Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 23 de marzo de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Política

MONTERREY 2002

Los grandes poderes tratan de ponerse de acuerdo en el nuevo reparto del mundo

Antiglobalización: protesta y propuesta

Las cumbres son otra especie de Yalta, la conferencia realizada al término de la Segunda Guerra Mundial, en la cual las naciones victoriosas pactaron sus zonas de influencia

LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO

Según el italiano Renato Ruggiero, durante muchos años gerente de la empresa automotriz Fiat, antiguo director de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y secretario de Relaciones Exteriores durante los primeros meses del gobierno de Berlusconi, en las negociaciones del Acuerdo Multilateral de Inversiones se quería escribir ''la nueva Constitución de la economía mundializada''.

Multitud de ciudadanos en los países desarrollados piensan que en la elaboración de esa Constitución sólo participan los poderosos de un nuevo imperio en formación, y que lo que los grandes poderes buscan no es cómo construir un mundo más justo sino, tan sólo, tratan de ponerse de acuerdo en cómo resolver sus contradicciones internas en el nuevo reparto del mundo. Las grandes cumbres de los organismos que buscan gobernar la globalización son -para ellos- tan sólo una especie de nueva Yalta, la famosa conferencia realizada después de la Segunda Guerra Mundial, en la que los países victoriosos pactaron su zona de influencia en el planeta. Por eso, en parte, en octubre de 1998 Ruggiero, entonces director de la OMC, recibió como ''premio'' a su labor un pastelazo en el rostro a manos del Biotic Banking Brigades.

La magnitud y beligerancia de la protesta protagonizada en las calles por los críticos de la globalización neoliberal durante el encuentro de la OMC en Seattle, efectuado en diciembre de 1999, tomó por sorpresa a los funcionarios de los organismos multilaterales de desarrollo, el mundo de los negocios y la clase política creyente en el llamado Consenso de Wa-shington. Su reacción instintiva no fue la de comprender la naturaleza de la movilización que asediaba sus reuniones internacionales y ponía en entredicho sus verdades económicas, sino la descalificación.

El movimiento fue ''explicado'' desde la cúspide del poder como una expresión del malestar ludista finisecular de los nuevos globalizados que se oponían al progreso, como un reflejo proteccionista de quienes buscaban conservar ''privilegios'' sociales de otras épocas o como una versión combativa de un nuevo Woodstock. Se dijo además que no ofrecía nada más allá del rechazo a lo existente.

Ciertamente, la red de redes que integra el movimiento es una coalición que resiste un orden existente y rechaza la pretensión de profundizarlo. Pero eso no significa que en su interior no se hayan formulado propuestas de desarrollo alternativas. La consigna y los trabajos de los dos foros de Porto Alegre, Otro mundo es posible, apuntan en esta dirección. Aunque se trata de un movimiento plural, integrado por un variopinto conglomerado de actores, que ha puesto el acento en el diagnóstico de lo que no se quiere y la acción común para oponérsele, a su interior se han desarrollado un número considerable de propuestas de otros tipos de globalización. No todas son compartidas por el conjunto. Hay quienes creen que no hay más opción que acabar con el sistema capitalista. Sin embargo, algunas de estas iniciativas ya se están llevando a la práctica en varias regiones del planeta; otras requieren de una correlación de fuerzas distinta para poderse hacer realidad.

Estas son algunas de las propuestas elaboradas por integrantes del movimiento.

Deuda externa, deuda eterna

Durante el segundo Foro de Porto Alegre se efectuó el Tribunal Internacional del Pueblo sobre la Deuda. Testigos provenientes de China, Burkina Faso, Malí, Nicaragua, México, Sudáfrica y Zimbawe, entre otros muchos, presentaron testimonios del impacto de la deuda externa en sus países ante un jurado integrado por jueces de verdad, como Dumiso Ntsebeza, de Sudáfrica, y escritores como el egipcio Nawal el Sadawi.

Brian Ashley, de la organización Jubilee South, afirmó: ''Hemos llevado a juicio a la deuda y la estamos acusando de ser ilegítima y de no ser responsabilidad de nuestros pueblos... Es ilegítima porque muchos de quienes la han contraído son gobiernos ilegítimos, como el régimen demarcha_globalifobicos_k8uapartheid en Sudáfrica, la dictadura militar en Nigeria...'' Un participante de India acusó al mecanismo de endeudamiento de ser ''antidemocrático, ilegítimo, genocida y homicida''.

