PERDIO EL PRI
El
ejercicio realizado ayer por el Partido Revolucionario Institucional para
renovar su dirigencia de manera democrática por primera vez en su
historia desembocó, tras una jornada en la que prevalecieron las
acusaciones mutuas por irregularidades entre las fórmulas contendientes,
en una suerte de empate técnico, anunciado poco antes de las diez
de la noche por el árbitro oficial de la contienda, Humberto Roque
Villanueva, y en una postergación de la proclamación de los
ganadores que, a ojos de muchos, podría ser en realidad un margen
de tiempo para una negociación interna a espaldas de la militancia
tricolor.
La indefinición estadística en la que culminó
la votación alimenta la sospecha porque, con un universo de 3 millones
de votos, con las herramientas cuantitativas modernas y con los medios
de comunicación actuales, parece sumamente improbable que el aparato
priísta y sus contratistas sean incapaces de ofrecer a la opinión
pública, casi cuatro horas después del cierre de casillas,
una tendencia estadística definida.
Desde esa perspectiva, la aparente prudencia de la actual
dirigencia priísta parece, más bien, expresión de
parálisis ante una confrontación soterrada entre esa planilla
y la de Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, pero tan virulenta como
la que se llevó a cabo en público.
Otro dato desalentador es el volumen de los sufragios:
el último ejercicio de comicios internos del PRI, en lo nacional,
fue la "primaria" de 1999 en la que se otorgó a Francisco Labastida
la candidatura presidencial para las elecciones federales del año
siguiente, y en ella participaron, según las cifras priístas,
más de 13 millones de electores; ayer se habló de menos de
la cuarta parte de esa cifra, lo que ilustra, claramente, el brusco redimensionamiento
experimentado por el tricolor a raíz de la pérdida del Ejecutivo
federal.
Si a lo anterior se suma una añeja historia de
trapacerías electorales, alquimias e intrigas palaciegas, el ejercicio
electoral de ayer no parece ser nada halagüeño para el PRI
sino, por el contrario, un revés en los propósitos de democratización
y normalización de ese instituto político. Ese saldo no debiera
ser motivo de alegría para nadie, toda vez que, aun en la oposición,
el tricolor aglutina y mueve grandes sectores de la sociedad y debiera
esperarse de él un aporte verdadero a la democratización
del país en general.