Rodolfo Tuirán
De artificios y prejuicios (Respuesta a Julio Boltvinik)
En su colaboración del 1Ɔ de marzo, titulada Falsas certezas, Julio Boltvinik alude a las "serias" y "enormes dudas" que -según él- despiertan las estimaciones oficiales u oficiosas de la población mexicana. Señala que, por lo general, las cifras de población han sido aceptadas "prácticamente sin discusión". Sin embargo, dice que entre los especialistas existe suficiente evidencia para cuestionarlas.
Boltvinik asume los argumentos y datos de Manuel Ordorica, demógrafo de El Colegio de México, quien encuentra importantes diferencias entre el número de nacimientos que provienen de los registros civiles y el estimado con base en la información de las encuestas nacionales sociodemográficas y los censos de población. El lector interesado en conocer una evaluación detallada de esos aspectos puede recurrir al sitio web www.conapo.gob.mx. Por razones de espacio, aquí me limitaré a señalar que:
1. La evidencia que utiliza Ordorica no es sólida, confiable o concluyente, y con ella, como él mismo lo reconoce, sólo puede "plantear dudas".
2. La misma encuesta, de la cual deriva la información que lo lleva a señalar que el problema del registro múltiple en las estadísticas vitales "es insignificante", también provee elementos para rechazar esa conclusión.
3. Existen varias piezas de información provenientes de otras fuentes de datos que contribuyen a cuestionar los argumentos del autor citado.
Las estimaciones de nacimientos con datos de las estadísticas vitales son empleadas por Ordorica y asumidas por Boltvinik para sembrar dudas sobre el cálculo de la migración internacional. En este punto, los argumentos se transforman de nueva cuenta en simples especulaciones que reflejan, además, un desconocimiento de la vasta literatura en este campo. Existen varios e importantes estudios realizados por equipos de académicos mexicanos y estadunidenses que concuerdan con las estimaciones del Conapo. En ningún caso aportan evidencia para sostener que el saldo neto migratorio en 1990-1995 esté próximo a los niveles sugeridos por ambos.
Boltvinik, además de lo dicho por Ordorica, adereza su artículo con observaciones de su cuño que no puedo dejar pasar por alto, debido a las imprecisiones e inexactitudes en las que incurre. Mencionaré sólo algunos ejemplos (véase el sitio web referido). Para apoyar la aseveración de que existen "enormes dudas" sobre las estimaciones de los tres componentes del cambio demográfico, el columnista dice que "muchos niños nacen y mueren sin haberse registrado nunca". En realidad, la evidencia disponible, proveniente de la Enadid-1997, indica que la magnitud de este problema equivale a la mitad de un punto porcentual de los nacimientos ocurridos en 1990-1996. Con esta evidencia no se justifica decir que hay "enormes dudas". Más adelante, Boltvinik afirma de nuevo que "los tres elementos que forman la ecuación de la dinámica poblacional están sujetos a fuertes errores de estimación". Sin embargo, en lo que toca a la mortalidad, asume, siguiendo a Ordorica, que "el error en las defunciones no puede ser muy grande". Entonces Ƒen qué quedamos?
Boltvinik sugiere, de nueva cuenta a partir de la evidencia presentada por Ordorica (referida a los años ochenta), que "la eficacia de la política de población (....) estaría puesta en duda". En este punto conviene recordar que la proporción de mujeres unidas en edad fértil (de entre 15 y 49 años de edad) usuarias de métodos anticonceptivos se elevó de 47.7 a 63.1 por ciento entre 1982 y 1992. Aquí cabe solicitar al columnista que nos explique cómo concilia lo irreconciliable: la supuesta ausencia de cambios en la fecundidad con la notable expansión de las prácticas de limitación y espaciamiento de los nacimientos en México.
El columnista dice, después de revisar los argumentos de Ordorica, que la certeza sobre el denominador del PIB per cápita "se desvanece y nos ubicamos en un campo de penumbra". Esta afirmación, además de carecer de sustento, no es congruente con sus propias referencias a la elevada cobertura y calidad del censo de población de 1990 y del conteo de 1995. Además, conviene recordar que el país cuenta con series de tiempo confiables sobre población, que derivan de procesos exhaustivos de evaluación, conciliación y corrección de los datos censales.
Finalmente, no deja de llamar la atención en el artículo de Boltvinik que la confianza (o desconfianza) que le merecen las estimaciones (oficiales u oficiosas) de población las haga depender más del espacio donde se originan que del examen riguroso de los méritos teórico-metodológicos y técnicos que las sustentan.