TOROS
Semivacía, con 2 mil espectadores, la Plaza
México operó ayer como lavadero
Agoniza la temporada menos chica con siete gordos matalotes
de Xajay
Una oreja para Fernando Ochoa Federico Pizarro y Alberto
Ramírez, en la nada
LUMBRERA CHICO
Enormes
burbujas, colosales esferas de agua y detergente, incontables pompas de
jabón subían ayer al aire sereno de la tarde dominguera desde
el inmenso embudo de Insurgentes. Vacía en su totalidad (o con no
más de 2 mil personas, que es lo mismo), la Monumental Plaza Muerta
(antes México) se convirtió en un gigantesco lavadero de
impuestos, deudas empresariales o ganancias ilícitas, durante la
celebración de la decimoséptima ?que no, como dijo la ''empresa'',
décimoctava? corrida de la temporada menos chica 2001-2002.
Para armar un cartel tan poco atractivo como el
de la elección interna del PRI, el ''promotor'' Rafael Herrerías
Olea compró un encierro más de la ganadería neoqueretana
de Xajay que lidiaron gratuitamente, o por los gastos (que también
es lo mismo), el capitalino Federico Pizarro, el michoacano Fernando Ochoa
y el ibérico Alberto Ramírez (otro recomendado de Enrique
Ponce), a quien nadie conoce por sus méritos taurinos más
allá del perímetro de su casa en Castellón de la Plana.
Y así nos fue. Los toros ?gordos, chaparros, de
modesta cornamenta? fueron en general de más a menos, pues salieron
derrochando aparente presencia y cosechando algunas palmas, para cambiar
de opinión acerca de su predestinada tarea en la plaza cuando recibían
la primera vara, a partir de la cual doblaban las manitas, rascaban la
arena, embestían calamocheando y terminaban, pues, demostrando su
mansedumbre y poca fuerza, antes de someterse al puntillero con menos de
media espada en el morrillo.
¿Qué habían hecho Pizarro, Ochoa
y Ramírez para hacerse dignos del supuesto honor de actuar en la
México? ¿Por qué ellos y otros no? Con Pizarro, que
tiempo ha dejó de ser una promesa para convertirse en garantía
de aburrimiento, Herrerías parece tener una deuda impagable, pues
todavía lo sigue recompensando con ''oportunidades'' en reconocimiento
a una tarde de enero de 1998...
En aquel tiempo, Cuauhtémoc Cárdenas acababa
de asumir la jefatura de Gobierno del Distrito Federal y Ricardo Pascoe
era su delegado en Benito Juárez. Deseoso de estar en contacto con
su gente, Cárdenas avisó a Pascoe que iría a la próxima
corrida de toros en la México. Este se lo comunicó a Herrerías,
quien se encargó de conseguir los mejores boletos en el sector de
barreras de sombra. Para más datos, le pidió a Federico Pizarro
que le brindara su segundo enemigo. Pero todo era un cuatro.
Llegado el momento, Federico se acercó a Cárdenas,
le dedicó algunas palabras elogiosas y, cuando le daba la espalda
y le arrojaba la montera, la llamada ''porra libre'' prorrumpió
en una sonora rechifla contra el jefe de Gobierno, misma que toda la prensa
de derecha, la radio y la tele, magnificaron hasta la saciedad. Desde entonces,
aunque su toreo valga menos que nada, Pizarrín torea por
lo menos una vez en cada serial. Ayer se presentó por segunda ocasión
en el presente.
¿Cuál podría ser el primer balance
de esta temporada que agoniza? He aquí la opinión de los
meseros de la birriería El Paisa, ubicada a 50 metros de la puerta
grande de la México. ''De 17 corridas que van, solamente en seis
tardes hemos llenado todas las mesas. En tiempos del doctor (Alfonso) Gaona,
esto nunca nos pasaba. Ojalá Herrerías cumpla su amenaza
y se vaya, como dijo el miércoles en radio, ante la poca respuesta
de la gente'', dijeron, llenos de esperanza.
Para recibir a Despreciado, su segundo de la tarde,
Pizarro se hincó en los medios y fue tremendamente arrollado por
el bicho. Mauricio Portillo, el líder charro del sindicato
de los toreros, saltó a la arena y se lo quitó a cuerpo limpio.
En lugar de brindarle su intento de faena a su salvador, Pizarrín,
siempre siguiendo órdenes, le aventó la montera a la esposa
de Herrerías diciéndole: ''A ti, por todo lo que has vivido'',
y la gente lo rechifló hasta cansarse.
Ante Cartucho, el quinto, Ochoa corrió la
mano por la derecha enardeciendo a la escasa clientela, y pese a que lo
mató de un espadazo deficiente, el juez Ricardo Balderas le otorgó
una orejita. Ramírez confirmó su alternativa sin fu ni fa,
y volvió al montón de donde nunca debió haber salido.