MAR DE HISTORIAS
Un año más
CRISTINA PACHECO
Alicia gira la cabeza sobre la almohada y sonríe al ver que Ernesto duerme junto a ella. Despacio, levanta el brazo y mira su reloj: ocho y cuarto. De seguro sus compañeros siguen en la oficina celebrando con anticipación la Navidad. Siente ganas de tomar el teléfono y llamarlos para decirles: "ƑSaben dónde estoy? En un hotel con Ernesto. Se me olvidó mi regalo. Les encargo que me lo guarden. Nos vemos el lunes."
Para ocultar su risa Alicia se cubre con la sábana. Huele a humedad y a desinfectante, igual que su departamento. Acabará de pagarlo dentro de veinte años. Para entonces las paredes habrán recibido otros tantos cambios de pintura, por todas partes abundarán los recuerdos: menús, fotos, vasos con logotipos. Quizás en medio de tantos objetos luzca como un trofeo la llave de este cuarto de hotel decorado con una marina. El cuadro está chueco. Alicia lo notó desde que entraron allí. Estuvo a punto de enderezarlo pero el arrebato amoroso de Ernesto se lo impidió.
Ese pequeño detalle formará parte del relato que tendrá que hacerles a sus compañeras de oficina cuando la acosen en el comedor de empleados o en el baño. Le exigirán que les diga cómo le fue con Ernesto y si piensa volver a verlo en ese plan. Alicia decide que responderá adoptando una actitud cínica: "No me importa. Si se dan las cosas, qué bueno; y si no, Ƒquién me quita lo bailado?" Alicia se estremece y cierra los ojos decidida a concentrarse en lo que está viviendo y aún no debe ser un recuerdo.
II
La risa de una pareja que cruza el pasillo le recuerda a sus compañeros. Está segura de que permanecen en la oficina porque las fiestas siempre son iguales. Comienzan cuando Leonor saca de su locker dos manteles de plástico adornados con nochebuenas y los extiende sobre los escritorios vacíos.
A partir de allí cada uno cumple con la tarea que le corresponde y ha venido realizando durante años: Pascualito se brinda a traer los refrescos y le pide a Efrén que lo ayude con las bolsas de hielo. Rebeca levanta cerros de botanas sobre platos de cartón. Marcia distribuye a toda prisa los vasos de unicel. Olegario se queja de que aún no ha llegado el pedido. Eduardo pregunta como siempre si bastará con una caja de tacos de canasta. Haydée asegura que será más que suficiente y recuerda que el año pasado sobró mucha comida. Iván despliega sobre su escritorio un muestrario de botellas que incluye una de Bayles. Don Claudio la levanta y se la muestra a Rosina: "Para que se caliente la garganta."
Todos suspenden su actividad y se vuelven hacia Rosina. La contadora sonríe complacida, inclina la cabeza y jura que este año no cantará porque tiene algo de gripa. "Mejor. Ronquita su voz se oye más sexy", afirma Yolanda con un acento burlón y provocativo mientras dobla servilletas de papel.
Malhumorado, Virgilio consulta el reloj y pregunta si alguien invitó a los agentes de la fiesta porque van a dar las tres y no llegan: "Luego se hace muy tarde." Yolanda dice que ella se encargó de citarlos. Iván destapa la primera botella: "ƑA quién le sirvo?" Sergio levanta la mano y pide que lo secunden, que no lo dejen morir solo. Virgilio condesciende: "Bueno, también sírveme una." Yolanda levanta su vaso y antes de proponer el brindis grita: "šAlicia, ya deja la computadora y vente con nosotros!"
Alicia se recuerda sonriendo y diciendo que la esperen a que termine porque no quiere dejar pendientes para el año que entra. Siempre la abuchean en broma. Iván y Virgilio corren a su escritorio, se colocan a ambos lados de su silla y juran que no se moverán de allí mientras no cierre su computadora. Cuando accede, escucha aplausos.
III
Esta vez todo fue igual, excepto que los agentes llegaron a las cuatro de la tarde. Han sustituido sus nombres por los de las plazas que cubren: El Puebla, El Nuevo León, El Colima. Ernesto, recién contratado en la empresa, anunció que acababan de designarlo para Oaxaca. "šMi tierra!", exclamó Alicia orgullosa. Virgilio golpeó en el escritorio: "Si me permiten quisiera hacer un brindis a la memoria de Conchita López."
