Carencias de espacio y de presupuesto, talón
de Aquiles del recinto, señala su director
El rezago del Archivo del DF es un problema de educación
del pueblo
Es más antiguo que el General de la Nación,
pero pocas personas saben de su existencia
La Asamblea Legislativa debe crear una ley para subsanar
deficiencias, dice Jaime Guerrero
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
El Archivo Histórico del Distrito Federal enfrenta
problemas similares a los de la ciudad: falta de espacio y de dinero. Con
más antigüedad que el General de la Nación, pocos saben
de su existencia o que resguarda uno de los documentos más antiguos
de la América continental: un acta de cabildo fechada en 1524, planos
de la ciudad de México desde 1778, documentos de cárceles
como Lecumberri o Belén; trabajos de José Guadalupe Posada
y miles de hojas con las que es posible retratar cualquier época
en la historia de la capital.
Localizado en la calle de Chile número 8, continuación
de Isabel la Católica en pleno centro de la ciudad, el archivo pasa
inadvertido para la mayoría de los mortales. Sólo llega a
llamar la atención porque ahí se encuentra la cabeza del
Angel de la Independencia que se cayó con el sismo del 28 de julio
de 1957, o por la magnífica puerta de madera que da acceso y que,
curiosamente, era utilizada por los primeros dueños de la casa,
los condes de Heras y Soto, como entrada para los caballos y no como puerta
principal; ésta se ubica justo al lado, en lo que ahora es el número
6 de la calle de Chile. Los dos espacios formaban una unidad, pero con
los siglos fueron separados.
''Uno más y se derrumba''
Hace
unos 15 años ?explica el director del recinto, Carlos Ruiz Abreu?
Chile 6 fue acondicionado para el archivo, pero finalmente el edificio
se destinó al Fideicomiso del Centro Histórico, que se extinguió
el pasado enero. El inmueble aún cuenta con instalaciones de aire
acondicionado, necesarias para la conservación de los documentos,
y sólo falta que las autoridades capitalinas digan ''sí''
para que de inmediato sea ocupado y adaptado para el cuidado del acervo
y oficinas.
En la planta baja se localizan todos los documentos que
conforman el archivo, incluidas 5 mil cajas con la historia de las cárceles
de la ciudad, apiladas cuidadosamente en lo que alguna vez hubo la intención
de convertir en sala de consulta. En el primer piso se ubican las oficinas
del archivo y de la Subdirección de Asuntos Internacionales del
Gobierno del Distrito Federal, una pequeña biblioteca y las oficinas
vacías de la Vocalía del Centro Histórico, que no
funciona desde hace un año.
''Lucho porque nos den esos lugares y otros más
porque estamos saturados'', agrega el funcionario, y expresa que desde
hace varios años no reciben documentos del Archivo de Concentración
para ser valorados como históricos, porque no hay dónde ponerlos:
''No me pueden enviar nada porque una cosa más aquí y el
edificio se derrumba. Además, debemos ser muy cuidadosos con el
INAH porque es un edificio histórico'', y esta característica
impide que el primer piso se utilice para guardar documentos, pues son
muy pesados y pueden afectar la estructura del inmueble, construido en
1760.
Depender del Instituto de Cultura
Jaime Guerrero, presidente de la Comisión de Cultura
de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, precisa que ninguna ley
establece los criterios para decir qué documento es histórico
o, no o después de cuánto tiempo tiene que ser enviado al
archivo. Es necesario, dijo, que la ALDF emita una ley que atienda los
problemas de espacio, las condiciones de trabajo y la infraestructura para
mantener los documentos ''porque de lo contrario es cuestión de
meses o años para que poco a poco se pierdan''. Otro de los aspectos
básicos es que documentos y planos estén a disposición
de los investigadores y pensar más adelante en consultas por medios
electrónicos.
Además, se analiza la posibilidad de que el AHDF
ya no dependa de la Oficialía Mayor, sino del Instituto de Cultura
de la Ciudad de México, y después de la Secretaría
de Cultura. Guerrero y Ruiz señalaron que al director del ICCM,
el historiador Enrique Semo, le interesa la propuesta.
El principal problema a resolver en este momento es el
del espacio, señala Ruiz Abreu, porque las condiciones laborales
no son las adecuadas: en el mismo lugar donde está el acervo trabajan
los responsables de cuidar, ordenar y describir planos y documentos. Las
enfermedades respiratorias son frecuentes debido al polvo y las partículas
propias de los papeles; se deben usar guantes para su manejo, pues de no
ser así es posible adquirir hongos en manos y uñas. Asimismo,
la presencia de seres humanos no garantiza las condiciones de temperatura
y humedad que requieren los documentos para su conservación. Tampoco
hay lugar para ordenar, inventariar y describir los documentos en forma
minuciosa.
