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Ť Tema del reciente número de Biblioteca de México
Los diccionarios en castellano, sin la altura de la lengua: Zaid
Ť Moliner, mejor que la Academia, escribe García Márquez
CESAR GÜEMES
Han sido lo mismo cofres del tesoro que grandes y fastuosas tumbas, aunque seguro coto de caza para quienes entienden que el pensamiento se organiza mayormente en palabras. Los diccionarios, ese género literario tan poco atendido en lengua castellana en contraparte con la inglesa o la francesa, son el tema de la más reciente entrega de la revista Biblioteca de México, titulada ''Dice el diccionario'', con una separata ya clásica, el Diccionario de convencionalismos, de Gustave Flaubert.
Ahí están, aunque a simple vista y con la necesaria dosis de paradoja parezcan invisibles. Una búsqueda por las librerías del país arroja el siguiente saldo: en una sola librería nacional pueden encontrarse al menos mil diccionarios dedicados a una variedad de temas que se parece a la misma cifra.
En el caso de ''Dice el diccionario'', la lista de trabajos reproducidos, del orden de 32, abarca desde Antonio Alatorre hasta Gabriel Zaid. Ahí encontramos, de la pluma de Pablo Neruda, la Oda al diccionario, que dice en una de sus partes: "Diccionario, una mano/ de tus mil manos, una/ de tus mil esmeraldas,/ una/ sola/ gota/ de tus vertientes virginales,/ un grano/ de/ tus/ magnánimos graneros/ en el momento/ justo/ a mis labios conduce,/ al hilo de la pluma,/ a mi tintero".
Sobre un clásico, o más bien una clásica, escribe García Márquez sobre María Moliner: ''Para decirlo del modo más corto hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi tres mil páginas en total que pesan tres kilos, y viene a ser en consecuencia más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y a mi juicio más de dos veces mejor".
Dedicado al lenguaje como poeta y ensayista, Gabriel Zaid afirma contundente: "Las grandes lenguas merecen grandes diccionarios, y sería de esperarse que una gran literatura incluyera en sus obras este género. El diccionario de Johnson, el de Webster, el Oxford, parecen dignos compañeros de Shakespeare; y lo mismo sucede en otras lenguas, pero no en español. Tenemos una literatura digna de alternar con las mejores, pero no un conjunto de diccionarios semejante. El Diccionario de autores y el Corominas son estrellas de una constelación que todavía no existe".
Jorge Luis Borges confiesa, sencillo: "Para un hombre ocioso y curioso (yo aspiro a ambos epítetos), el diccionario y la enciclopedia son el más deleitable de los géneros literarios. Para los trabajos de la imaginación no hay mayor estímulo".
El nuevo número de la revista Biblioteca de México incluye también, entre otros varios trabajos, un análisis sobre el diccionario de la Real Academia a cargo de José G. Moreno de Alba, una charla sobre el tema entre Antonio Alatorre y Rafael Vargas, tres poemas del portugués Affonso Romano de Sant'anna, dos textos más sobre Moliner a cargo de María Antonia Martín y Manuel Seco, el plan para un diccionario de la lengua inglesa ideado por Samuel Johnson, la siempre inquietante prosa de Anthony Burgess en un artículo titulado "El hombre detrás del Oxford English Dictionary", una selección de definiciones contenidas en el Diccionario del diablo que escribiera Ambrose Bierce, un texto de Miguel Angel Morales dedicado a los diccionarios mexicanos, un singular trabajo de José Antonio Millán sobre un no menos peculiar volumen, el Diccionario inverso de la lengua española, y un breve poema de Rafael Cadenas, escritor venezolano nacido en 1930, que dice a la letra:
"Nunca he sabido de palabras/ tanto como quise.// Relegadas en un tiempo,/ no me buscan.// Yo también tengo, Auden,/ the best dictionaries that money can buy.// Piezas que se alinean/ con ahogo.// Nuestra vida es ardua,/ queda atrás,/ hierve.// No quiero estilo/ sino honradez."
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