Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 23 de marzo de 2002
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Política
Luis González Souza

Soberanía difunta

Dicen los que saben, es decir, los de abajo, que "tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe". Tanto ha sido vapuleada la soberanía del México neoliberal (desde 1982 a la fecha) hasta que se rompió por completo, hasta que murió, codo a codo con lo que se llamaba "política exterior". Todavía hace poco, en torno de las elecciones de 2000, por ejemplo, el gran debate era si existía o no un "proyecto nacional". Hoy, tras los vergonzosos avatares de la cumbre de Monterrey, o del Gris Rey (Bush II), o el Kinghills Summit pues, el debate es, o comenzará a ser, el de si nos queda nación alguna a proyectar, o tan siquiera a imaginar.

A nosotros en lo particular nos tocó documentar en dos libros publicados en 1994 (Soberanía herida) el debate acerca de si la soberanía de México había o no quedado mortalmente herida tras los dos primeros sexenios de neoliberalismo a la mexicana (De la Madrid y Salinas). Irredentos optimistas que somos, el último párrafo de tales libros decía así: "Ojalá esto -los estragos de una soberanía en franco desangramiento- se comprenda a tiempo. Pero aun si no fuese así, el propio pueblo de México, junto con los de Latinoamérica, debe restañar de inmediato las heridas modernas, colosales, que sufre su soberanía. Todavía no son heridas de muerte (porque) hay alternativas que urge impulsar".

Cada vez es más obvio que el dizque nuevo gobierno de Fox en definitiva no es una de esas alternativas. Más que una alternativa, dicho gobierno aparece como la puntilla contra lo que ya entonces caracterizábamos como un "proyecto de no nación". Menos de dos años bastaron a los foxianos para confirmar que alternancia electoral no significa alternativa. El "toro" nacional ha sufrido tanto, en tan poco tiempo, que ya es difícil distinguir entre las banderillas salinistas (TLC por delante) y zedillistas (guerra hipócrita en Chiapas), de un lado, y las estocadas foxianas. La última de éstas, pero sólo la última hasta hoy, tiene que ver con los dislates de la diplomacia foxista que, con un par de nuevas vueltas a la tuerca del servilismo proestadunidense, logró un desastre múltiple: el forzado retiro de Fidel Castro y su intempestivo regreso a Cuba, el explosivo fracaso de la Cumbre del Gris Rey (o reyes y pajecitos), su total desnudamiento como un cónclave proimperial, donde prácticamente todo se cocinó desde antes y tras bambalinas (hasta el documento central, "Consenso de Monterrey"), al capricho y gusto del emperador Bush II, y cual jugoso colofón, el apuntalamiento de México como instrumento servil en todo ello.

La nueva tendencia es clara: de país esquirol (Consenso de Cartagena, TLC) y conejillo de indias (Plan Brady, lucha antidrogas), México tiende a convertirse, en el tablero estadunidense, simple y llanamente, en un país siervo. De haberse distinguido históricamente por una política exterior más o menos digna e independiente, ahora México se ha quedado sin política exterior. Pero esto no ocurrió en Monterrey. Había quedado claro -para quien quiso ver- con el "apoyo incondicional y hasta lo último" brindado a la guerra de Bush dizque "contra el terrorismo". A partir de ese momento, ¿qué interés podría tener el gobierno de Estados Unidos en gastar su tiempo para negociar con un vecino que ya le ofreció un apoyo tal, y para una aventura tan irracional como dicha guerra? Si la política es diálogo y negociaciones, ¿cuál política exterior le queda a México si su interlocutor principal y ya casi exclusivo cuenta ya con un apoyo incondicional e infinito?

Y eso sólo es lo que llaman "la punta del iceberg", la punta de la (ex) política para encontrarle a México un lugar, sólo un lugarcito ?ya no digamos digno y fértil? en el mundo. Lo ocurrido a la otra punta de la pinza es aún más grave, pues se trata de la punta raíz de cualquier proyecto nacional. Es la punta que conduce a los valores más elementales de cualquier nación: paz, justicia, cohesión democrática ?es decir, plural e incluyente?, visión y proyecto de futuro genuinamente compartido y nutrido de algún tipo de fe. Pues bien (mal, muy mal), esta otra punta raíz fue lo primero que desmadejó el gobierno de Fox al traicionar sus promesas en torno de una pronta y justa solución al conflicto con los pueblos indios de Chiapas y el resto del país.

Si la nación misma (no digamos ya el proyecto nacional) terminó de extraviarse con el fin de la soberanía y de la política exterior, el extravío comenzó en la ley antindígena con que se apuñaló a los marchistas "color de la tierra", en cuanto regresaron a sus comunidades. Antes decíamos: "se busca un buen proyecto nacional". Hoy: "se busca una nación a proyectar". ¿Grave? No, gravísimo. Pero más vale saberlo y decirlo a tiempo. Ojalá pronto podamos escribir Soberanía reconstruida, redignificada.

Por lo pronto, hoy: un minuto de silencio por nuestra nación. Y millones de horas lucha para reconstruirla.

PD infaltable: toda nuestra solidaridad y apoyo para Bárbara Zamora, luchadora ejemplar desde y para la dignidad de todos. Ni Digna está olvidada, ni Bárbara está sola. Ojo, autoridades de todas las (in)competencias, federales o capitalinas.

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