LUNES Ť 10 Ť DICIEMBRE Ť 2001

TOROS

Ť Media entrada: desiertos los tendidos generales, a pesar de la feroz reventa

Fracasó Hermoso de Mendoza, con dos mansos escogidos por él

Ť Indignas de Tingüindín, las bestias de Aguirre Ť Oreja a Spínola Ť Finito, abucheado

LUMBRERA CHICO

Por primera vez, desde que debutó -adquiriendo al instante la categoría de ídolo- en la Monumental Plaza Muerta (antes México), Pablo Hermoso de Mendoza estuvo ayer en el centro de un doble vacío: no logró llenar el coso de Insurgentes, pero tampoco, y eso es lo más grave, pudo satisfacer las expectativas de un público eminentemente villamelón, que salió hambriento de ver sus taurinas hazañas ecuestres.

Pero, Ƒquién tuvo la culpa del pésimo juego que le dieron los mansos de Vistahermosa y Fernando de la Mora? Pues el mismísimo caballista europeo, que los escogió sobre pedido y se hundió con ellos, a pesar de la pueblerina orejita que le obsequió el juez Heriberto Lanfranchi en premio a la circense exhibición que nos dio ante su primer "enemigo".

Para colmo, el resto del elenco -Finito de Córdoba, Jerónimo y Fermín Spínola- se las vio con un espantoso, descastado y rajón encierro de Rodrigo Aguirre que no se dejaba pegar un pase, y que enfrió los ánimos del gentío desde que se inició la patética fiesta, aderezada con un desfile de personajes como Santiago Creel, Joaquín López Dóriga, Pedro Cote y muchos, muchos más.

A fin de cuentas, la séptima corrida de la temporada menos chica, fue la de los caprichos. Hermoso de Mendoza desplazó a El Juli -anunciado originalmente para ayer-, y le impuso su voluntad a Rafael Herrerías, pero éste se permitió adquirir el ganado de su antiguo jefe -el ex regente Ramón Aguirre Velázquez-, en recuerdo de aquellos dorados años 80, cuando uno tenía a su cargo el Departamento del Distrito Federal y otro el rastro capitalino, y ambos robaban a manos llenas acumulando las respectivas fortunas que hoy les permiten fungir dizque como criador de reses "bravas" y "empresario" taurino, respectivamente.

Más de lo mismo

Pese a su enjundiosa forma de montar y quebrar los rejones, de hacer sus pasmosos cites al quiebre y galopar en círculos de rehilete en la cara de los cornúpedos, Hermoso de Mendoza no fue capaz de evitarnos, en esta ocasión, la tediosa sensación de estar repitiéndose, proyectándonos una película que de pronto se nos antojaba ya demasiado vista.

Tal vez la decepción comenzó desde el momento que el público entró en la plaza y vio los tendidos de sol y sombra general desiertos, como si esto le quitara prestigio al íntimo y dudoso orgullo de haber sobrepagado en la reventa tres veces más de lo que costaban los boletos en taquilla. El siguiente golpe se produjo cuando saltó a la arena el primer chivo de Aguirre, un novillo enfermo, con los pelos del morrillo parados como los de un eral, y sin un ápice de fuerza.

Ese animalejo, de nombre Travieso, cárdeno bragado y feo de solemnidad como todos sus hermanos, le tocó en suerte a Spínola para su confirmación de alternativa, de manos de Finito de Córdoba, y aunque era un bicho deleznable, el joven doctorado se pegó un arrimón que, tal vez para recalentar los ánimos, Lanfranchi recompensó con otra orejita ratonera.

A Finito de Córdoba le salió, en segundo lugar, Coloso, de 504, que tenía una pizca más de trapío, pero su picador lo masacró con tal saña que la gente abucheó al sevillano cuando tomó la muleta para escuchar dos avisos que Lanfranchi, faltaba más, le marcó con seis minutos seis de dilación entre un bocinazo y otro. Con Preferido, quinto de la tarde y 507 kilos, Finito, detallista como siempre, logró un soberbio trincherazo, pero nada más.

Y del resto puede usted olvidarse, aunque la moraleja de este cuento allí queda: por angas o mangas, Hermoso de Mendoza ha dejado de ser el torero sensación del momento, y ahora la temporada está a merced enteramente de El Juli, que anda por estas tierras en plan de vacacionista. O sea...