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Adolfo Gilly
El delirio y los sueños
En el estado de delirio lúcido en que se encuentra el gobierno de Estados Unidos desde los atentados terroristas del 11 de septiembre, no sabe uno de qué asombrarse más: si de su ineptitud, de su ignorancia o de su soberbia. En un conflicto en el que se enfrentan dos enemigos desiguales pero igualmente atroces, el Pentágono y Al Qaeda, el gobierno de Bush acaba de otorgar a ésta una insólita victoria: la difusión por todas las televisiones y los periódicos del mundo del video en el que Osama Bin Laden y otros jefes discuten, explican y justifican los atentados como el legítimo comienzo de una jihad.
Ese gobierno, preso en sus esquemas de pensamiento, no parece haber entendido nunca que los atentados en Nueva York y Washington no eran una acción de guerra propiamente dicha, sino un golpe propagandístico (objetivo normal de cualquier acto terrorista) dirigido a golpear la imaginación de aquellos miles de millones de seres humanos que, en su libro clásico y seguramente desconocido para Bush y sus acólitos, Franz Fanon llamaba "los condenados de la tierra".
Los atentados de Al Qaeda eran, antes que nada, un manifiesto político de odio y venganza dirigido a un universo de humillados, desposeídos y despojados por siglos de colonialismo occidental, donde la acumulación de odio y los sueños de venganza son, preciso es saberlo, un acre alimento para el espíritu y un amargo refugio de la dignidad ofendida durante generaciones y generaciones.
Se requiere una exquisita ignorancia -más aún en un país como Estados Unidos donde la cantidad de seres humanos cultos, educados y aún refinados en sus conocimientos es, en ciertos medios, notablemente elevada- para no darse cuenta de esta verdad elemental en el presente estado del mundo. Sin embargo, la pregunta de Bush: "ƑPor qué nos odian tanto?", es cándida y, hasta cierto punto, sincera (hasta cierto punto, digo, porque en estos temas los ricos nunca lo son del todo...).
Pues bien, ese mismo gobierno, que junto con el inicio de esta guerra decidió hacer un black out informativo y controlar estrictamente el flujo de imágenes y noticias, decidió ahora convertir a su gigantesco aparato de propaganda bélica, con la CNN a la cabeza, en el vehículo universal del segundo gran golpe político y propagandístico de Bin Laden: el video difundido el 13 de septiembre.
La Casa Blanca y el Pentágono habían resuelto, junto con otras medidas de escasa sensatez, vetar de hecho la transmisión de entrevistas con Bin Laden, con el argumento de que podía haber en ellas "mensajes ocultos" dirigidos a sus partidarios para realizar nuevos atentados. En el estado de soberbia en que parece haberlos sumido la victoria militar en Afganistán (donde la sangre y los muertos, hasta ahora, los han puesto los afganos y musulmanes de los diversos bandos, hecho que ninguno de ellos olvida cualesquiera que sean sus mutuas querellas), esos gobernantes decidieron que ahora sí se podía pasar el video. No hay en él mensaje oculto, dijeron, y su contenido prueba que Bin Laden y sus secuaces son los responsables de los atentados. La ineptitud de esta conclusión resulta abrumadora.
šAlabado sea Dios en todos y cada uno de sus diversos nombres! Por supuesto que no hay mensaje oculto. El mensaje es el video mismo, lo que en él se dice, se representa y se actúa en las personas y las palabras de los propios jefes militares y religiosos de fe musulmana.
Por eso mismo, es un manifiesto político enunciado y razonado en los términos en que puede ser entendido por aquel vasto universo de seres humanos al cual se dirige, un mensaje que se encuentra sustentado no tanto en las palabras o en los razonamientos, sino en los hechos y en la fe. Es el complemento verbal y escrito de los atentados de septiembre, y es la exposición de razones por las cuales la "guerra santa" debe continuar, pese a los presentes éxitos materiales del enemigo.
El video, según toda probabilidad (las evidencias materiales no las tendremos nunca), fue dejado en donde pudiera ser encontrado por aquellos que iban a extasiarse con el hallazgo de esta pieza probatoria de la culpabilidad de Bin Laden y la iban a divulgar como prueba de cargo. Que el Pentágono haya sido víctima una vez más de la astucia del jefe del bando enemigo y haya difundido al mundo entero su segundo "manifiesto justiciero" de venganza y odio, es para quedarse con los ojos cuadrados. De estas preclaras inteligencias, armadas con toda la parafernalia de la tecnología militar, dependen las decisiones sobre el destino próximo del planeta...
Considerado desde este ángulo, el video de Bin Laden es un documento extraordinario. Vale la pena detenerse a analizarlo.