El tribunal consideró que la deuda externa era delito de lesa humanidad

Desde 1982, se han desarrollado en muchos países movimientos contra la deuda externa, asi como propuestas para enfrentar este desafío. Los nuevos movimientos contra la globalización retoman, en este sentido, un camino que lleva muchos años siendo caminado.

Las razones de un combate en este terreno son obvias. La deuda externa del Tercer Mundo alcanzaba en 1982 la cifra de 780 mil millones de dólares. En el año 2000 el monto había crecido hasta los 2 billones de dólares. A través del pago de la deuda externa y de sus servicios se transfieren recursos de los países del sur hacia el norte. En 1998, los 41 países pobres altamente endeudados (PPAE) transfirieron hacia el norte mil 680 millones de dólares más de lo que recibieron ese año, mientras que el conjunto de los países del Tercer Mundo efectuaron traslados netos de recursos al norte por 114 mil 600 millones de dólares.

El peso de esta deuda hace que sea imposible para muchos países un desarrollo independiente. Sus habitantes sufren hambre, enfermedades y falta de educación, mientras sus recursos naturales se devastan. En 1996, el Banco Mundial, el FMI, el G7 y el Club de París prometieron anular 80 por ciento de las deudas de los PPAE. Tres años después, como resultado de la campaña de presión de la campaña mundial para la anulación de la deuda de los países más pobres Jubileo 2000, añadieron 10 por ciento a su propuesta. Sin embargo, cinco años después sólo algunos países habían logrado una efectiva reducción de los montos de sus adeudos.

Muchas fuerzas dentro del movimiento antiglobalización sostienen que la deuda del Tercer Mundo es globalmente ilegítima y su pago no tiene por qué ser exigible. Esa deuda, sostienen investigadores como Eric Toussaint, ''no es tan pesada si la comparamos con la deuda histórica, ecológica y social que han contraído con él los países ricos del norte''. La deuda del Tercer Mundo durante el año 2001 fue de 2 billones cien mil millones de dólares, lo que representa sólo un pequeño porcentaje de la deuda mundial, cuyo monto es de 45 billones de dólares.

La anulación de la deuda pública externa de esos países sin ningún tipo de indemnización a los acreedores representaría, tan sólo, una pérdida de 5 por ciento de sus carteras.

La Asociación en pro de un Impuesto a las Transacciones Financieras

La Asociación por un Tributo a las Transacciones financieras especulativas de Ayuda a los Ciudadanos (ATTAC) es un movimiento de educación popular orientado hacia la acción, surgido en Francia el 3 de junio de 1998, a partir de un editorial de Ignacio Ramonet publicada en el periódico Le Monde Diplomatique en diciembre de 1997. En ella proponía desarmar los mercados financieros, imponiendo un impuesto de 0.1 por ciento a las transacciones especulativas sobre los mercados de divisas -conocido como la ''tasa Tobin''- y redistribuyendo las ganancias con criterios sociales. La aplicación de esta medida permitiría obtener más de 230 mil millones de dólares al año, que podrían ser empleados para estabilizar la moneda, para desarrollar la economía, para financiar la ayuda humanitaria y para paliar otras crisis nacionales o internacionales.

La iniciativa de Ignacio Ramonet retomó una propuesta elaborada por el recientemente fallecido economista estadunidense James Tobin que, durante varias décadas, pasó prácticamente inadvertida. Tobin, premio Nobel por sus estudios sobre los mecanismos de funcionamiento de los mercados financieros, señalaba que en éstos rige más la apuesta que la previsión y el estudio de los movimientos. Según él, un impuesto sobre esas operaciones podría ayudar a un mejor manejo de las mismas. Tobin creía que se podía inducir al mercado a actuar con prudencia ante cada gran operación financiera, introduciendo ''un grano de arena en las ruedas del mercado financiero'', según sus propias palabras. Esta tasa pretendía combatir las excesivas oscilaciones en los mercados de valores.

El éxito de la iniciativa sólo puede ser explicado -al menos parcialmente- como resultado de la precocupación que amplios sectores de la población tienen ante la especulación financiera.

