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Miguel Angel de los Santos
Acteal: justicia a medias
La liberación de seis paramilitares implicados
en la masacre de Acteal confirma el fracaso de la Procuraduría General
de la República (PGR) en el proceso penal para demostrar la responsabilidad
de los implicados. Ya antes fracasaron en su intento de someter a proceso
a los miembros de Paz y Justicia, quienes fueron liberados semanas después
de su detención.
Pensar que los implicados en la masacre de Acteal fueron
liberados porque el juez no evaluó debidamente las pruebas tiene
poco sustento en este caso, ya que a la vez que fueron absueltos seis,
fueron condenados 35. Así, si el Poder Judicial tuviera el interés
de dotar de impunidad a los implicados, habría liberado a todos;
además el caso se irá a revisión y probablemente la
resolución del juez sea confirmada.
El
problema con las detenciones de paramilitares es que se nos presenta el
acto de la detención como justicia; pero las consignaciones muchas
veces se sustentan en investigaciones deficientes que no recogen las pruebas
necesarias para conseguir sentencias condenatorias. El caso Acteal es un
claro ejemplo de ello: los detenidos sólo fueron en su mayoría
autores materiales y algunos mandos medios de corporaciones policiacas
estatales. Aunque todos sabemos que la cadena de responsabilidad llega
hasta los altos funcionarios de la administración de Julio César
Ruiz Ferro, y probablemente mandos militares, a éstos la justicia
no los alcanza. Lo anterior revela una investigación ministerial
manipulada, cuyo objetivo ha sido disminuir los reclamos de justicia en
el caso.
La liberación de los paramilitares desde luego
que tendrá un impacto peligroso en la zona de Chenalhó, como
sucedió en la zona norte, porque los paramilitares regresan victoriosos
y ostentando impunidad. De por sí la paz que construye el gobierno
del estado en la zona de Chenalhó se sustenta en dinero y pende
de alfileres. El proceso de reconciliación comunitaria que presume
el gobernador Pablo Salazar se basa en la compensación económica
y apoyos para la producción sin hacer justicia, sin castigar a los
paramilitares.
Por eso resultan hipócritas sus declaraciones de
rechazo por la liberación de los implicados en Acteal, aunque también
revelan la doble faz de su política hacia los paramilitares: mientras
rechaza que liberen a los de Acteal, negocia con los paramilitares de Paz
y Justicia, como lo reveló recientemente Cristóbal Gómez
Torrez, uno de los dirigentes de ese grupo, entrevistado por el corresponsal
de La Jornada en San Cristóbal de las Casas: "Yo ahorita
lo que estoy viendo es la cuestión de la pacificación, la
reconciliación y las pláticas con el gobierno" (17/11/01).
El castigo a los grupos paramilitares en Chiapas requiere
que la PGR lleve a cabo investigaciones profundas y sujete a proceso no
sólo a quienes actuaron directamente en los crímenes, sino
a quienes diseñaron, financiaron y sostienen a los paramilitares.
Y este compromiso también lo debe asumir con hechos el gobierno
del estado, no sólo actuando en los delitos que son de su competencia,
sino coadyuvando en la investigación de la Procuraduría General
de la República.
Una de las razones por las que la PGR atrae las investigaciones
de paramilitares fue el hecho de que autoridades estatales de administraciones
pasadas se encontraron involucradas con los paramilitares, y también
por el contrasentido que representaba que la Procuraduría de Justicia
de Chiapas investigara a los funcionarios del estado. Pero hoy el panorama
es distinto; se supone que el gobierno de Salazar es diferente, que la
procuraduría estatal es confiable; sin embargo, la impunidad continúa.
A un año de un nuevo gobierno estatal y federal, la conclusión
es obvia: tanto el gobernador de Chiapas como el Presidente de la República
se resisten a enfrentar el pasado y a terminar con la impunidad.
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