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Ť Se meten donde hay problema para chingar a los autónomos, dicen en Francisco Gómez
Acusan a grupo cafetalero de dividir a indígenas
Ť El pasado 15 de enero entraron más de 70 al municipio y agredieron a los pobladores
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
Nuevo Poblado Javier Lopez, Chis. 18 de enero. Adelante de la desviación de Toniná a Taniperla, una tabla colgada a orillas de la terracería indica, en letra rudimentaria, que aquí empieza el Nuevo Poblado. Tres hombres resguardan, nerviosamente, el acceso. Un camino sube hasta el caserío donde habitan alrededor de 30 familias indígenas, en estas "tierras recuperadas" en 1994, después del alzamiento zapatista, y que se constituyeron en comunidad en 1997.
La localidad todavía es conocida en los alrededores como Chamizal, nombre de la finca ganadera que hubo aquí. Hoy pertenece al municipio autónomo Francisco Gómez, cuya circunscripción llega hasta las puertas de Ocosingo.
Aquí se suscitó un choque la noche del día 15, cuando un grupo grande de miembros de la Orcao atacó a los pobladores zapatistas del lugar. Pasada la tormenta hay una cala chicha. Y un nuevo problema declarado entre la organización cafetalera y las bases zapatistas. Según dijeron ayer a La Jornada los miembros del concejo autónomo de Francisco Gómez, la Orcao "anda reclutando gente con la promesa de proyectos productivos del gobierno, de ganado, de miel, y aprovecha para crear división".
Un centenar de hombres, mujeres y niños, tzeltales todos, con palos en las manos rodean la casa donde se encuentran los representantes de la comunidad. Al llegar este enviado se cubren el rostro con paliacates. Los hombres se bajan los pasamontañas. Un hombre de edad pide a las familias que se aproximen a escuchar.
Creyendo corregirlo, digo que no vine a hablar, sino a que ellos hablaran. "Pues por eso mismo. Van a escuchar lo que nosotros mismos decimos", replica el hombre. El mismo será quien hable en representación de la comunidad.
Modestas casas de madera, que denotan gran precariedad, pruducen una contradictoria sensación. Aquí se intenta practicar la autonomía bajo un régimen de propiedad comunal que va encontrando en su camino constantes acechanzas.
La historia no empezó ayer, ni antier
Por momentos interrumpido por otros de sus compañeros, para aclarar o agregar detalles, el representante de la comunidad hilvana esta historia de división inducida con promesas de dinero gubernamental. Una historia que no es nueva en sí, pero que desde el año pasado involucra a organizaciones perredistas que fueron afines al zapatismo, participaron en la gestión autónoma y la resistencia, y hoy exigen títulos de propiedad, e incluso la expulsión de las bases de apoyo del EZLN de las tierras recuperadas y los nuevos centros de población que han surgido en distintas partes de los valles y cañadas de la selva Lacandona.
"El problema no empezó ayer ni antier. Hace tiempo que un ex compañero, Antonio Gómez, quiso enraizar el problema de la división. Primero empezando por el sitio. Mucho problema provocaba con otros compañeros, pues fue juntando partidarios. Hace tres años empezaron a hacer división con el trabajo del campo. Donde quiera quieren trabajar, sin respetar. Por acuerdo de todos, tenemos un límite en este pueblo. Pero Antonio piensa que la tierra es de él. Al principio él era cardenista -dice el de la voz, en referencia al extinto partido político conocido como El Ferrocarril-, y cuando fue nuestro levantamiento del primero de enero, el dueño de Chamizal, Javier Robelo, se fue.
"Primero se posesionaron aquí los cardenistas. Cuando nos autorizó nuestra organización, venimos a construir el poblado. Unos cardenistas pasaron a compas, se volvieron zapatistas con nosotros, y aceptaron nuestros acuerdos; otros se fueron, porque dijeron que no les convenía.
"Antonio, el del problema ahora, al principio se portaba bien con el trabajo. Pero luego empezó a hacer su modo. No aceptaba las partes iguales. No tomaba en cuenta lo de los demás. Que él mandaba solo. Ya ve usted que la organización zapatista tiene mucho perdón. Vinieron las autoridades autónomas a hablar con ellos. Hicieron acuerdo, que él no cumplió. Los de Antonio no entendieron, dijeron que aceptaban sus errores, pero no fue cierto.
"Para mostrar su fuerza, empezó a trabajar dondequiera, sin que le importara su trabajo, provocando. Compró su motosierra y empezó a cortar árboles y vender madera y leña de la comunidad. Se llevó roble, ocote. Lo denunciamos, pero nunca respetó. Y luego no trabajó los campos que tumbó, nomás los echó a perder. Así hacía él solo, pero como vieron que no pasa nada, otros cinco se juntaron en grupo el 26 de noviembre de 2001. Y se pasaron a la Orcao.
"Hay trabajo de servicio de la comunidad, y trabajo colectivo. No lo hacen. Luego trajo a su hijo, que tiene un su ranchito cerca de la Universidad (Tecnológica) de la Selva. Tenían plan de hacer problema. El mismo 26 viene uno de su grupo a pelear con un pico contra nosotros, pero no se lo permitimos.
"Para calmar las cosas paramos el trabajo, y tomamos acuerdo de que haya un grupo de desacuerdo. Fuimos a Francisco Gómez a consultar con las autoridades. Queríamos un acuerdo, no pelearnos. Unos de ellos habían dejado sus tierras, y en los acuerdos de la comunidad dice que si uno deja su tierra, se les da para vivir a otros compas.
"Hicimos acuerdo de darles chance de trabajar y sacar su cosecha en tres meses. Pero ellos empezaron a sacar madera sin permiso del poblado para construir una tienda y hacer su gana. Allí empezó el problema de este día 15. Fuimos los compañeros para hablar con el grupo de Antonio -que se compone de cinco familias y un total de 12 hombres- para decirles de buena forma que no tienen derecho. Ellos se alteraron y sacaron sus machetes. Se los tuvimos que quitar y a tres los metimos presos. Otros golpearon con palos y piedras a unos compas y se echaron a correr.
"Todo el día tuvimos los detenidos, y ellos dijeron que querían un buen arreglo. A las 4 de la tarde levantamos acta con lo que dijeron. A las 9 de la noche llegaron los de Orcao. Unos 70, estaba oscuro. Vinieron directamente a pelear. Traían piedras, garrotes, tiradoras, cadenas, machetes. Nos defendimos. Golpearon feo a un compañero, le rompieron su boca a pedradas. Otro compa lo llevaron a la cárcel de Ocosingo, querían que se fuera a Cerro Hueco. En el camino a la cárcel lo fueron golpeando. Ya fue la policía la que no lo golpeó, y la mañana siguiente lo dejó ir.
"Después vinieron dos padres de Ocosingo y uno de derechos humanos para mediar entre la Orcao y nosotros. Todavía no hay acuerdo. Los de Orcao quieren que nos salgamos. Ayer vinieron otra vez los sacerdotes, para preguntar dónde va a ser el diálogo. Pero cómo diálogo, si los de Orcao nos acusan de invasores. Rápido aprovechó esa organización para meterse en el problema. Así están jalando gente, como que buscan dónde hay problema para poder chingar a los autónomos".
El hombre da por terminada su relación de los hechos. Los indígenas, que lo han escuchado en silencio, miran con ojos severos a este enviado. Entre la expectación y la gravedad en su actitud, permanecen allí, inmóviles, apoyados en sus palos, en guardia.