a expensas de la gente.

En su búsqueda de un mínimo denominador común para la "unidad antiglobalización", los reformistas incluyeron a representantes políticos y figuras públicas cuyos partidos políticos apoyan la matanza de civiles en Afganistán por parte del ejército estadunidense y que sostienen ("con reservas") la ofensiva militar mundial de Bush. Los radicales calificaron su presencia de incompatible con los principios bá-sicos del Foro Social y algunos anarquistas llegaron a tener altercados para hacer valer su punto de vista. Dentro del campo radical, los movimientos sociales más disciplinados, particularmente los sin tierra, de-sempeñaron un papel dominante en evitar que los provocadores y anarquistas realizaran actos de vandalismo, así como en mo-vilizar a miles de activistas de base en una demostración de fuerza política masiva, pero pacífica.

Muchos comentaristas notaron la diversidad de los grupos y sus demandas, pero pocos cuestionaron la representatividad de los presentes. Buena parte de las ONG eu-ropeas y estadunidenses presentes son organizaciones de papel y la mayoría de las ONG del Tercer Mundo son miembros de grupos pequeños de profesionistas con muy pocos seguidores organizados y poco poder de convocatoria. Por otro lado, se registró un número reducido de representantes de movimientos de masas en Africa, particularmente Sudáfrica y Asia que incluyen a cientos de miles de activistas de base. Aun así, fueron las figuras intelectuales y públicas más conocidas de las ONG que llenaron los estrados e informaron al público acerca de los movimientos de sus regiones. La sobrerrepresentación de grupos y figuras públicas en detrimento de los militantes ciertamente acaparó a los medios, pero no fomentó el intercambio de ideas y la transmisión de las experiencias de los que han estado en el frente de la lucha. Las sesiones plenarias oficiales y los testimonios estuvieron predispuestas a favor de las ONG y los intelectuales, mientras que los talleres y seminarios paralelos fueron el espacio ocasional para los activistas de movimientos importantes comprometidos con la lucha contra el imperialismo ("globalización").

En la discusión de "alternativas", los organizadores oficiales se refirieron a un imperialismo "reformado" y un capitalismo "regulado"; por su parte, los movimientos sociales radicales llevaron el tema del socialismo a la mesa de discusión.

La declaración final de los movimientos sociales reflejó un compromiso entre radicales y reformistas. Por un lado, se hizo una diagnosis sustancial de los problemas mundiales y un calendario completo de movilizaciones internacionales para el año 2002. Por otro lado, las peticiones finales reflejaron sobre todo la tendencia de los sectores reformistas de conformarse con cambios menores, dejando fuera las de-mandas principales de un socialismo participativo y la derrota del imperialismo.

Conclusión

Con los nubarrones de la guerra imperialista en el horizonte, una recesión mundial que se agrava y Washington comprometido activamente en edificar su imperio neo-mercantilista desde América Latina hasta los pozos petroleros de Asia Central, hay poco espacio para las políticas reformistas. Como el presidente Bush afirmara, "se trata de adaptarse al imperio o morir". El programa minimalista de los organizadores del Foro Social de 2002, y su preferencia por los sectores moderados y las figuras públicas, no serán los factores que ayuden a crear la resistencia contra la ofensiva estadunidense.

El nuevo imperialismo está polarizando al mundo de un modo que se acerca mucho al análisis que hacen los radicales. El al-cance y la profundidad de la militarización estadunidense no puede combatirse con protestas esporádicas por parte de las redes de las ONG sin el apoyo organizado de la gente. Los grupos sociales radicales que verdaderamente trabajan en la creación de movimientos anticapitalistas locales, na-cionales y regionales, y que se comprometen con la acción directa en el poder estatal, son mucho más efectivos que las acciones de las ONG trotamundos.

El Foro Social 2003 tendrá un año para reflexionar sobre las nuevas realidades y para capitalizar el vasto apoyo presente en el Foro Social 2002 para ampliar y radicalizar su agenda, de acuerdo con las realidades históricas que vayan surgiendo. De no hacerlo, se corre el riesgo de que el próximo eslogan del encuentro sea: "Otro Foro Social es posible".
 
 

Traducción: Marta Tawil

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