MAR DE HISTORIAS

La noche al revés

CRISTINA PACHECO

-Llevo horas gritándote que ya llegué.

-Perdona, no te oí.

-Porque la tele está muy fuerte. Bájale Ƒno? (Pausa). ƑY Silvia?

-Se durmió.

-ƑTan temprano?

-Oye, son las nueve y cuarto.

-ƑLa niña cenó?

-Le ofrecí, pero no quiso. (Pausa). ƑCenas ya?

-ƑQué hay?

-Tortas.

-ƑOtra vez?

-No tuve tiempo de hacer más. ƑPor qué me miras así?

-Por nada.

-Conozco ese tonito...

-Por favor, no discutamos. Trabajé todo el día.

-ƑY crees que yo me la pasé rascándome la barriga? Llevé a Silvia a la escuela, fui a la tintorería...

-ƑYa encontraste la nota de la colcha?

-No, y eso que la busqué en todos los cajones.

-Otro problemita. (Pausa). ƑPediste el gas?

-Sí, pero no vino.

-Pues hubieras salido a buscarlo. Sabes que los repartidores almuerzan con La Güera.

-Pero si me iba, Ƒquién recibía al plomero?

-Pretextos, pretextos, pretextos...

-Eso no es justo.

-Tampoco que me dejes todas las broncas.

-ƑA qué te refieres?

-Pues a que me voy a trabajar confiando en que harás las cosas y luego me encuentro con que nada está bien.

-ƑQué está mal? El plomero compuso la estufa. (Pausa). Tuvo que cambiar la instalación.

-Pero si la cambió en septiembre.

-ƑY yo cómo iba a saberlo? (Pausa). No me lo dijiste.

-Es que no puedo estar diciéndotelo todo.

-Entonces quieres que adivine las cosas.

-No, nada más que te fijes. (Pausa). Sólo de verla uno sabe si una tubería está nueva o vieja. (Suspiro). ƑCuánto te cobró el plomero?

-Trescientos. (Pausa). Le adelanté los cuarenta y cinco que me dejaste. También por eso comimos tortas.

-Te sacó un dineral. ƑPor qué no me llamaste al trabajo para preguntarme?

-Porque sé que no te gusta que te irrumpa y, la verdad, me parece medio feo hablarte a la oficina para que me digas si está bien o mal lo que hago.

-Es natural: hay cosas que todavía no sabes.

-A lo mejor más de las que me imagino.

-ƑDe la casa?

-No, de ti. (Mira el reloj de pared). Son nueve y media, terminas de trabajar a las siete. ƑNo se te hace que es mucho dos horas entre que saliste de la oficina y llegaste acá?

-No fue mi culpa: se me descompuso el coche.

-ƑOtra vez? (Pausa). ƑY ahora qué le pasó?

-El chicote se rompió y tuve que llevarlo al taller. Luego lo revisas a ver si me lo dejaron bien.

-ƑEn cuánto te salió el chistecito?

-En ciento veinte.

-Eso sí es un robo. ƑPor qué no me llamaste para preguntarme?

-Hablé como a las siete y nadie contestó. (Pausa). ƑSaliste?

-Llevé a Silvita a comprar unos esquemas.

-ƑTan tarde? (Pausa). Es peligroso.

-Si hasta esas horas me dijo que los necesitaba, Ƒqué querías que hiciera?

-Pues esperarme para que fuéramos en el coche.

-Llegaste tardísimo. ƑCrees que ahorita hubiéramos encontrado papelerías abiertas?

-No sabía que se me iba a descomponer el coche y te llamé...

-Bueno, ya te dije por qué no te contesté.

-Ay, Dios santo: otra vez estás de mal humor.

-ƑY cómo quieres que esté? Me pasé la mañana cuidando al plomero, después corrí al mercado, luego a recoger a la niña, de paso fuimos a la tintorería. Terminamos de comer y levanté los platos. Te advierto que no los lavé porque no tuvimos agua.

-Mi amor: Ƒpor qué no les pediste una cubeta a los de la gasolinera?

-Ay, no, perdóname. Eso sí no lo hago.

-Yo lo hacía cuando estaba en la casa.

-Lo habrás hecho tú, pero yo no pienso hacerlo.

-ƑPor qué? (Pausa) šContéstame!

-šChingao! Porque soy hombre, porque es lo único que me falta para acabar de sentirme jodido. (Golpes sucesivos en la mesa). Lavo, plancho, tiro la basura, hago la tarea con la niña mientras tú estás en la calle...

-Perdón: en la oficina, que es muy distinto, y trabajando.

-Es lo que dices.

-ƑLo dudas?

-No es que lo dude, pero sé cómo son esos ambientitos. Se prestan mucho para que uno salga a tomar un café con algún compañero, luego a comer o a una pachanguita y después...

-ƑEso es lo que tú hacías? ƑPor eso llegabas tarde y cansadísimo? (Jadeo). Ah, pero eso sí, exigiendo mesa puesta, comida caliente, ropa limpia.

-Perdóname, Lulú: eran tus obligaciones. Se supone que para eso te quedabas en la casa.

-Te digo lo mismo ahora que estás aquí todo el día. (Gesto triunfal). Si vamos a decir las cosas, hay que ser parejos.

-El problema contigo es que siempre quieres tener la razón y más ahora. Pero conste que aguanto vara porque a un pin-che-de-sem-plea-do como yo no le queda de otra. El refrán es muy sabio: "El que da el pan impone la ley". Y como tú ganas el dinero para que comamos...

-No puedes hacerme esto. (Voz temblorosa). A cada momento me sales con lo mismo, como si yo tuviera la culpa de lo que te pasa. Pero yo no te quité el trabajo ni te he reclamado nada. Pensé que debía ayudarte y por eso volví a la oficina.

-Y estoy muy agradecido, pero de allí a que quieras mangonearme hay mucha diferencia.

-ƑMangonearte sólo porque te dije que debiste pedir agua en la gasolinera? Perdóname, pero estás mal.

-Tú también: no me comprendes. (Baja el tono de voz). ƑSabes lo que siento cuando los vecinos salen a trabajar y yo me quedo aquí entre puras señoras?

-No te quejes: bien que te gustan y además con ellas sí eres muy platicador. Cada que me las encuentro me dicen: "Ay, qué tratable, qué simpático es su marido."

-ƑA poco vas a prohibirme hablar con las vecinas?

-No te hagas tonto. Sabes muy bien que una cosa lleva a la otra. (Mira el techo). Te ven solo, se enternecen, las ayudas... Y esa es otra: dicen que les resuelves todos sus problemas, desde subirles el tanque de gas a la azotea hasta...

-ƑQué quieres? Me gusta ser útil.

-Con otras, porque conmigo no. Te pido un favor y me sales conque no te interrumpa o que estás cansado. Ah, pero si una vecina te da la molestia, entonces corres a servirla.

-Ahí muere. Vienes muy cansada y cuando estás así tomas a mal todo lo que digo. (Ricardo da media vuelta). ƑTe hago una torta o prefieres acostarte? šChingao!, Lourdes: no me dejes hablando solo porque eso sí no lo aguanto!