034a1mun
David Aaronovitch
Revelación: la doctrina de la autodestrucción
según Ariel
Ninguno de los profetas del Antiguo Testamento era, hasta
donde re-cuerdo, un verdadero estúpido; eran un tanto insoportables,
pero sin duda sabios. Pero ahora, y directo del recién descubierto
Li-bro de Torpe, viene Ariel Sharon, quien origina una nueva doctrina
política. El sharonismo puede definirse como una antiestrategia
basada en la repetición de actos físicos ultimadamente autodestructivos.
La invasión a Líbano en 1982 puede ser vista como la apoteosis,
aunque los acontecimientos de las últimas semanas -y lo que falta
por venir- bien podría eclipsar incluso ese espectacular objetivo
personal. Es como si Ian Paisley hubiese sido electo primer ministro de
la Asamblea del Ulster.
Me refiero a una antiestrategia porque no veo cuál
pudiera ser el siguiente paso de Sharon. Asumo que es sincero su deseo
de que los judíos en Israel vivan con paz y seguridad. Entonces,
¿cómo pretende llegar a tal estadio? ¿Con quién
piensa hablar? ¿Qué va a ofrecer y qué va a pedir
a cambio? ¿Cuál, Ariel, es el plan?
Los sharonistas seguramente saborearán la decisión
de no tener más tratos con el hombre reconocido a nivel internacional
y por su pueblo (pese a sus fallas) como líder de los palestinos:
Yasser Arafat. Según la oficina de Sharon, Arafat logra simultáneamente
"no ser relevante ya para el Estado de Israel" y por lo tanto "no habrá
más contactos con él", y además ser "directamente
responsable" de los ataques terroristas contra Israel y contra los colonos
de Cisjordania. Uno pensaría que es o lo uno o lo otro; pero de
seguro no ambas posibilidades. ¿Y con quién mantendrán
contacto los israe-líes? Con Ahmed al Bloggs, que vive en el número
47 de la calle Tira Piedras? ¿O acaso con nadie? Seguramente, con
nadie.
Mientras escribo esto los tanques israelíes han
ocupado mucho de Ramallah, atrapando a Arafat en sus propios cuarteles
con un propósito que no logro adivinar. Poco antes, cohetes cayeron
a 20 metros de su ventana. Nuevamente no logro imaginar la razón,
y también me pregunto sobre el ob-jetivo de destruir el aeropuerto
de Gaza.
Voceros israelíes han dicho a periodistas esta
semana que Israel hará lo que Arafat no logró, por lo tanto
debemos suponer que las fuerzas defensivas israelíes atraparán
a sospechosos, los pondrán en prisión, aplastarán
sus casas con bulldozers y cerrarán las oficinas y las operaciones
de cualquiera que se considere simpatizante del terrorismo o de la intifada.
¿Y luego qué? ¿Es irse a casa, cerrar
las fronteras, llenar de personal los puestos de control, mantener los
toques de queda y esperar a que todo comience de nuevo? ¿O más
bien se trata de quedarse ahí y mantener una ocupación militar
de tiempo completo? ¿Será el objetivo instalar una administración
como la que existía antes de 1993? No hay respuesta para nada de
esto. No existe un algo que pueda ser "lo que sigue". Existe un vacío;
blindado y relleno de tungsteno, donde debería haber una política.
Esto es el sharonismo. Y ni siquiera es necesario decir que nada puede
ser más dulce para los oídos de Hamas y de Jihad Islámica
que el rechinar de las cadenas de los tanques sobre Ramallah, de la misma
forma en que sus ojos se sintieron refrescados ante la imagen de Sharon
en la Explanada de las Mezquitas el 28 de septiembre de 2000.
Muy pronto el enviado especial estadunidensense, Anthony
Zinni, se verá obligado a rendirse en su más reciente intento
de reanudar las pláticas de paz. Ya el ministro de Justicia israelí,
Meir Shitrit, ha dicho que las reuniones de seguridad entre israelíes
y palestinos acordadas por Zinni van a terminar y serán sustituidas
con... nada. Nada. "Los objetivos de la ofensiva (militar)no eran dañar
a Arafat o derrocar a la Autoridad Palestina, sino poner fin al mandato
de Arafat", explicaron ministros, según el reporte de la última
reunión de gabinete. ¿Y esto para promover el mandato de
quién? De nadie. La política del nada y el nadie. De nuevo,
esto es precisamente lo que organizaciones como Hamas quieren. Es sumamente
deprimente ver lo que los últimos ataques terroristas hicieron al
debate interno de Israel.
