Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 15 de diciembre de 2001
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Mundo
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Revelación: la doctrina de la autodestrucción según Ariel

Ninguno de los profetas del Antiguo Testamento era, hasta donde re-cuerdo, un verdadero estúpido; eran un tanto insoportables, pero sin duda sabios. Pero ahora, y directo del recién descubierto Li-bro de Torpe, viene Ariel Sharon, quien origina una nueva doctrina política. El sharonismo puede definirse como una antiestrategia basada en la repetición de actos físicos ultimadamente autodestructivos. La invasión a Líbano en 1982 puede ser vista como la apoteosis, aunque los acontecimientos de las últimas semanas -y lo que falta por venir- bien podría eclipsar incluso ese espectacular objetivo personal. Es como si Ian Paisley hubiese sido electo primer ministro de la Asamblea del Ulster.

Me refiero a una antiestrategia porque no veo cuál pudiera ser el siguiente paso de Sharon. Asumo que es sincero su deseo de que los judíos en Israel vivan con paz y seguridad. Entonces, ¿cómo pretende llegar a tal estadio? ¿Con quién piensa hablar? ¿Qué va a ofrecer y qué va a pedir a cambio? ¿Cuál, Ariel, es el plan?

Los sharonistas seguramente saborearán la decisión de no tener más tratos con el hombre reconocido a nivel internacional y por su pueblo (pese a sus fallas) como líder de los palestinos: Yasser Arafat. Según la oficina de Sharon, Arafat logra simultáneamente "no ser relevante ya para el Estado de Israel" y por lo tanto "no habrá más contactos con él", y además ser "directamente responsable" de los ataques terroristas contra Israel y contra los colonos de Cisjordania. Uno pensaría que es o lo uno o lo otro; pero de seguro no ambas posibilidades. ¿Y con quién mantendrán contacto los israe-líes? Con Ahmed al Bloggs, que vive en el número 47 de la calle Tira Piedras? ¿O acaso con nadie? Seguramente, con nadie.
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Mientras escribo esto los tanques israelíes han ocupado mucho de Ramallah, atrapando a Arafat en sus propios cuarteles con un propósito que no logro adivinar. Poco antes, cohetes cayeron a 20 metros de su ventana. Nuevamente no logro imaginar la razón, y también me pregunto sobre el ob-jetivo de destruir el aeropuerto de Gaza.

Voceros israelíes han dicho a periodistas esta semana que Israel hará lo que Arafat no logró, por lo tanto debemos suponer que las fuerzas defensivas israelíes atraparán a sospechosos, los pondrán en prisión, aplastarán sus casas con bulldozers y cerrarán las oficinas y las operaciones de cualquiera que se considere simpatizante del terrorismo o de la intifada.

¿Y luego qué? ¿Es irse a casa, cerrar las fronteras, llenar de personal los puestos de control, mantener los toques de queda y esperar a que todo comience de nuevo? ¿O más bien se trata de quedarse ahí y mantener una ocupación militar de tiempo completo? ¿Será el objetivo instalar una administración como la que existía antes de 1993? No hay respuesta para nada de esto. No existe un algo que pueda ser "lo que sigue". Existe un vacío; blindado y relleno de tungsteno, donde debería haber una política. Esto es el sharonismo. Y ni siquiera es necesario decir que nada puede ser más dulce para los oídos de Hamas y de Jihad Islámica que el rechinar de las cadenas de los tanques sobre Ramallah, de la misma forma en que sus ojos se sintieron refrescados ante la imagen de Sharon en la Explanada de las Mezquitas el 28 de septiembre de 2000.

Muy pronto el enviado especial estadunidensense, Anthony Zinni, se verá obligado a rendirse en su más reciente intento de reanudar las pláticas de paz. Ya el ministro de Justicia israelí, Meir Shitrit, ha dicho que las reuniones de seguridad entre israelíes y palestinos acordadas por Zinni van a terminar y serán sustituidas con... nada. Nada. "Los objetivos de la ofensiva (militar)no eran dañar a Arafat o derrocar a la Autoridad Palestina, sino poner fin al mandato de Arafat", explicaron ministros, según el reporte de la última reunión de gabinete. ¿Y esto para promover el mandato de quién? De nadie. La política del nada y el nadie. De nuevo, esto es precisamente lo que organizaciones como Hamas quieren. Es sumamente deprimente ver lo que los últimos ataques terroristas hicieron al debate interno de Israel.