El abandono en 1971 del sistema internacional de cambio, nacido de los acuerdos de Bretton Woods, provocó un aumento considerable de los intercambios de divisas en el mundo. La mayor parte de esos flujos no corresponden a ningún intercambio real de mercancías, sino a la búsqueda de beneficios financieros inmediatos.

Estos movimientos especulativos provocan una gran inestabilidad del sistema monetario y han causado una sucesión de graves y contagiosas crisis económicas. Dichas crisis, como las que afectaron a México en 1994, a Asia del sudeste en 1997, a Rusia en 1998 y a Brasil en 1999, arruinaron en pocos días varios años el esfuerzo de naciones enteras. Además, para ganar la confianza de los inversionistas los países deben ofrecer ganancias cada vez más elevadas a los inversionistas, a costa de las personas que viven de su trabajo, de los ciudadanos y del medio ambiente.

Sin embargo, la introducción de un impuesto como la ''tasa Tobin'' sólo es factible si es aceptado mundialmente, tanto por aquellos países desde los que sale el capital, como los que lo reciben. Requiere de la cooperación de bancos, fondos y otras instituciones privadas, que envían diariamente esos cientos de millones de dólares hacia todo el mundo. Asimismo, implica poner fin a los paraísos fiscales, y a los offshores, que son sociedades anónimas para operar internacionalmente sin pagar impuestos ni dar informaciones en el país donde se han registrado.

Attac ha ganado adeptos rápidamente en muchos países. Capítulos de esta organización se han formado en prácticamente todos los integrantes de la Unión Europea, pero también en Europa oriental, varias naciones de Asia, Estados Unidos y Argentina.

Multitud de parlamentarios han asumido esta propuesta como propia.

Quienes impulsan la ''tasa Tobin'' no creen que sea la panacea para todos los males, pero sí un instrumento de movilización y educación popular. Como concluyó la declaración final de la Cumbre Social Alternativa: ''El impuesto Tobin no es la única solución a los numerosos problemas y reivindicaciones generados por la mundialización financiera. Representa una de las posibilidades movilizadoras del control de los flujos financieros mundiales. Por su simplicidad, sus mecanismos, sus consecuencias, permite alcanzar fines diversos y complementarios. Herramienta pedagógica y propuesta dinámica, permite hacer comprender a los ciudadanos/as por qué las disfunciones sociales, económicas y políticas están ligadas a la mundialización liberal''.

Presupuesto participativo

La ciudad de Porto Alegre es la capital del estado de Río Grande do Sul, en Brasil. Está gobernada por el Partido del Trabajo (PT) -el mayor partido de izquierda de ese país- y ha sido sede de dos foros sociales mundiales que han evidenciado la posibilidad de un mundo distinto al de la lógica del pensamiento único. Si en algún lugar y momento el movimiento contra la globalización neoliberal se ha empeñado en demostrar que tiene alternativas ha sido en esta ciudad.

Pero Porto Alegre no es sólo el lugar de encuentro de quienes resisten. Allí se desarrolla, además, una de las experiencias de participación popular en la administración pública más relevante de América Latina, en la que se comprueba que la práctica política y la gestión gubernamental de la izquierda puede diferenciarse claramente de la derecha: que la izquierda no tiene porqué comportarse como la derecha cuando le llega la hora de ser gobierno. La columna vertebral de esta forma distinta de gobierno local es el presupuesto participativo.

Este último consiste en convocar a la población a discutir y decidir acerca de las obras que el municipio, de acuerdo con sus recursos, debe priorizar. Quienes toman las decisiones sobre la recaudación, las obras que se necesitan realizar y los gastos que se deben hacer no son sólo los técnicos o los gobernantes, sino el conjunto de la ciudadanía. Esta decisión se procesa mediante una serie de debates y consultas.

El análisis y debate colectivos sobre el destino de los recursos públicos ha permitido modificar la lógica tradicional de asignación de los recursos públicos desterrando prácticas clientelares o un sesgo a favor de las franjas de la población con mejores niveles de vida.