Tras conseguir espacios, se deberá buscar más
personal y mejor presupuesto que el año pasado, que fue de unos
6 millones de pesos. Para que funcione ''necesitamos el doble'', puntualiza
el director.
La aberración
La planoteca del Archivo Histórico de la Ciudad
de México cuenta con más de 63 mil planos de calles, plazas,
parques, alumbrado, etc. Los primeros son de 1778 y llegan hasta 1994,
pero cualquier especialista que entre allí se llevará un
disgusto: están colocados en forma vertical, colgados como de un
tendedero, cuando lo correcto es que estén en planeros horizontales.
Al estar colgados ''los planos se deterioran a diario.
Hay algunos que ni queremos tocar porque no tenemos dónde ponerlos.
Esta (la del tendedero) es una forma de ordenar los planos que ahora ya
no se utiliza. No es que hubiera estado mal cuando se hizo porque tal vez
en ese entonces no había la técnica de ponerlos en planeros.
Desde hace varios años nos dicen que es una aberración tenerlos
así''. Pero, una vez más, no hay espacio para instalar los
planeros horizontales ni para ubicar 5 mil cajas con la historia de las
cárceles de la ciudad o para establecer un taller de encuadernación
y restauración adecuado.
Las cajas ocupan un espacio que en principio fue sala
de consulta, sin la temperatura adecuada o sistema contra incendio. Hace
unos años ni siquiera se conocía su contenido y se realizó
un proyecto para rescatar los documentos que en algunos casos estaban sucios
o húmedos. Fue entonces cuando advirtieron que había expedientes
de reos, de las visitas a los penales, juicios, cartas de liberación,
etcétera, de cárceles como Belén o Lecumberri. Se
sabe lo que hay, pero falta una descripción detallada.
A la planoteca y las cajas sigue el taller de restauración
y encuadernación, ''un espacio pequeño donde se cuenta con
lo mínimo. Para restaurar un plano, por ejemplo, se tiene que sufrir
mucho porque no hay dónde hacerlo, y existe una regla no escrita
de que cuando uno de estos documentos cae del tendedero ya no lo colocamos
ahí, sino que hasta donde podemos lo ubicamos en planeros horizontales''.
En el departamento de organización documental se
da el primer paso para ordenar la documentación: en un primer momento
se separa para clasificarla por año, asunto o tema, y después
describirla. Todo lo hace la misma persona.
Sigue el acervo del ayuntamiento de la ciudad de México,
de 12 mil 500 volúmenes, que comprenden de 1524 a 1928, con documentos
sobre policía, cantinas, barrios de la ciudad, prostitutas, carteles,
diversiones públicas, educación; además de autorizaciones
para bailes, corridas de toros, circos, material sobre la época
porfirista e incluso obras de José Guadalupe Posada, ''pero hay
que buscarlos''.
Preservar la memoria
Uno
de los documentos más importantes es un acta de cabildo original
fechada el 24 de marzo de 1524, y ''es uno de los más antiguos de
América continental''. Esta acta le confiere al Archivo del DF una
antigüedad mayor que la del Archivo General de la Nación, cuyo
primer documento original es de 1528, indica Ruiz Abreu.
Aquí también se encuentra un área
para investigadores, pero el espacio sólo permite cuatro lugares,
y a veces se utiliza el tapanco para permitir un mayor número.
En otro cuarto se albergan decenas de cajas con documentos
del gobierno del DF del siglo XIX, pero apenas están en proceso
de ordenamiento. En este lugar y en el acervo del ayuntamiento, los responsables
del archivo ganaron espacio gracias a que los techos de esas construcciones
son muy altos y eso permitió colocar más estantes.
No obstante las carencias, Ruiz Abreu resalta los logros
de las últimas tres administraciones del archivo, ya que hace cuatro
años ''ignorábamos lo que había en buena parte del
acervo. Teníamos 1.5 kilómetros de documentación al
servicio del público y ahora contamos con 4.5 kilómetros
que pueden ser consultados. Se hicieron inventarios que están en
proceso de llevarlos a la computadora para que el investigador no revise
uno por uno, pero no podemos hablar de digitalizar la información,
las imágenes, porque no tenemos el equipo ni el espacio para hacerlo''.
Aún falta conservar el material dañado, identificar el que
no está disponible al público, inventariar muchos legajos
y ordenar la documentación dispersa en diferentes catálogos
para ''que sepamos lo que tenemos''.
Sin embargo, subraya que las condiciones en las que se
encuentra el archivo ''no vienen de uno o dos gobiernos; es un rezago impresionante
al margen de partidos o problemas de presupuesto: es un problema de educación,
de una nación, de un pueblo que no está acostumbrado a conservar
su memoria histórica''.
Y advierte: ''Si seguimos en esta situación los
documentos se van a deteriorar y, eventualmente, a perder. Si una ciudad
no conserva su patrimonio histórico es como un hombre sin memoria''.