REPORTAJE
La compañía festejó la efeméride
con una función popular en la Alameda
Ballet Folklórico de México, medio siglo
de una prestigiada institución cultural
ANASELLA ACOSTA NIETO
Tarde plomiza. Cielo amenazador luego de un equinoccio
de sol que se adelantó a los festejos primaverales. Manchones violetas
de jacaranda que contrastan con el verde Alameda y los tonos pardos del
día que cae. Día de asueto. Verbena estilo dominguera en
el parque del pueblo, recreada en detalle por el mural de Diego Rivera,
al que ahora habría que sumar a los niños de la calle. En
este escenario, los bailarines del Ballet Folklórico de México
(BFM), de Amalia Hernández, se alistan para festejar 50 años
de vida artística de la compañía fundada en 1952.
La
cita ha sido programada a las 18 horas, justo cuando el coordinador de
giras del ballet, Miguel Angel Arteaga, toma el micrófono para anunciar
que el Coro de Niños del Centro Histórico y posteriormente
un desfile de trajes típicos abrirán el espectáculo
que la gente espera desde mucho antes de la hora fijada. Pero el plato
fuerte no empezará sino una hora después.
El escenario ha sido montado entre la Alameda Central
y el Centro Cultural José Martí, sobre la calle Doctor Mora,
donde también han sido colocadas cientos de sillas de plástico,
a manera de butacas, que familias enteras a la expectativa y uno que otro
curioso han ocupado ya en su mayoría. Escenario y público
que contrastan con los actos de gala a los que ese ballet asiste con frecuencia.
Tras bambalinas, en un camerino improvisado, los protagonistas
se maquillan y el equipo técnico afina los últimos detalles.
La actual directora artística del BFM, Norma López Hernández
?hija de doña Amalia Hernández Navarro?, supervisa los movimientos.
No conceden entrevistas ocasionales los días de funciones; pero
el nieto de doña Amalia y coordinador administrativo del ballet,
Salvador López López, acepta charlar unos minutos sobre el
festejo de medio siglo de folclor.
''El cincuenta aniversario está enmarcado en muchas
celebraciones; giras internacionales a países como Japón,
Estados Unidos y Sudamérica, pero sin lugar a dudas el proyecto
más interesante son las funciones populares", expresa.
A pesar de ser un ballet que cuenta con apoyo del Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes,
la Secretaría de Educación Pública y de instancias
del sector privado como la Fundación Telmex y Banamex, Salvador
López explica que las presentaciones populares son más complicadas
por la falta de recursos, pero este año se ha conseguido apoyo para
llevar a cabo estas funciones como parte de la celebración del aniversario
del ballet y en respuesta a los públicos de bajos recursos que no
tienen acceso a los teatros.
Las funciones gratuitas son la solución, ''si pretendemos
que una compañía como el ballet ?que se presenta en los principales
teatros del mundo con gran éxito? sea visto por el pueblo de México,
como se presenta en el Palacio de Bellas Artes, el congreso de París
o en Nueva York", agrega.
Desde el domingo 11 de octubre de 1959, auspiciado por
el entonces presidente de México Adolfo López Mateos, el
Ballet Folklórico de México se presenta de manera permanente
en el Palacio de Bellas Artes. Las funciones que se realizan los domingos
a las 9:30 y 21 horas y los miércoles a las 20:30 horas son inamovibles,
a pesar de la programación de otros actos en horas cercanas a las
presentaciones del ballet, y tienen un costo de 200 a 360 pesos.
La compañía está integrada por dos
cuerpos de baile profesionales ?el itinerante y el permanente? y uno de
formación, que es el encargado de proporcionar bailarines a los
anteriores.
Salvador López comenta que este ballet es profesional
porque sus integrantes lo son. Y aunque omite señalar el sueldo
de un bailarín, menciona que ''70 por ciento de los jóvenes
que trabajan en la compañía viven de esto".
