Jorge Camil
Los motivos de la democracia
Algunos aseguran que la elección de Vicente Fox fue resultado de un voto por el cambio y tienen razón. Otros, sin embargo (cada día menos), sostienen que ganó la histórica elección merced a su carisma personal y a un ambicioso programa de gobierno: los chiquillos, los changarros, la reforma fiscal integral y el ajuste de cuentas con los fantasmas del pasado (prometió entre líneas - sin llamar al pan, pan, y al vino, vino- investigar los excesos de 76 años de gobierno oficialista). Pero como el hombre propone y el Congreso dispone, los adorables chiquillos (aquéllos de los tamales y el atole) continúan como simples niños de la calle, y los changarros quedaron atrapados entre la recesión económica de la superpotencia y el fundamentalismo de la jihad islámica desatada por Osama Bin Laden. Aquí es donde los motivos de la democracia mexicana comienzan a confundirse: Ƒun voto por el cambio o un voto de castigo? Sólo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, a dos años de la debacle, el antiguo aparato oficialista se prepara para volver a las andadas.
Pudieron reagruparse, lanzar un mea culpa nacional, expulsar culpables, enmendar la plana, limpiar la casa. Pero no: eligieron poner en la ruta presidencial de 2006 a un auténtico emisario del pasado. Al hombre que garantiza el regreso a los jugosos beneficios económicos de los contratos amañados, a los puestos públicos hereditarios, a las virtudes (muy mexicanas) del compadrazgo y a la tranquilidad reconfortante de la presidencia imperial. Lo curioso (y aquí es donde vuelven a aparecer los extraños motivos de la democracia mexicana) es que tirios y troyanos se muestran cansados con el experimento foxista; parecen estar satisfechos con el resurgimiento del hombre que habiendo burlado todas las leyes electorales ahora se prepara para dar un golpe de muerte a la endeble democracia mexicana.
Los priístas de hueso colorado echan las campanas a vuelo o presumen a los cuatro vientos sus motivos de orgullo: necesitábamos a alguien "que pudiera ponerse al tú por tú con Vicente Fox" (como si gobernar fuese un problema de machos), alguien "que metiera la casa en orden". El hombre de la calle, en cambio, extraña el boato de la presidencia imperial, los discursos grandilocuentes, los ademanes majestuosos, la bandera en el pecho, la parafernalia de los secretarios de Estado que portaban oculta la banda presidencial; los tiempos en que la palabra presidencial era la suprema ley de la nación: echa de menos a aquellos presidentes "de antes", como dirían las abuelas, que derivaban su inagotable poder político no de los votos electorales, sino de la magnanimidad presidencial, del mexicanísimo arte de "hacer favores". Existe un proverbio que reza: "cuidado con lo que deseas porque tal vez te sea concedido" y a los mexicanos, que deseábamos al PRI fuera del poder, finalmente nos cayó la maldición gitana. Ahora clamamos al cielo, aunque tal vez un poco tarde: "ni tanto que queme al santo..." Contratistas, empresarios y funcionarios partidistas manifiestan al unísono su frustración con el gobierno actual. Nadie toma decisiones ni asume responsabilidades. šNos ahogamos en la parálisis administrativa! Benditos tiempos en los que las prebendas gubernamentales se ganaban con amistades, comidas y regalos; cuando la cercanía con el presidente de la República podía traducirse en pesos y centavos.
Fox es demasiado realista. No le imprime misterio al arte de gobernar. Las botas, los chiquillos, los changarros no tienen lugar en los corredores del poder. Nos hace falta la línea, extrañamos a los presidentes que eran verdaderos maestros en el arte de "engañar con la verdad". Por eso el triunfo de Roberto Madrazo es visto por muchos como una bendición; la luz al final del túnel, la posibilidad de que los mexicanos nos "dejemos de cuentos democráticos" y regresemos a la normalidad. Tal vez nos sea concedido, como premio a la paciencia que desplegamos durante nuestro ejercicio democrático, el retorno de algunos abominables fantasmas del pasado. Con la voz quejumbrosa que le caracteriza, Carlos Salinas de Gortari, que misteriosamente se encontraba en México durante la elección de Madrazo ("impartiendo una conferencia en la Universidad Iberoamericana"), declaró a los medios de comunicación que Madrazo y Beatriz Paredes, cada uno por separado, le habían enviado un "cálido y respetuoso saludo" que mucho agradecía. Ese tipo de frases hechas, de insultantes lugares comunes que algunos encontramos repugnantes, parecen, sin embargo, complacer a muchos mexicanos. ƑQué vamos a hacer? šViva la democracia!.