El presupuesto participativo es (como lo ha analizado Marta Harnecker), simultáneamente, un instrumento para una mejor redistribución de la renta de la ciudad y una herramienta clave en la planificación y de control sobre la administración local. Aunque no resuelve el problema de la precariedad del financiamiento soluciona el de su distribución con criterios sociales. En un entorno así, la transparencia y rendición de cuentas son una realidad que limita las posibilidades de desvío de recursos o de corrupción. La famosa ''Ley de Hierro de la Oligarquía'', de Michaels -la concentración de poder y burocratización de las instituciones de representación popular- adquiere aquí un contrapeso real.

Fue también en Porto Alegre donde se instaló la Asamblea Pública Mundial para, de acuerdo con la experiencia de presupuesto participativo, debatir y escoger los temas prioritarios para redistribuir los gastos que se dedican a la guerra.

El asunto es serio. El presupuesto militar de Estados Unidos el año que viene será de 380 mil millones de dólares, y el mundo gasta al año en ese rubro casi 800 mil millones. Por cada dólar que la ONU invierte en misiones de paz, los gobiernos del planeta dedican 2 mil dólares a la guerra. Una hora de gastos bélicos sería suficiente para pagar dignamente a 86 mil 400 trabajadores durante un mes. Con el costo de un avión supersónico se podrían equipar 40 mil consultorios médicos. Con la inversión requerida para adquirir un tanque de guerra podrían construirse 520 aulas escolares.

Afirmar -como lo hace el movimiento contra el neoliberalismo- que hay que reasignar los recursos destinados a matar y dominar para vivir con dignidad y libertad es una propuesta sensata. Apostar por la paz en un mundo en guerra es, en sí mismo, una propuesta profundamente transformadora.

El clamor de la tierra

John Hansen, dirigente la Asociación de Granjeros de Nebraska, presume sabermarcha_globalifobicos_rs1 castrar un toro y ordeñar una vaca sin confundir una cosa con la otra, y asegura que el libre comercio es como el sexo: si no se toman ciertas precauciones y limitaciones las consecuencias que hay que pagar son inevitables. Al igual que Hansen, muchos agricultores de países desarrollados desconfían, a pesar de los grandes subsidios que se canalizan a la agricultura -aunque no necesariamente a los pequeños productores rurales- del llamado ''libre comercio''. Tienen razones para hacerlo. Como la tienen los trabajadores, las consumidores preocupados por comer productos de calidad y los vecinos que quieren un medio ambiente limpio.

Ellos ven que los convenios comerciales internacionales sin candados y sin políticas de compensación y sin real gradualidad en su aplicación, son un instrumento que permite que burocracias internacionales asociadas con las grandes corporaciones burlen los controles sociales conquistados durante años de luchas.

Del otro lado de la frontera, los campesinos del sur ven esos tratados con la misma suspicacia que sus contrapartes del norte. La apertura de las fronteras y el reconocimiento de los derechos de propiedad intelectual sobre organismos vivos ha implicado para ellos la quiebra, la migración y la expropiación de conocimientos sobre la naturaleza transmitidos durante generaciones. Prácticamente de la noche a la mañana sus cosechas no valen nada porque entran a sus países granos y productos agrícolas (en muchas ocasiones desecho del norte) con precios subsidiados, o resulta que deben adquirir semillas que han sembrado durante toda su vida a trasnacionales.

No extraña entonces que uno de los componentes más dinámicos de la lucha antimundialización sean las organizaciones campesinas de todo el mundo, muchas de ellas integrantes de Vía Campesina, y que una de las figuras más reconocidas de este movimiento sea un agricultor: José Bové. Como tantos sectores, tienen propuestas de desarrollo alternativas. La agricultura orgánica -cada vez más importante en el mundo entero-, la construcción de mercados justos -en los que los consumidores del norte pagan cantidades adicionales de dinero por productos sanos elaborados por pequeños productores-, el considerar la información genética como patrimonio de la humanidad y rechazar todo tipo de patentes de formas de vida, la oposición a los transgénicos y el uso de semillas criollas avaladas de cientos de miles de años de uso, la validez de políticas nacionales para proteger la agricultura y el medio ambiente son unas cuantas de las iniciativas de transformación social que ha puesto en práctica este movimiento que rechaza ser un lastre del pasado y se reivindica como una reserva de futuro.