El alguna vez respetable diario The Jerusalem Post
se ha convertido en una especie de sargento del entrenamiento ideológico
del sharonismo. Ayer apareció publicado un artículo firmado
por Uri Dan con el claro objetivo de acallar a cualquier israelí
que crea en el diálogo. Periodistas de la televisión israelí
que transmitieron una entrevista con Arafat (a quien el diario llamó
"criatura despreciable" y "mentiroso incorregible") fueron tachados de
"idiotas" y/o "hipócritas", y egoístas.
En ambos lados se ve el maniqueísmo, adjudicar
al otro todas las características de la tiniebla y la malicia, y
al propio bando todas las virtudes de la luz y las buenas intenciones.
¿Pero que estaría haciendo Sharon, con su mentalidad, si
fuera palestino? ¿Y qué serían los líderes
de Hamas si fueran rabinos y no imanes?
Para demasiada gente, la paz parece un pobre sustituto
de sus soluciones preferidas e imposibles. Quienes se oponen, en ambos
bandos, a los acuerdos de paz de Oslo todavía argumentan que el
proceso del que es-tos resultaron fue fraudulento. El respetado académico
Edward Said ha convencido a muchos observadores liberales en Occidente
de que el proceso fue diseñado para llevar a los palestinos a los
bantustanes. En Israel hay muchos que se oponen a esta visión
con el argumento exactamente contrario; la victoria de una bravucona comunidad
internacional sobre la acosada población judía sería
una victoria que pondría en entredicho su seguridad, duramente ganada.
Edward Said se preguntó en noviembre de 2000: "¿Que
hay con este proceso de paz? ¿Qué ha conseguido y por qué?
Si en efecto se trata de un proceso de paz, las miserables condiciones
de los palestinos y la pérdida de vidas han empeorado tanto después
de que los acuerdos de Oslo fueron firmados en septiembre de 1993?"
No ha existido proceso de paz desde la primavera de 2001
y lo que está ocurriendo ahora es mucho, mucho peor que lo que pasaba
en 1993.
Descuidado. Estúpido. Al igual que el fracaso israelí
al mantener el espíritu y las propuestas de Oslo, y la estupidez
criminal de permitir la ampliación de asentamientos en Cisjordania.
Lo mismo que la ambivalencia instrumental de Arafat ante la intifada,
cuyos niños que arrojaban piedras fueron el entremés del
plato principal terrorista que siguió. A veces el extremismo te
lleva al extremo. Esta semana un periodista británico describió
el proceso de la si-guiente manera: "Sin protección alguna por parte
de las leyes internacionales, sin posibilidad de negociar un convenio político
y decididos a no ser subyugados sin oponer resistencia, los palestinos
están siendo obligados a cometer más desesperados y arbitrarios
actos de violencia". Pero no lo están. Y no están siendo
más "obligados" a ello de lo que está Sharon. Todos podrían
elegir la paz. Tanto Sharon como los críticos a la aseveración
estadunidense de que el primer ministro sólo está actuando
movido por el espíritu de la coalición contra el terror no
podrían estar más fuera de lugar. Después del 11 de
septiembre la coalición se sentó y cuidadosamente, lentamente,
desarrolló un programa de lo que quería conseguir y cómo
hacerlo. Hasta ahora, esto ha tenido éxito. El sharonismo, como
hemos podido ver esta semana, es todo lo opuesto a este proceder.
El pasado lunes dos de los antiguos negociadores de la
paz se encontraron en el nuevo puesto de control en la carretera de Jerusalén
a Ramallah. Yossi Beilin y Yasser Abed Rabbo se reunieron para reafirmar
su compromiso con la paz. Mientras tanto, en Hebrón un cohete israelí
mató a dos niños, y se estaba planeando un atentado para
matar a un colono de 14 años y a sus nueve acompañantes.
¿Beilin y Rabbo? ¿O más niños muertos?
©Copyright: The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
|