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Ť Medios electrónicos e impresos resienten
efectos en la libertad de expresión y crítica
Nueva ola de fervor patriótico en EU inunda
el ciberespacio
JENARO VILLAMIL
"¡Clávalo, por América!", "¡obtén
tu muñeco vudú de Osama Bin Laden!" "Complétalos con
los pins patrióticos de color rojo, blanco y azul", reza
la propaganda del sitio Osamapinladen.com, promovida por el consorcio
mediático de la Fox News para que cualquier ciberadicto pueda comprar
por 10 dólares una réplica del personaje más demonizado
en los últimos tiempos por Estados Unidos. El sitio aclara que "15
por ciento de las ganancias serán donadas a la fundación
Twin Towers", creada a raíz de los ataques del 11 de septiembre.
El
dueño de la Fox, el magnate australiano Robert Murdoch, fue uno
de los primeros empresarios radicados en Estados Unidos en apoyar la autocensura
en sus noticieros, justificándola por razones "patrióticas".
Como esta página web, cientas similares han surgido
en Estados Unidos en los últimos tres meses para promover el fervor
patriótico y, por supuesto, para borrar las fronteras entre nacionalismo
y belicismo, entre la censura y lo "políticamente correcto", entre
la xenofobia y la promoción del odio contra los musulmanes o todo
lo que huela a amenaza terrorista extranjera, use turbante o ande barbado.
En esta nueva ola de fervor patriótico, el ejército
estadunidense también ha buscado capitalizar el uso del ciberespacio.
A través de links promocionales aparecidos en las páginas
de Yahoo!, AOL y otras grandes compañías de Internet, promueve
entre los jóvenes la adhesión a la campaña militar
en Afganistán.
En la televisión comercial estadunidense se transmite
el nuevo spot de 30 segundos del presidente George W. Bush donde
equipara el turismo a una actividad "patriótica" en estos tiempos
de miedo del ciudadano común estadunidense y de franca recesión
económica. El anuncio que se transmite desde hace algunos días,
forma parte de una campaña publicitaria de 20 millones de dólares
de la Casa Blanca para fortalecer la imagen presidencial.
Osamafobia y censura
Prácticamente
ningún gran espacio mediático se ha quedado al margen del
brote patriótico y de su contraparte: la "osamafobia" o "talibanfobia".
Por ejemplo, el sitio About.com, el "Internet humano", promueve una encuesta
con la pregunta: "Si Osama Bin Laden es capturado y encarcelado, ¿debería
recibir la pena de muerte?". El 56 por ciento de los 13 mil 884 votos que
se registraban hasta el 11 de diciembre opinaba que sí, mientras
38 por ciento consideraba que la pena capital era incorrecta.
En otros sitios abundan los anuncios comerciales del papel
higiénico con el rostro del dirigente de Al Qaeda; la Barbie-talibán,
muñeca completamente tapada con una burka color morado, los
cartones de western con las imágenes de Bush, Colin Powell, Donald
Rumsfeld y Dick Cheney cual vengadores del oeste en la saga Afganistone,
imágenes de Bush emulando a Schwarzeneger en Turbanator y
la infaltable sátira de Star Wars como Tali-war, en
la que Cheney es el sabio Jedi, Powell es el guerrero Owi wan
kenobi. En otras palabras, el pop-marketing al servicio de la
versión estadunidense.
En la industria de Hollywood, por lo menos, una decena
de grandes producciones deberán esperar a que pase el brote de patriotismo
y las demandas para evitar películas con alusiones a ataques terroristas
o que vayan en contra del "espíritu estadunidense". Incluso, películas
ganadoras del Oscar, como Traffic, son mal vistas.
En la música, no sólo la canción
Imagine de Lennon se ha vuelto "políticamente incorrecta"
en el marco de la campaña contra el talibán afgano, sino
una larga lista de 150 canciones, detectadas por la Coalición Nacional
contra la Censura. Esta misma organización ha dado cuenta de que
la orquesta sinfónica de Boston tuvo que suspender la temporada
de noviembre y diciembre de la obras La muerte de Kinghoffer, que
hacía alusión a un ataque de aeropiratas palestinos en 1985.
Sin
embargo, donde más efectos ha tenido el brote patriótico
y sus consecuencias para la libertad de expresión y de crítica
es en los medios electrónicos y en los impresos. El comentarista
televisivo Bill Mahler, presentador del programa Políticamente
incorrecto, fue duramente criticado por el vocero de la Casa Blanca,
Ari Flesher, por haber externado su oposición al bombardeo a Afganistán:
"Nosotros ?dijo Mahler? hemos sido los cobardes, lanzando misiles crucero
desde 2 mil millas de distancia".
En su réplica a Mahler, Flesher planteó
una seria advertencia a las voces críticas: "Los estadunidenses...
necesitamos observar lo que dicen, observar cuanto hacen (los terroristas)
y no son estos momentos para hacer comentarios de tal naturaleza; nunca
es buen momento para eso".
Bajo esta tónica, los periódicos The
Texas City Star y The Daily Courrier despidieron a los columnistas
Tom Gutting y Dan Guthrie, respectivamente, después de haber publicado
severas críticas a la actuación de George W. Bush durante
y después de los ataques del 11 de septiembre.
Prácticamente ningún comunicador de gran
alcance se ha atrevido a cuestionar a un mandatario que llegó con
una crisis de legitimidad severa a la Casa Blanca, pero que a raíz
de la operación Libertad Duradera ha elevado sus bonos a
más de 90 por ciento en las encuestas.
Para ello ha contado también con una proliferación
de patriotismo y orgullo estadunidense en las escuelas públicas
y privadas. En cerca de 90 por ciento de ellas se revivieron las canciones
patrióticas, los honores diarios a la bandera y la canción
God Bless America.
La organización conservadora Consejo de Estudios
de la Familia inició la primera semana de octubre una venta masiva
de libros y discos patrióticos a través de sus sitios en
Internet. "Esta es una manera importante de unificar a America",
ha declarado Jennifer Marshall, una de las voceras de esta organización.
"Los estudiantes necesitan entender que estamos en guerra para protegernos",
subrayó en una entrevista a la agencia AP.
Para
el analista Richard Reeves, autor de un artículo titulado "El patriotismo
del censor", este fenómeno no es novedoso en la cultura de poder
estadunidense. "En otros lugares -afirma Reeves-, cuando las cosas no van
bien, los ministros presentan su dimisión y a los directores generales
se les despide. En Washington, tras lo que se ha considerado como un colosal
fracaso de los servicios de inteligencia, el presidente se presentó
en la CIA para decirles allí mismo a sus muchachos que agradecía
enormemente el gran trabajo que estaba llevando a cabo".
De hecho, en el lejano año de 1831, Alexis de Tocqueville,
autor del clásico La Democracia en América, escribió,
después de presenciar el desfile del Día de la Independencia
en Albany:
"En el normal intercurso de la vida, no hay nada más
molesto que este irritante patriotismo de los estadunidenses. Un extranjero
también se mostraría de acuerdo y estaría muy feliz
en alabar a este país, pero también exigiría la posibilidad
de criticar algunas cosas, algo que aquí se rechaza absolutamente."
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