El alguna vez respetable diario The Jerusalem Post se ha convertido en una especie de sargento del entrenamiento ideológico del sharonismo. Ayer apareció publicado un artículo firmado por Uri Dan con el claro objetivo de acallar a cualquier israelí que crea en el diálogo. Periodistas de la televisión israelí que transmitieron una entrevista con Arafat (a quien el diario llamó "criatura despreciable" y "mentiroso incorregible") fueron tachados de "idiotas" y/o "hipócritas", y egoístas.

En ambos lados se ve el maniqueísmo, adjudicar al otro todas las características de la tiniebla y la malicia, y al propio bando todas las virtudes de la luz y las buenas intenciones. ¿Pero que estaría haciendo Sharon, con su mentalidad, si fuera palestino? ¿Y qué serían los líderes de Hamas si fueran rabinos y no imanes?

Para demasiada gente, la paz parece un pobre sustituto de sus soluciones preferidas e imposibles. Quienes se oponen, en ambos bandos, a los acuerdos de paz de Oslo todavía argumentan que el proceso del que es-tos resultaron fue fraudulento. El respetado académico Edward Said ha convencido a muchos observadores liberales en Occidente de que el proceso fue diseñado para llevar a los palestinos a los bantustanes. En Israel hay muchos que se oponen a esta visión con el argumento exactamente contrario; la victoria de una bravucona comunidad internacional sobre la acosada población judía sería una victoria que pondría en entredicho su seguridad, duramente ganada.

Edward Said se preguntó en noviembre de 2000: "¿Que hay con este proceso de paz? ¿Qué ha conseguido y por qué? Si en efecto se trata de un proceso de paz, las miserables condiciones de los palestinos y la pérdida de vidas han empeorado tanto después de que los acuerdos de Oslo fueron firmados en septiembre de 1993?"

No ha existido proceso de paz desde la primavera de 2001 y lo que está ocurriendo ahora es mucho, mucho peor que lo que pasaba en 1993.

Descuidado. Estúpido. Al igual que el fracaso israelí al mantener el espíritu y las propuestas de Oslo, y la estupidez criminal de permitir la ampliación de asentamientos en Cisjordania. Lo mismo que la ambivalencia instrumental de Arafat ante la intifada, cuyos niños que arrojaban piedras fueron el entremés del plato principal terrorista que siguió. A veces el extremismo te lleva al extremo. Esta semana un periodista británico describió el proceso de la si-guiente manera: "Sin protección alguna por parte de las leyes internacionales, sin posibilidad de negociar un convenio político y decididos a no ser subyugados sin oponer resistencia, los palestinos están siendo obligados a cometer más desesperados y arbitrarios actos de violencia". Pero no lo están. Y no están siendo más "obligados" a ello de lo que está Sharon. Todos podrían elegir la paz. Tanto Sharon como los críticos a la aseveración estadunidense de que el primer ministro sólo está actuando movido por el espíritu de la coalición contra el terror no podrían estar más fuera de lugar. Después del 11 de septiembre la coalición se sentó y cuidadosamente, lentamente, desarrolló un programa de lo que quería conseguir y cómo hacerlo. Hasta ahora, esto ha tenido éxito. El sharonismo, como hemos podido ver esta semana, es todo lo opuesto a este proceder.

El pasado lunes dos de los antiguos negociadores de la paz se encontraron en el nuevo puesto de control en la carretera de Jerusalén a Ramallah. Yossi Beilin y Yasser Abed Rabbo se reunieron para reafirmar su compromiso con la paz. Mientras tanto, en Hebrón un cohete israelí mató a dos niños, y se estaba planeando un atentado para matar a un colono de 14 años y a sus nueve acompañantes. ¿Beilin y Rabbo? ¿O más niños muertos?
 
 

©Copyright: The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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