Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 20 de marzo de 2002
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Economía

Alejandro Nadal

El ceremonial de Monterrey

ƑCuánto costaría cortar por la mitad la pobreza en el mundo, alcanzar la educación primaria universal y revertir la epidemia de VIH/sida?

La pregunta es difícil, pero Naciones Unidas estima que para lograrlo se necesita duplicar la ayuda externa que anualmente proporcionan los países más ricos.

Hace 30 años, la Comisión Pearson fijó la meta de 0.7 por ciento del PIB de los países ricos para ayuda al desarrollo. Pero hoy la ayuda externa apenas alcanza 56 mil millones de dólares (mmdd), o sea 0.22 por ciento del PIB de los países industrializados y el mundo tiene que conformarse con gestos de buena voluntad.

Para no llegar a Monterrey con las manos vacías, los países ricos hacen promesas.

La Unión Europea (UE) ofreció en Barcelona aumentar su ayuda de 0.33 a 0.39 por ciento del PIB para 2006. La ayuda de la UE pasaría de 24 a 28 mmdd en ese mismo año. Pero la promesa de Barcelona no es un compromiso firme (como los del Tratado de Maastricht en materia de déficit fiscal o inflación.) Y no es evidente que países como Alemania (que debe reducir su déficit) o España (que carece de recursos) puedan cumplir la promesa.

Por su parte, Estados Unidos, que tiene el peor desempeño en este renglón con 0.1 por ciento de su PIB para ayuda externa, ha ofrecido incrementarla a 0.15 por ciento en los próximos tres años. El ofrecimiento de Bush no altera significativamente las cosas.

Las promesas apenas representan 9 mmdd adicionales dentro de cuatro años, cuando se calcula que la ayuda debe aumentar en 50 mmdd.

Lo peor es que no sólo la ayuda externa es insuficiente, sino que hay problemas estructurales que la contrarrestan. Uno de ésos es el de la deuda externa de los países pobres, problema que se ha agravado en la pasada década. Las estadísticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) revelan que entre 1990 y 2000 la deuda externa total (pública y privada) de los países en desarrollo se duplicó, pasando de 1.4 billones de dólares a 2.6 billones de dólares.

América Latina sigue siendo la región más endeudada, al pasar de 475 a 815 mmdd entre 1990 y 2000. Pero los países de Asia casi triplicaron su deuda externa en ese lapso, al pasar de 274 a 680 mmdd.

La mayor parte de este aumento se explica por el incremento de la deuda de los países de ingresos medios, que pasó de 1.4 a 2.5 billones de dólares. En el mismo periodo, la deuda de los países de menores ingresos (según el Banco Mundial aquéllos con un ingreso per capita inferior a 755 dólares anuales) aumentó de 418 a 572 mmdd. La razón es sencilla: los países de menores ingresos casi no tienen acceso a los mercados de capital.

La deuda externa total de los países menos desarrollados genera intereses por 128 mmdd anuales. Aunque no todo este monto es pagado efectivamente, las erogaciones por intereses gravitan de manera onerosa sobre la política fiscal de los países endeudados.

La Iniciativa sobre Países Pobres Fuertemente Endeudados (HIPC por sus siglas en inglés) no ha podido atenuar de manera significativa el problema. Y muchos de los países ricos simplemente han financiado el perdón de deudas con fondos que habrían sido destinados a la ayuda externa. De este modo, la HIPC aumenta la competencia entre países subdesarrollados sobre los recursos asignados a la ayuda externa.

Para el caso mexicano, el presidente Fox preparó el terreno para Monterrey afirmando que el problema de la deuda ya no es prioritario. Ignora que el pago de intereses superó los 12 mil 500 millones de dólares el año pasado.

Tradicionalmente el pago de intereses es comparado con las exportaciones totales. Pero ese indicador es absurdo. Las exportaciones deben generar divisas para cubrir el costo de las importaciones, y no sólo el pago de intereses. En el caso mexicano, la balanza comercial es deficitaria, así que el indicador de intereses contra exportaciones carece de sentido. El Presidente debería revisar no sólo sus números, sino la lógica de los indicadores que le proporciona el gabinete económico.

En resumen, la Conferencia de Monterrey no ofrecerá soluciones a los problemas de la deuda y de la ayuda externa. Lo superfluo dominará.

Pero el ceremonial hará toda la diferencia. Después de todo, ya lo decía Enrique V (acto cuarto) la noche antes de la batalla de Agincourt: ''Ƒqué tienen los reyes que no tengan los comunes mortales?'' El ceremonial, nada más.

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