El nieto de Amalia Hernández, quien fue galardonada
con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1992, hace un recuento ''objetivo"
de la evolución de la compañía de danza folclórica
en medio siglo: el ballet se funda en 1952 con ocho integrantes y en la
actualidad está conformado por 600 personas. En la década
de los sesenta ofreció un promedio de 50 funciones al año
y ahora presenta 300 en el mismo lapso. ''Esto habla de la gran dinámica
y demanda que hay por la compañía", afirma.
Recuerda a su abuela, de fuerte espíritu y carismática
presencia (fallecida hace dos años), en los grandes teatros, pero
sobre todo con el pueblo. ''Verdaderamente tenía amor por nuestras
tradiciones, nuestra cultura, pero principalmente por la gente de México.
Insistía mucho en estas funciones (populares), por eso ahora lo
hacemos con gusto".
Respecto de los proyectos que Amalia Hernández
dejó inconclusos, su nieto menciona que el ballet trabaja sobre
ellos y que este año planean concluir el espectáculo Navidades
en México.
Como toda gran empresa, la del BFM ha sido polémica,
pues mientras algunos consideran que sus coreografías son verdaderas
estampas de las tradiciones mexicanas, para otros ?como Lin Durán?
es un ''espectáculo hollywoodense" que ha modificado las danzas
autóctonas para tener mayor atractivo.
Al
respecto, Salvador López explica: ''Desde el momento en que sacas
la festividad o el evento de la fecha, el atrio de la iglesia o el lugar
de la celebración y lo tienes que transportar y presentar en un
teatro, lo debes condensar. El teatro tiene reglas no sólo artísticas
sino de tiempos de movimientos y tecnológicos; es muy difícil
que un espectador esté sentado viendo una danza siete horas. Esto
lo tienes que transportar. Nuestra responsabilidad es que debemos transmitir
las emociones, las raíces, la música, las costumbres, la
fuerza, el sentir del mexicano en esta interpretación artística".
Como decía un empresario, agrega, ''en este mundo
no hay folclores, no hay conciertos. Hay dos tipos de espectáculos:
los buenos y los malos. Nuestra intención es que sea una oferta
de primer nivel, que compita con grandes compañías del mundo,
como lo ha hecho en 50 años. Luchando diario para mantener la excelencia".
La función debe comenzar. Salvador regresa a su
labor mientras los bailarines se apropian del atuendo. Son espiados por
los niños de la calle que chemo en mano esperan, no saben
qué, pero ya es su costumbre: esperar tras bambalinas, donde está
lo feo y el disfraz no oculta.
Primera, segunda, tercera llamada. El escenario se ilumina.
Da inicio el tradicional programa del Ballet Folklórico
de México, en el que se resumen 50 años de labor creativa,
de presentaciones en 60 países, 200 reconocimientos y la formación
de muchos bailarines reconocidos por su profesionalismo y una vida, la
de Amalia Hernández, a la que algunos recuerdan como una persona
estricta que nunca faltó a los ensayos.
El programa de ocho números, en los que un remolino
textil multicolor alerta la pupila se inicia con Pluma de la Guelaguetza,
Sones de Michoacán y Revolución Mexicana. Luego
Charreada, festín de rebozos blancos, palomas que revolotean
y contrastan con las luces de la noche.
El público se anima con la Fiesta del Carnaval
en Tlacotalpan, seguida de La vida es juego, momento en que
muerte y maldad entran en duelo y un niño de todos rompe el cerco
de seguridad tras bambalinas y cruza el escenario. Alarma.
Nada. El espectáculo continúa.
Con la Danza del venado el espectáculo llega
al clímax y el público guarda absoluto silencio, cautivado
por la fuerza del bailarín Jorge Torres. El cierre se da con Fiesta
en Jalisco.
La gente está ávida de festejo. Pese al
viento frío, quiere más, pero el escenario se apaga. La función
popular termina.
Ha transcurrido medio siglo de folclor.