CLAMOR CONTRA LA OMC
La reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Seattle provocó ayer manifestaciones de diversa magnitud en diversas urbes del mundo ųincluidas Londres, esta capital y la ciudad anfitriona de la reunión, en donde las autoridades municipales hubieron de imponer el toque de queda y llamar a la Guardia Nacional, en un esfuerzo por contener las masivas expresiones de descontento contra el organismo. La ceremonia inaugural fue cancelada y los delegados comerciales tuvieron que iniciar sus trabajos en un ambiente de acoso y hostilidad. A lo que puede verse, los intentos de expandir e intensificar el comercio global van acompañados de una indignación también global por los incalculables daños políticos, económicos, sociales y ambientales creados por los partidarios de un mundo sin aduanas puesto al servicio de los grandes intereses financieros y corporativos.
Aunque en Seattle quienes han llevado la voz cantante en las manifestaciones han sido, principalmente, sindicalistas, ambientalistas y organismos no gubernamentales de defensa de los países pobres, la oposición en el mundo al libre comercio oligárquico y concentrador de la riqueza ostenta una variedad mucho mayor.
En nuestro país, para no ir más lejos, las voces que se manifiestan contra la apertura comercial indiscriminada y brutal provienen de los más diversos sectores de la sociedad civil: sindicatos, cooperativas, pequeños y medianos industriales, profesionistas y académicos, estudiantes, ligas agrarias, partidos políticos.
Cabe recordar, también, que el alzamiento zapatista en Chiapas se produjo el primero de enero de 1994, fecha en que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.
Por paradoja o por oportunismo simple, a las expresiones contrarias a la apertura comercial indiscriminada se unieron, ayer, la de Pat Buchanan, político conservador estadunidense, y la del propio presidente del país vecino, el cual quiso encontrar con los manifestantes de Seattle el punto en común de la defensa de los derechos laborales y del medio ambiente. La tibia comprensión de Clinton a las protestas es, por supuesto, un acto de simulación: el mandatario pretende capitalizar a su favor las legítimas preocupaciones de los manifestantes por los trabajadores y por la conservación ambiental, para forzar a las naciones pobres a aceptar cláusulas comerciales que permitirían a Washington adoptar medidas proteccionistas disfrazadas de protección al ambiente, o a los empleados de las trasnacionales que instalan sus maquilas en naciones con mano de obra barata como la nuestra.
Como se ha señalado en numerosas ocasiones, la única manera congruente de establecer un mundo sin aduanas es suprimir, al mismo tiempo, los controles migratorios entre los socios, tal y como lo hicieron los países de la Unión Europea. De otra manera, el trabajo, una de las mercancías indispensables, se queda fuera del libre intercambio comercial y éste se convierte en un instrumento de opresión, concentración de la riqueza y deterioro de la calidad de vida y de la naturaleza.
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