PRI: RESISTENCIA AL CAMBIO
Marcada
por el desorden y la confrontación interna entre los grupos que
detentan la dirección nacional, ayer se inició la 18 asamblea
nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), acto que congrega
a más de 11 mil delegados priístas, esta vez dispersos en
23 tribunas instaladas en varios estados del país.
La disputa por el liderazgo en la que se ligaron de tiempo
atrás el ex gobernador de Tabasco Roberto Madrazo y el ex candidato
a la Presidencia Francisco Labastida bosquejó los primeros trazos
del futuro de un partido político que se resiste al cambio. Sin
ambages, los priístas reunidos en la 18 asamblea nacional -por lo
menos durante el primer día de actividades-, rehenes del pleito
entre ambos personajes y los grupos que los respaldan, dejaron de lado
el anunciado debate de fondo y, por ende, la oportunidad de iniciar en
esta reunión los trabajos hacia la ansiada y necesaria democratización
de dicho partido político.
Al margen de que siga siendo la primera fuerza electoral
en el país, el priísmo, inmerso en un paulatino proceso de
descomposición tras la derrota de julio de 2000, misma que lo dejó
en la orfandad de guía, parece no encontrar las formas de adaptarse
a las exigencias democráticas de los nuevos tiempos políticos.
Mientras los priístas no logren establecer las
reglas para elegir democráticamente a sus dirigentes y candidatos
a puestos de elección popular; mientras no faciliten la renovación
de sus cuadros y, sobre todo, rompan de una buena vez con las pesadas inercias
de corrupción y abuso del poder que caracterizaron a sus gobiernos
durante casi todo el siglo XX, y que a la fecha se mantienen vigentes en
algunas entidades gobernadas por ellos, el porvenir del PRI se teñirá
inevitablemente de negro.
Evidentemente, por su fuerza representativa -gobierna
en 18 estados, es mayoría en 20 congresos estatales y es el grupo
parlamentario más importante en el Congreso de la Unión-,
el PRI es un partido indispensable para la democracia mexicana en términos
de gobernabilidad y estabilidad.
Por ello, es de esperarse que los priístas que
en verdad aspiran a un partido renovado logren corregir el truncado rumbo
que marcó el inicio de esta 18 asamblea nacional y se enfoquen de
lleno en los temas torales de su llamada "renovación". Posiblemente
sea mucho pedir a un partido acostumbrado a todo menos al ejercicio de
la democracia, pero hay que reconocer que un PRI democrático sería
un aliciente para la sana convivencia política en el país,
en particular en estos momentos que destacan por la falta de rumbo y los
desacuerdos entre los poderes del Estado.
Por lo pronto, para la mala fortuna del país, una
importante parte del priísmo parece identificarse con un oscuro
personaje como el ex gobernador de Tabasco Roberto Madrazo, cuyo protagonismo
y afán de poder -incluidos los cuestionables métodos para
hacerse de él- es de sobra conocido. Y dado que es muy probable
que aún se convoque a una elección abierta a militantes y
simpatizantes y Madrazo sea el próximo dirigente nacional del PRI,
las posibilidades de cambio real se perfilan poco alentadoras, sobre todo
porque a nadie en ese partido le cabe la menor duda de que el hoy aspirante
a la dirección nacional tiene la mirada clavada en Los Pinos.
|