"Ay, tan linda", suspiró Yolanda. Ernesto le preguntó a Alicia de quién se trataba. "Una compañera a la que todos quisimos mucho. Murió hace dos años." Leonor suspiró: "La encantaba Cruz de olvido. ƑPor qué no la cantas, Rosina?" Todos gritaron: "šSí, que cante, que cante...!" La contadora se negó: "šCómo creen! Ando bien agripada. Otro día que tenga bien mi voz, con mucho gusto."
Ernesto le encargó su vaso a Alicia y se acercó a Rosina: "Si quiere, le hago segunda." La contadora volvió a resistirse. Ernesto la tomó de las manos y, mirándola a los ojos, empezó a cantar hasta que ella lo siguió. Cuando terminaron se escuchó un gran aplauso. Yolanda sugirió que formaran un dueto. Iván propuso un brindis "por los artistas". Se oyeron peticiones: "Canten Dos gardenias". "Mejor Mujeres divinas". Ernesto miró a Alicia y le preguntó cuál era su canción predilecta. Ella respondió que Dos minutos. Ernesto quedó atónito, como si hubiera recibido una descarga. Alicia preguntó qué sucedía. El respondió emocionado: "Era la predilecta de mi madre." Después la cantó mirándola a los ojos.
La galantería de Ernesto provocó murmullos y sonrisas maliciosas. Alicia se sintió halagada por primera vez en muchos años. Yolanda se acercó y con el pretexto de ayudarla a servir otras raciones de comida, la arrastró al fondo de la oficina: "ƑQué vas a hacer?" "ƑCon qué?", preguntó Alicia. "Si se te lanza." Alicia casi gritó: "ƑA mí? šEstás loca! Podría ser su mamá". Yolanda le dio un codazo: "O su mamacita... Yo que tú no lo pensaría dos veces."
Interrumpió la confidencia el grito de Iván: "Orale, ustedes: déjense de chismes y vénganse a bailar." Yolanda lo interpretó como una invitación y contoneándose al ritmo de la música fue al encuentro de su compañero. Alicia se quedó sola. Sonreía mirando a las parejas tratando de no darle importancia al hecho de que Rosina bailara en brazos de Ernesto.
Al terminar la pieza Virgilio anunció que el ron se había agotado. Iván y Ernesto se ofrecieron a ir por otra botella. Yolanda se acercó a la grabadora y se quejó de que no hubiera cintas más bailables. Narciso prometió encargarse del repertorio musical la próximo Navidad. Haydée comentó: "Eso dices cada año."
El comentario aumentó el desánimo de Alicia. Discretamente se acercó a su escritorio. Tomó su bolsa, resuelta a salir sin despedirse. En la puerta se tropezó con Iván: "ƑA poco ya te vas?" Alicia justificó su huida: "Es muy tarde y no quiero llegar sola a mi casa." Ernesto le tendió los brazos: "No te preocupes. Yo te llevo. Vente, vamos a bailar."
Alicia no pudo resistirse. La dicha de encontrarse abrazada por Ernesto aumentó cuando él aludió a las coincidencias en su vida. Oaxaca, la canción predilecta de ambos... Ella le preguntó cómo era su madre. El echó la cabeza hacia atrás y los ojos se le llenaron de lágrimas. Alicia se acercó más a él, como para protegerlo del recuerdo triste.
Estuvieron bailando mucho tiempo. Iván dijo: "Señores: la última y nos vamos, porque ya se acabó el pomo." Leonor bebió un trago y empezó a meter en una bolsa de plástico los restos de comida. "ƑQué haces?", le preguntó Virgilio. "Voy a guardar los manteles para que los usemos el año que entra."
Alicia sintió un mareo. Ernesto lo atribuyó a la bebida pero en realidad se lo provocó la perspectiva de otra celebración idéntica a todas las anteriores. El horror la inspiró a pedirle a Ernesto que se la llevara. "ƑAdónde yo quiera?" Ella asintió. Necesitaba que ocurriera algo que con el tiempo se transformara en un recuerdo en el que pueda refugiarse cuando otra y otra y otra vez Leonor saque sus manteles blancos, Pascualito se ofrezca a traer los refrescos y Rosina jure que este año no cantará Cruz de olvido.