La escena está actuada en una habitación sencilla y austera. En ella jefes religiosos, militares y políticos -sheiks, jeques, gente de respeto- conversan con Bin Laden sobre los atentados del 11 de septiembre. Hablan un lenguaje sencillo, el de todos los días, no el de los políticos, para que los pueda entender todo mundo. Comienzan platicando del tiempo, de la protección de Alá y de la noche de luna. "Alá sea loado."
Luego el sheik o jeque, que es el gran personaje en escena ("paralizado desde la cintura para abajo"), cuenta a Bin Laden cómo llegó al lugar de reunión y le dice: "Los ancianos y todos los demás elogian lo que hiciste, la gran acción que hiciste, hecha ante todo y sobre todo por la gracia de Alá. Esta es la guía de Alá y el fruto bendito de la jihad". El viejo jeque es un legitimador sagrado de los actos terroristas. Dice, citando a otro jefe religioso y hablando de las víctimas de las Torres Gemelas: "Esa gente no era inocente". El atentado, entonces, era justo.
Osama Bin Laden responde con sus propias invocaciones religiosas y elogia así a los terroristas suicidas del 11 de septiembre: "Esos jóvenes dijeron con hechos, en Nueva York y Washington, discursos que superaron en brillantez todos los hechos en cualquier otra parte del mundo". Y agrega esta conclusión: "Esos discursos son comprendidos tanto por los árabes como por los no árabes, incluso por los chinos. Están por encima de todo lo que dicen los medios". La intención y los destinatarios del discurso están claros. La mención de los chinos también.
El jeque le responde entonces que cientos de personas que dudaban de Bin Laden, después de este "gran acontecimiento", se precipitan a unirse a él. Los presentes comentan cómo recibió cada uno la noticia de los atentados por televisión y cómo sonaban los teléfonos trayendo felicitaciones. Es ahí cuando Bin Laden describe los hechos y dice que él era el optimista, pero que sólo esperaba que se derrumbaran los pisos superiores de las torres, por encima de los puntos de impacto. Si el resultado fue más lejos que sus previsiones y su optimismo, es sin duda obra de Alá. Todo este mensaje está envuelto en la forma de una conversación cotidiana y tradicional, como las que tuvieron lugar esos días en tantas partes.
El jeque hace una cita del Corán: "Combátelos, Alá los torturará, con tus manos los torturará. Los engañará y te dará la victoria. Alá perdonará a los creyentes, él que todo lo sabe". Y continúa: "Gracias a Alá, América tuvo que salir de sus cavernas. Le dimos el primer golpe y el próximo se lo darán las manos de los creyentes, los buenos creyentes, los creyentes fuertes. (...) Vivo en la felicidad, la felicidad... No he experimentado o sentido esto en mucho tiempo. (...) Llegará el día en que los símbolos del Islam se alzarán y será como los primeros años del Islam y llegará la victoria para quienes siguen a Alá. (...) Será en estos días, en nuestros días, la mayor jihad de la historia del Islam y de la resistencia de los malvados".
En otra parte del video, Bin Laden cita al jeque Abu-Al-Hasan, quien en la televisora Al-Jazeera se dirigió a los estadunidenses diciéndoles: "Si son de veras hombres, vengan aquí y enfréntense cara a cara con nosotros". También el mensaje es claro: Estados Unidos está haciendo la guerra terrestre con los soldados de la Alianza del Norte, pero no envía sus tropas a la batalla. Destinatario evidente, los hombres de la propia Alianza del Norte. Otro de los presentes comenta las explosiones de alegría en Egipto, frente a la televisión, cuando las familias reunidas veían los atentados contra las torres: "ƑVen cuando hay un juego de futbol y tu equipo gana? Bien, era la misma expresión de alegría".
Tal vez en el Pentágono hayan visto en todo esto comentarios insustanciales y simplones de árabes que hablan y hablan sin parar. Lo que la gente ha observado, sin duda, es otra cosa: se vio a sí misma en sus escenas familiares y cotidianas. Y este notable espectáculo, montado por Bin Laden y sus jeques, fue ofrecido al mundo por gentileza de la CNN...
Pero tal vez lo más extraordinario del video sean los sueños. Siete veces, a lo largo de la conversación, los presentes cuentan sueños premonitorios sobre los sucesos del 11 de septiembre. Siete sueños diferentes que aquí siguen.
El jeque Salih Al tuvo hace tiempo una visión, cuenta uno de los presentes: "Habrá un gran impacto y cientos de personas irán a Afganistán. "ƑA Afganistán?", le preguntó, extrañado. "Sí", dijo el jeque.
