Es más difícil combatir la globalización
que a las más terribles tiranías políticas, sostiene
el cineasta Bertrand Tavernier
Mar del Plata, 14 de marzo. El director francés
Bertrand Tavernier llegó a este puerto argentino para presentar
su más reciente película, Déjenlo pasar (Let
him pass) y su presencia fue calificada por los organizadores de ''el
lujo'' de este 17 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Habló
sobre la historia que cuenta en su cinta y sobre la crítica cinematográfica,
y expresó que la cultura y el arte son ''un arma que nos puede dar
algo de calor y coraje, ahora más que nunca. Es la respuesta número
uno ante todo lo que nos amenaza. Ante todas las dictaduras, el integrismo
religioso, el liberalismo económico a ultranza, de la imagen única
y de la globalización''.
En
ese sentido, dijo que ''la pasión artística es una obligación'',
porque es ''más difícil combatir a la globalización
que a las terribles tiranías políticas'', porque en la primera
''no se conoce a los autores''.
De buen humor, Tavernier confesó que su presencia
en este festival obedece a que ''en estos momentos tan difíciles
hay que apoyar y no sólo venir cuando todo está bien'', refiriéndose
a la frágil situación que tuvo la organización de
este festival y a la crisis económica y social de Argentina.
En cuanto a las tendencias del cine actual y la situación
del compromiso de los nuevos directores, recordó que el abogado
de uno de los acusados de los atentados del 11 de septiembre, de origen
francés, le confesó que su cliente ''es alguien que solamente
había visto películas estadunidenses'', y como resultado
''quiso destruir las Torres Gemelas'', pero aclaró que sólo
veía ''cierto tipo'' de películas de Hollywood, aquellas
donde está el germen del fanatismo y el integrismo, para lo cual
''no hay vacuna''.
Abundó: ''La consecuencia es que se ve ahogado
el interés, la curiosidad y el contacto con otras civilizaciones.
El interés por otras referencias, que enriquezcan la visión
y los valores''.
Déjenlo pasar, la película
Bertrand Tavernier presentó su película
como el reflejo de un periodo muy difícil en la historia de Francia,
''que me ha costado tres años de mi vida, y trata de descubrir en
la vida de la gente la ocupación alemana y la vida de los cineastas,
técnicos y el mundo del cine. Tenía ganas de preguntarme
qué hubiera yo hecho en ese momento. Para mí, esta película
es una declaración de amistad para la gente a la que tengo una enorme
estima, porque logró hacer su trabajo a pesar del horror y la censura.
De las prohibiciones. Esta película es una carta de amor a Jean
Aurenche; es para agradecerle todas las películas que hicimos juntos
y haberme dado el gusto por la libertad y la rebelión y el sentido
del humor''.
La cinta de Tavernier se desarrolla en 1942, en París,
durante la ocupación nazi, cuando a iniciativa de Goebbels la compañía
productora de cine Continental busca a los realizadores más prestigiados
para hacer cine. Algunos que aceptan también son parte de la resistencia,
como es el caso de Jean Devaivre, quien registró sus recuerdos en
un libro en el que está basado el argumento de esta película.
En cuanto a las apreciaciones que ha hecho de este trabajo
la prensa francesa, la cual ha señalado que Tavernier no ha sido
lo suficientemente crítico con el ''colaboracionismo'', el realizador
las califica de ''falsas, idiotas y absurdas''. Y sostiene que los críticos
de cine no reconocen cuando se han equivocado, lo cual él sí
hizo cuando hace años se dedicó al oficio.
Más adelante, y a propósito de la escritura
y una anécdota de su padre, que editaba una revista durante la ocupación
alemana en los años 40, Tavernier afirmó que ''una persona
que escribe es tan responsable como una persona que tira con un revólver''.
FABRIZIO LEON DIEZ, ENVIADO