Angel Guerra Cabrera
Seis meses después
Pasados unos días del 11 de septiembre, el oficial de la CIA encargado del caso Bin Laden afirmó que de no existir el millonario saudita "habríamos tenido que inventarlo". La declaración resulta más reveladora seis meses después y a la vista del provecho que ha sacado del atentado terrorista el grupo petrolero texano gobernante en Estados Unidos. El presunto objetivo principal de la Operación Justicia Infinita de capturar a Bin Laden, "vivo o muerto" -incumplido hasta la fecha-, no era más que un pretexto para encubrir propósitos inconfesables. Haya o no sido el criminal atentado una fabricación desde dentro del establishment, dio una coartada perfecta al grupo del que el ignorante y primitivo Bush hijo es poco más que la cara visible. Le permitió acometer de manera fulminante y con enorme consenso interno, del que carecía un día antes, el curso de acción más favorable al reposicionamiento estratégico del imperialismo estadunidense en la disputa planetaria por el petróleo, el agua, la biodiversidad y los mercados cuando la economía mundial entraba en una recesión de signo incierto. El dolor, el miedo, la aspiración de los estadunidenses a que se hiciera justicia fueron aprovechados para obtener de éstos un cheque en blanco que permitiera burlar la Constitución y poner en práctica una política de terror en casa y en el mundo por medios militares, diplomáticos, financieros y sicológicos, que eso es la llamada guerra contra el terrorismo. De Afganistán, la intervención militar yanqui se extiende hoy a Filipinas, Georgia y Yemen; la agresión a Irak está decidida y sólo espera por la culminación de los preparativos, la nómina del "eje del mal" crece y ya incluye a Siria y Libia, para no hablar de la insólita amenaza nuclear a China y Rusia, e incluso a países que no poseen armas atómicas. El derecho internacional y las soberanías nacionales han sido abolidos por decreto y la ONU reducida a mero espectador de la nueva aventura imperial. En poco tiempo Washington sentó las bases del cerco militar contra China y desmoralizó lo que quedaba de Rusia. La primera, único prospecto de superpotencia que a mediano plazo puede desafiarlo; la segunda, dueña del mayor arsenal nuclear después del estadunidense. La dócil alianza de Moscú en la "guerra contra el terrorismo" permitió romper la asociación ruso-china en gestación y desvanecer la pretensión del Kremlim de conservar el status de potencia mundial. Washington estableció bases militares en cuatro países ex soviéticos de Asia central y se apoderó de Afganistán, a las puertas de China, así como del petróleo del Caspio que ésta necesita desesperadamente. A expensas de un obsequioso Putin consiguió que Rusia cerrara su irremplazable estación de escucha electrónica en Cuba.
La súbita alianza estadunidense con Pakistán, vital en la "primera fase" de la "guerra contra el terrorismo", exacerbó el conflicto sobre Cachemira con India y acrecentó el peligro de guerra nuclear entre los dos países asiáticos. Esto conviene a Washington porque empuja a India a su lado, socio indispensable para cerrar el cerco contra Pekín, del que el actual gobierno ultranacionalista de Delhi ha dicho que es su "principal enemigo". En Medio Oriente, Estados Unidos busca ahora consolidar y ampliar el control sobre el petróleo del Golfo Pérsico, que exige la liquidación de las resistencias palestina y libanesa, así como los gobiernos de Irak e Irán. Israel es pieza fundamental de este juego.Por medio de la camarilla fascista de Sharon, Washington experimenta contra los palestinos un modelo represivo genocida de alta tecnología que más adelante pueda ser aplicado contra las fuerzas populares que asuman actitudes de rebeldía en cualquier parte.
La creciente injerencia estadunidense en Colombia y en la zona andina, y el plan desestabilizador contra Venezuela han extendido el escenario bélico a América Latina. No es casual que el equipo de Bush para la región esté formado por operadores de la guerra sucia contra los pueblos centroamericanos. Pero esta guerra se libra también contra Europa y Japón, como lo demuestra la medida proteccionista de Bush al acero estadunidense. Quienes dirigen a la superpotencia han perdido el sentido de la realidad al imaginar que pueden dominar el mundo. Vietnam en su día y hoy Palestina prueban que no hay tecnología bélica, por avanzada que parezca, capaz de derrotar la decisión de lucha de los pueblos.
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