Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 3 de febrero de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Política
José Agustín Ortiz Pinchetti

Transición... la vamos haciendo

No comparto el pesimismo generalizado sobre el proceso político que vive el país. No me gusta que los jóvenes vean negro el futuro y que muchos viejos sientan una nostalgia vergonzante por el sistema. Creo que el tránsito entre un régimen y otro no va mal y que puede terminar muy bien.

Si imaginamos que toda la transición puede ser representada por un día, diríamos que el alba se dio en 1968. La hora negra en que el sistema perdió su capacidad de usar el instrumento de la policía. Yo situaría el amanecer entre 1985 y 1988, los años de las rebeliones electorales. La mañana se daría en la contradicción entre el impulso al cambio y los intentos restauradores del salinismo. El mediodía estaría en 2000, cuando al fin se produce la alternancia: como producto de una maduración. Todavía nos falta la mitad de la jornada. El proceso terminará cuando se reorganice el sistema de partidos, haya un sistema de rendición de cuentas y una nueva estructura jurídica (una Constitución) que corresponda a un acuerdo fundamental de los actores políticos.

Esta larga transición es en el fondo un fenómeno de modernización. Y no sólo política, sino económica y cultural. La monarquía sexenal comienza su deterioro cuando declina su capacidad para generar crecimiento. A partir de 1970 no puede sobrevivir sin un endeudamiento externo. A partir de 1982 y en los siguientes 20 años el estancamiento económico y el incremento de las desigualdades sociales dañan irremediablemente al sistema político. Se produce un gran cambio en la mente de las personas. En la forma como imaginan el poder y se relacionan con él. El pueblo es capaz de desafiar a la hegemonía vigente y aprende a exigir, a opinar y votar.

El balance resulta muy positivo. Les invito a leer un artículo de José Woldenberg ("Datos del cambio", Voz y voto, mayo 2001). El panorama electoral ha cambiado de modo dramático en los últimos 20 años. En 1985, por ejemplo, el PRI controlaba prácticamente la totalidad del aparato político. La oposición apenas tenía unos cuantos municipios. Los congresos locales, la Cámara de Diputados, el Senado y la Suprema Corte estaban sujetos al poder de la Presidencia de la República, la que había cumplido ya para entonces 60 años en manos del mismo partido.

Hoy el mapa de la política es multicolor. En cada estado, los tres partidos se dividen las alcaldías. El Distrito Federal es gobernado por el PRD, pero varias delegaciones por el PAN. En todos los congresos locales hay composiciones distintas. En la Cámara de Diputados el PRI ha dejado de ser mayoría desde 1997. En el Senado la composición es también plural. Los gobiernos de los estados 19 son del PRI, siete del PAN y el resto del PRD.

La Presidencia de la República está fuertemente acotada por un Poder Legislativo cuya fuerza crece continuamente. Además desde 1994 tenemos una nueva Suprema Corte de Justicia que está entendiendo su papel como un verdadero poder político y que se ha convertido en árbitro de la disputa por el poder.

Pues bien, todo esto se ha logrado sin violencia ni rupturas. El proceso no ha sido rápido, pero sí pacífico y tendiente cada vez más a ser legal. Lentamente se va cumpliendo el programa que Christlieb Ibarrola preveía como una lejana posibilidad en los años 60: hacer coincidir las fachadas legales con los contenidos de la política real.

Los partidos están aprendiendo a cumplir nuevos papeles. Todos ellos dependieron del eje de la presidencia imperial, y al quebrarse esta entraron en crisis. Están construyendo nuevas formas para luchar por el poder y asociarse entre sí. También lo están teniendo que hacer los sindicatos obreros y patronales. así como las ONG.

Se ha criticado severamente al Congreso por las imperfecciones de la reforma fiscal. Pero el pueblo de México puede acreditarle a sus legisladores el haber impedido una reforma regresiva impopular y peligrosa. No será fácil desvincular su tarea legislativa de sus intereses partidarios inmediatos. Pero mediante el proceso de ensayo y error los políticos van a aprender a actuar con profesionalismo, salvo que quieran desaparecer del escenario.

Es pobre todavía el desempeño de los medios de comunicación electrónica. Pero los espacios que gana la libertad y la crítica en televisión y radio hubieran sido impensables hace 10 años.

El Presidente tiene que soportar críticas y burlas. Continuamente su equipo parece incapaz de actuar, ejecutar, jerarquizar. Pero también el nuevo Poder Ejecutivo tiene que cumplir su etapa de aprendizaje. Hoy los políticos leen con avidez las encuestas. La opinión de la gente común cuenta. Poco a poco se va extendiendo una revolución cultural. Los intereses del pueblo van convirtiéndose en el punto de mira de todo el que quiere actuar, sobrevivir y triunfar en la política. 

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año