025a2pol lunes Ť 10 Ť diciembre Ť 2001
Armando labra M.
Terror talipán; máscaras, entendederas
Decir hoy talibán quiere decir fundamentalismo obsesivo, sin concesiones. Talipán significa casi casi lo mismo. Dirían los marxistas que vivimos el talipanismo como fase superior y última del panismo primitivo y quizás tengan razón. Siendo rigurosos, el PAN gobierna desde 1982. Han sido sus tesis y aspiraciones políticas y económicas principales las que prevalecen desde entonces, ejecutadas por las administraciones priístas que, como sabemos, fueron destituidas el año pasado. Quedó así a la luz pública la naturaleza del PAN primitivo. Fue en realidad ese PAN primitivo el gran derrotado en las elecciones de 2001 al perder su utilísimo parapeto priísta. Como consecuencia de quedar sin máscara y verse obligado a asumir abiertamente el poder, el PAN primitivo ha sufrido una mutación cuyo desenlace se ignora aún.
Surge ahora el talipán, cuyo espacio de poder se ubica no en la Presidencia sino en el Congreso, donde defiende las mismas tesis que ha enarbolado y avalado desde 1982. En consecuencia curiosa, resulta ser hoy el factor político más renuente al cambio. El talipán está embalado en defender una política económica neoliberal consagrada a combatir la inflación restringiendo el consumo de la mayoría siguiendo, como siempre, los lineamientos inmutables de la Secretaría de Hacienda, que a su vez sigue los del Banco Mundial, el FMI y la OCDE. Esta última organización internacional de países ricos acaba de publicar un informe interesantísimo sobre la economía mundial en el futuro inmediato. Mientras nos indica continuar la añeja e ineficiente política restrictiva del gasto y la reforma fiscal que propone el talipán, al mismo tiempo festeja que Estados Unidos se recupere de la recesión por aplicar una política económica exactamente opuesta, que aumenta el gasto público y flexibiliza la política monetaria. Con todo y el éxito en reanimar el consumo en ese país, la economía estadunidense crecerá sólo 0.7 por ciento el año entrante. A nosotros nos pronostican 1.5 por ciento. Recordemos que de 1940 a 1982 la economía mexicana creció anualmente en 6.2 por ciento como promedio y de entonces a la fecha en sólo 2 por ciento. Tal vez el presente año decrezca o quede en 0 por ciento. No habrá reanimación previsible de la economía mexicana merced al sector privado, nativo o extranjero, en tanto no marque la pauta el gobierno a través del gasto público. Y bueno, con o sin reforma fiscal, las pautas del presupuesto para 2002 son, en la mejor tradición del panismo primitivo, contraccionistas y antiinflacionarias. Nada más anacrónico, porque no es inflación sino recesión lo que padecemos, como nuestros vecinos al norte, quienes por supuesto ya cambiaron de políticas y con aparente éxito.
Aquí persistimos en la inercia tecnocrática de antaño y lejos de explorar nuevos rumbos para la política económica, el debate gira mañosamente en torno a una reforma, que no es hacendaria, nueva o redistributiva, que ni siquiera es fiscal, sino apenas tributaria, referida tan sólo a un puñado de impuestos. Aun culminando su "reforma fiscal", el gobierno aumentaría los ingresos en sólo 1.8 por ciento del PIB, es decir, 44 por ciento de lo que se prevé para educación, 75 por ciento de lo que aporta Pemex, 52 por ciento del costo financiero anual de la deuda pública, por ejemplo.
Siendo en verdad inocua, tal "reforma" lograría, en cambio, abatir el consumo de los mexicanos más pobres y agravar con ello no sólo la recesión sino la irritación y la decepción generalizadas. Si el PRI apoya y reincide trepando al carro que ocasionó su ruina, desperdiciará la oportunidad irrepetible de ser congruente con la ruptura antineoliberal que declaró en su reciente asamblea y compartirá con el talipán una factura política y electoral tan innecesaria como letal.
ƑCómo resolverá el talipán la encrucijada histórica en que se encuentra, forzado a asumir el costo político de 20 años de neoliberalismo que siempre fue suyo a trasmano, como todo mundo sabe? ƑConciliará las exigencias de una política económica que siempre validó, cuya persistencia ciega provocó la caída de sus amanuenses priístas? ƑCompensará tal descrédito, al que se suma el deslave de la gestión presidencial, de suyo ensimismada, ajena e incómoda, crispada en la ignorancia, por decir lo menos? ƑVive el talipán una etapa tan superior como última? Descubrir su abrumadora realidad ha orillado a los legisladores talipanistas a enconcharse en el terror, a no negociar sino a tratar de imponer y, como sucedió la semana pasada, a amagar con tirar el arpa y culpar al PRI y al PRD de la crisis que viene si no hay acuerdo respecto a su intransigente ajuste de impuestos antipopulares. Nada ayuda menos a la democracia que los fundamentalismos, la desesperación, el petateo del muerto y la cerrazón de entendederas. En unos cuantos días comenzaremos a ver qué senda toma el crujiente talipán. [email protected]
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