Ciudadanía universal

La mundialización neoliberal globaliza el desplazamiento de capitales y mercan-cías, pero cierra las fronteras a los seres humanos. ƑQuiénes son los globalifóbicos? ƑLos que abogan por el libre movimiento de los capitales pero no de la mano de obra o quienes quieren un mundo sin fronteras?

Durante el 2001 murieron -según la Secretaría de Relaciones Exteriores- 387 mexicanos tratando de cruzar la frontera de Estados Unidos para conseguir un empleo. Tres millones de compatriotas viven fuera de su país sin papeles escapando de la vigilancia del Tío Sam después de haber cruzado el Muro del Nopal.

En Italia, Omo Lade, un jugador de futbol del Treviso, proveniente de Nigeria, salió a la cancha en los últimos minutos del partido. Los sectores fachas de la porra abandonaron en protesta el estadio y el alcalde afirmó que se merecían la derrota que habían sufrido. En el partido siguiente todo el equipo salió a jugar con las caras pintadas de negro en solidaridad con su compañero.

Apenas este 20 de marzo, el gobierno italiano declaró el estado de emergencia para combatir la inmigración ilegal. Todos los años quienes promueven la lucha contra el neoliberalismo organizan en Italia campeonatos mundiales de futbol contra el racismo.

El racismo ha crecido en los países del norte al ritmo que llegan los nuevos refugiados económicos. Los recién llegados cargan con ellos una cultura distinta. Muchos no son blancos ni cristianos. Se les ve como sospechosos de querer desintegrar las bases de la cultura occidental y los pilares de la democracia representativa. Junto al racismo abreva el fascismo.

Quienes más firmemente se oponen a la discriminación han formado centros de ayuda y asistencia legal para los migrantes, promueven la solidaridad y la cooperación intercultural y trabajan por conseguirles vivienda; son los integrantes del movimiento contra la globalización. Excluidos ellos mismos, víctimas de la precarización del trabajo y del desmantelamiento del Estado de bienestar, los jóvenes de Barcelona, Gontemburgo o Génova -el ''Pueblo de Seattle'', como se denomina en Italia al movimiento- están construyendo con los migrantes una nueva ciudadanía que se reclama universal. Su propuesta de una nueva Babel tiene una dimensión ética inexistente en quienes apuestan a la segregación y la exclusión racial.

La muerte de Tina

Margaret Thatcher, la Dama de Hierro -recuerda Daniel Singer-, defendía su proyecto neoliberal mencionando insistentemente a Tina: There is no alternative (no hay alternativas). Eran los tiempos dorados de los Chicago Boys y de los Freedom Fighters de Ronald Reagan.

Hoy, las cosas han cambiado. Los Freedom Fighters se convirtieron en los peligrosisimos talibanes que promueven el ''choque de civilizaciones'', los Chicago Boys que manejan las instituciones financieras multilaterales han sido calificados como economistas de tercera por el premio Nobel y ex economista en jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, y la única Tina que sobrevive célebremente después de Chiapas, Seattle y Porto Alegre es, afortunadamente, Tina Turner.

El asedio masivo a las cumbres de los organismos multilaterales, la toma de calles y plazas públicas por multitudes, el cerco simbólico al gobierno mundial de los gerentes, son el terreno en el que se expresa otra soberanía que se niega a ser avasalladas: la de los globalizados.

Las instituciones multilaterales toman decisiones que afectan a millones de seres. Los funcionarios que dirigen estas instituciones no fueron elegidos por nadie sino designados. No debe dar cuenta de sus actos sino a sus jefes. Son un poder transnacional no democrático y sin control de la gente. Su agenda, su visión de cómo debe ser conducida la economía, es la de las grandes empresas.

Los ciudadanos que protestan en esas cumbres expresan un malestar profundo contra ese gobierno supranacional que escapa a cualquier mecanismo de control democrático. No quieren ser víctimas de una globalización que, presentada como ''inevitable'', no hace sino colocar los procesos de concentración de la riqueza en unas cuantas manos. Su indignación no surge sólo del terreno de la moral, sino de su negativa a ser reducidos a la condición de nuevos súbditos. Los movimientos contra la globalización neoliberal han acabado con el mito del Pensamiento Unico. Su acción y sus propuestas anuncian que, efectivamente, otro mundo es posible.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año