Bin Laden, a su vez, refiere que el jeque Abu-Al-Hasan le dijo hace un año: "Tuve un sueño. Estaban jugando un partido de futbol con los americanos. Cuando nuestro equipo apareció en el juego, eran todos pilotos. Entonces me pregunté si era un juego de futbol o uno de pilotos. Nuestros jugadores eran pilotos". Abu-Al-Hasan no sabía nada de la operación. Agrega Bin Laden: "Dijo que el partido se jugó en su sueño y que ganamos. Lo tomamos como un buen augurio".
Una voz, fuera de la cámara, dice entonces que él también tuvo un sueño sin saber nada de lo que se preparaba, en el que vio un avión estrellarse contra un alto edificio. El jeque ahí presente comenta: "El avión que él vio estrellándose contra el edificio había sido visto antes por más de una persona". Otra voz cuenta su propio sueño: dos aviones contra un gran edificio.
Nuevamente el jeque, el que hizo el elogio de Bin Laden, habla para contar otro sueño de una de las "buenas gentes religiosas que dejaron todo para venir aquí". Esa persona dijo: "Tuve una visión. Estaba en un gran avión, largo y ancho. Lo llevaba sobre mis hombros y caminaba desde la carretera hasta el desierto por medio kilómetro. Yo arrastraba al avión". Otra persona, agrega, le había contado hace un año un sueño que entonces no comprendí: "Ví gente que partía a la jihad... y se hallaban luego en Washington y Nueva York". Un tercero le dijo, y "lo juró por Alá", que su esposa había visto el incidente una semana antes: un avión estrellándose contra un edificio...
Por fin Bin Laden refiere un sueño más. En un campo de Kandahar, "un hermano vino y me dijo que había visto, en un sueño, un edificio alto en Estados Unidos, y que en el mismo sueño vio a Mujtar enseñádole cómo practicar karate". A esa altura, agrega Bin Laden, "comencé a preocuparme de que el secreto terminaría por revelarse si todo mundo empieza a verlo en sus sueños. Entonces corté el tema y le dije que si tenía otro sueño no se lo contara a nadie".
Antiguos como la humanidad, los sueños anuncian el futuro, legitiman los hechos de los mortales, les predicen los peligros, las penas y las alegrías. Esta es la materia con la cual está tejido este discurso de Bin Laden y sus jeques. No hay país, cultura ni región del mundo tradicional y agrario -es decir, de casi todo el planeta, incluidas las incontables aglomeraciones urbanas de todos los suburbios de la tierra- donde ese lenguaje no sea escuchado, comprendido, respetado y temido.
Bush, Rumsfeld, Ashcroft, Chenney, Powell y sus consejeros no entendieron nada. Vieron musulmanes atrasados hablando tonterías. No vieron detrás del texto el "discurso oculto", como diría James C. Scott. Devotos de la Biblia, dicen, olvidaron o nunca supieron que el Antiguo Testamento está lleno de sueños. No conocen las Mil y una Noches ni los cuentos de hadas medievales, menos todavía las Ficciones de Jorge Luis Borges. Les hubiera bastado, vamos, hablar con su propia gente y considerar por qué cuando Martín Luther King lanzó su movimiento también habló de sueños a los suyos...
Los tiempos son oscuros. Un grupo de gobernantes que ignora todo y nada entiende más allá de la elite a la cual responde, está llevando a Estados Unidos al desastre. Este no es para mañana, pero lo espera detrás del horizonte. Ese grupo ha derogado por sus pistolas y sus misiles la legalidad internacional. Ha creado tribunales especiales fuera de toda justicia y ley. Ha roto los acuerdos para la limitación de armas nucleares. Ignora los protocolos de Tokio, tolera y legitima la liquidación física de prisioneros de guerra y declara al mundo, como los fanáticos de todos los tiempos: quien no está con nosotros está contra nosotros. Es un poder que ha entrado en delirio con los ojos abiertos y las armas desenfundadas.
Ese grupo acaba de ser burlado, una vez más, por el jefe del grupo contrario, igualmente fanático, intolerante, mesiánico y cruel hacia las vidas de los seres humanos. Osama Bin Laden, previendo la posibilidad tal vez cercana de su muerte o de su desaparición, dejó su testamento de venganza al mundo y utilizó a George W. Bush como su mensajero para que llegara a todos los rincones de la tierra.
Esta guerra no es nuestra guerra. Es la guerra entre ellos, dos bandos de fanáticos cuyos delirios y cuyos sueños sólo logran imaginar el exterminio del otro. Estados Unidos cree ser el más poderoso, pues sabe con qué desastres puede amenazar al mundo desde el poderío de su dinero y de sus armas. Ignora, sin embargo, la fuerza arrasadora -para ellos y para todos- que pueden desencadenar los sueños de venganza de los humillados y los ofendidos, contra los cuales no hay escudo antibalístico que valga.
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