07an1esp LUNES Ť 10 Ť DICIEMBRE Ť 2001
Ť Rindió homenaje a "los asesinados a traición" y a Harrison
Saúl Hernández aún provoca alaridos de sus fans; cantó en el domo de cobre
DANIELA PASTRANA
Para alguien que en la fresez de la universidad se enamoró de la oscuridad de Mátenme porque me muero y la cachondería de la Negra Tomasa es un poco extraño estar aquí. Más, cuando los aliados de siempre ya no vienen. "Soy un melancólico de los Caifanes, y la verdad me harta la actitud de adalid de las grandes causas del rock de Saúl", me dijo Víctor en la víspera. "El disco es bueno, pero no me satisface completamente. Ya no pagaría por verlos", respondió El Santo, a quien siempre creí el más fiel caifán. Y cuando todavía queda ese tufillo del mano a mano que se aventaron con Maná.
Pero aquí estamos, atraídos por un beso de Cuando la sangre galopa, primer lugar de la lista de Billboard, o por la reseña del concierto en el Hammerstein Ballromm que hizo Jon Pereles, crítico musical de The New York Times: "(Jaguares) tiene trazos de rock británico, reverberaciones de Pink Floyd, la destreza de new wave The Police, el timbre de las guitarras de U2, el poder de los acordes de The Who y los riffs de Depp Purple...". O por la pura curiosidad de mirar el fenómeno que sigue siendo Saúl Hernández, gurú o mito, da igual. Basta que mueva la melena para provocar alaridos. Habría que ver esta imagen del lleno en el Palacio de los Deportes, después de dos horas y 23 canciones de concierto.
Decenas de cabecitas agitándose como burbujas en el agua hirviendo, los brazos en alto y la voz de Saúl engullida por un auditorio que se desquicia con la frase que nos llega a todos: "hay veces que quisiera ahogarte en un grito, y olvidarme de esa imagen tuya, pero no me atrevo..."
Abre un grupo llamado Zoé (buen grupo, con poco auditorio), Nayeli Eulopa, ex presidenta del club Reencarnación de Aurora (en alusión al primer nombre del grupo), jura que "mientras exista Saúl Hernández habrá un sueño". Viene con Iván, su hermano quien no había nacido cuando Saúl comenzó a tocar, y corta cualquier cuestionamiento.
"El fan es fan, y cuando eres fan ya sabes como trabaja, lo que está haciendo".
La banda es noble, al fin.
"Dime de un amor que no suspira...", comienza Saúl detrás de una enorme pantalla. Suelta después su versión del guerrero de mil batallas, como le gusta definirse: "sólo muerto me podrán callar..."
El turno del nuevo disco
En el tercer turno entra el disco nuevo: Cuando la sangre galopa.
Sigue una mezcla de pasado y presente: Dime Jaguar, En la Tierra, Nubes. La luz se apaga en el momento justo para oír al auditorio: "ay amor ya no me tientes... porque muerdo y ya no suelto". Otra mezcla: Un milagro, Cuéntame tu vida. Lleva una decena de canciones y tiene a los chavos en el bolsillo.
Para la onceava pieza anuncia: "vamos a ir a la parte arrabalera, porque esto es lo que la banda conoció, vivió, creció y mamó". Aparecen las imágenes de los niños de la calle, los adictos, los mendigos...
"... que bonito es soñar y soñar que puedes volar, pero cuando te duermes entre muertos, la vida no es igual..."
"Acuérdate de mí cuando oigas eso", me dijo Lalo, el ausente que más me duele. Me acuerdo.
La desgarrada expresión del chico de camisa roja que está en la siguiente fila me recuerda que la definición del disco que han hecho Saúl y Alfonso André -por primera vez productores-: visceral y directo. "Un intento de regresar a los orígenes".
Pienso en la rola que se le hunde en el pecho a El Santo: "Rosa murió de rojo y la enterraron de negro; mira, su cara es blanca, y sus uñas transparentes".
Sí. Supongo que falta esa oscuridad. Ese pesimismo que rendía culto a la muerte (con su look Max Factor, como alguna vez definió Xavier Velasco) y que ahora tiene más gusto por la vida.
En eso que llaman el concepto, tampoco parece haber un gran cambio de lo que hace 10 años nos ponía de cabeza.
Saúl pide que se cumplan los acuerdos de San Andrés. Dedica Adiós a los que fueron "asesinados a traición por querer cambiar esto que está realmente de la chingada" (incluye a Digna Ochoa). Sorprende con un homenaje a George Harrison. "Un palomazo dedicado a un maestro que nos enseñó lo que somos o más bien lo que queremos ser". Canta con Alfonso André Miércoles de Ceniza. Lo que hace siempre, pues. Sólo más austero.
Con Afuera cierra 22 canciones. Nadie se mueve.
Regresa con sombrero y más acústico. Arranca la historia del teporocho que se enamora de una prostituta.
La ovación llega con la Célula que explota.
Regresa. "Por un beso se alteró el universo y nos condenaron a no tocarnos más...", corean a grito pelón las quinceañeras que tengo adelante. Les vale madres que Saúl ya se oiga ronco. Cuando empieza No dejes qué es la locura. Seguramente hay muchos que coinciden con la editorial de la revista Mescalito, que reparten en el lugar: "triste para aquellos que siguen viendo en la figura de Saúl Hernández la imagen del salvaguarda del rock mexicano, de las grandes causas sociales y el anfitrión de la lucha juvenil reivindicadora". Pero aquí es irrelevante. Cuando después de tres horas comienzan los de La Negra Tomasa, sólo puedo pensar en los que no vinieron. Se lo perdieron.
|