MONTERREY 2002
El mandatario francés llama en la cumbre a globalizar la solidaridad
Pide Jacques Chirac aplicación más generosa en las decisiones de condonación de deuda
Convoca a una profunda reflexión sobre las posibilidades de la ''imposición internacional''
ROSA E. VARGAS Y GEORGINA SALDIERNA ENVIADAS
Monterrey, NL, 22 de marzo. En busca de un umbral más amplio que el del mero asistencialismo, el presidente de Francia, Jacques Chirac, se dirigió a las naciones desarrolladas y les pidió hacer una aplicación ''más generosa'' en las decisiones de condonación de la deuda de los países más pobres y otorgar a aquéllas de ingresos medios que se encuentran sobrendeudadas un trato ''más ambicioso''. Habló de globalizar la solidaridad y llamó a hacer una profunda reflexión sobre las posibilidades ''de la imposición internacional''.
En su intervención ante la plenaria de jefes de Estado y ministros que asistieron a la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, Chirac se refirió a uno de los temas que también gravitaron en los cuatro días del encuentro: el terrorismo.
Sin aludir a lo que muchos califican como una acción bélica unilateral de Estados Unidos contra Afganistán, luego del 11 de septiembre, Chirac celebró que el país del norte, ''con apoyo de la comunidad internacional, supo castigar a los terroristas que lo amenazaban''. Dijo que en esa acción los estadunidenses contaron ''con la firme resolución de actuar con firmeza y dentro del respeto del derecho''.
El mandatario seguramente tenía muy claro a qué se refería cuando destacó que ''aquello que es posible contra el terrorismo debe ser posible contra la pobreza'', y pidió a la humanidad crear una coalición para construir una civilización universal en la cual todos tengan un sitio, sean respetados y encuentren oportunidades.
Chirac intervino a primera hora en la plenaria y, como muchos de sus homólogos, aportó nuevos datos al horror de la desigualdad en el mundo. Se refirió al dinamismo económico sin precedentes derivado de la globalización, aunque en paralelo ''más de 2 mil millones de personas viven en situaciones de pobreza extrema'' y se debaten entre el cólera, la tuberculosis y el paludismo; el sida devasta poblaciones enteras y se ha convertido ''en una terrible tragedia humana''.
Hay que globalizar la solidaridad, propuso, porque el desafío de Monterrey no está sólo en encontrar las vías para financiar el desarrollo, sino en cómo terminar con una situación absurda, moralmente inaceptable, políticamente peligrosa y económicamente también absurda: la creciente acumulación de riqueza no es suficiente para permitir a los más pobres librarse de esa condición.
A diferencia de George Bush, quien lo escuchaba en la misma sala mientras aguardaba su turno al micrófono, Chirac sí se refirió a la decisión europea de alcanzar 0.7 por ciento del PIB de los países ricos como aportación para el desarrollo, y destacó que el encuentro de Monterrey debe verse como una toma de conciencia respecto a la magnitud del problema de la asistencia. Hay que poner las miras en el logro de un desarrollo solidario ''en el que cada cual realice su parte de esfuerzo''.
Y es que, con cifras del Banco Mundial, el mandatario francés se refirió a los 100 mil millones de dólares anuales que se requieren para combatir la pobreza, una importante suma que debe situarse con respecto al considerable volumen de los intercambios internacionales, pero que sin duda sería ''una suma modesta'' si se le compara con las ventajas humanas, políticas y económicas que el mundo obtendría al erradicar la miseria.
Hay que moverse en todas las pistas con ese objetivo: incrementar la ayuda pública, hacer una asignación suplementaria de derechos especiales de giro, condonar la deuda de los países más pobres, atender a los de ingreso medio que tienen deudas excesivas y, en general, todo aquello que financie la humanización y el control de la globalización.
Pero en la agenda de los puntos pendientes, Chirac trascendió los del solo apoyo a las naciones con escaso desarrollo. Urgió a aquellos países que no lo han hecho a firmar el Protocolo de Kyoto, y reiteró que debe darse un acuerdo para otorgar nuevos recursos para el desarrollo de los países, crear un consejo de seguridad económica y social y concluir un convenio sobre la diversidad cultural ''que exprese nuestra confianza en la capacidad del hombre para vivir la unidad del mundo en su diversidad''.
Libertad de comercio y democracia
El presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, sostuvo que la cumbre de Monterrey ''fue un éxito, sobre todo cuando hace apenas pocas semanas estaba condenada al fracaso''. No dio más detalles de esa afirmación, pero sin duda se refería a los aumentos en la cooperación que en la víspera dieron a conocer tanto Estados Unidos como los países de la UE.
Prodi insistió en el criterio de rechazo de la Unión Europea a que Estados Unidos grave con un arancel las importaciones de acero. Es una negativa, insistió, con respaldo cuantitativo y cualitativo y no puede justificarse. ''La reacción será moderada pero proporcional, porque no estamos satisfechos y nos encontramos unidos para respaldar a la comisión sobre lo que determine''.
Para Prodi, los planteamientos de Bush en esta cumbre fueron correctos y la ayuda para el desarrollo tiene que darse con eficacia y criterios básicos que deben compartirse entre donantes y receptores.
''No hemos hablado sólo de porcentajes, sino también de libertad, de democracia, de fortalecer la institucionalidad de los países, de propiciar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, de impulsar la libertad de comercio y dedar más posibilidades a la inversión''.