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DE SPECULUM A ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE:
LUCE IRIGARAY, 25 AÑOS
DE FILOSOFÍA FEMINISTA DE LA DIFERENCIA
(*)
Entrevista exclusiva
Juan de Avila
Luce Irigaray, quien
nació en Bélgica y reside en París, es una de las
más grandes pensadoras y filósofas del feminismo de la diferencia.
Desde su libro Speculum, publicado en 1974, su crítica a la cultura
patriarcal monosexuada ha sido central para un pensamiento y un hacer
del mundo que rompa la idea del varón como el neutro universal
y contenedor del género femenino. Su profusa reflexión filosófica,
orientada siempre al ser mujer en esta cultura y a la búsqueda
de condiciones para el desarrollo de una "subjetividad femenina autónoma",
ha abarcado análisis de las relaciones, del lenguaje, del derecho,
de la historia, de la sexualidad, de la creatividad y de la estética.
En entrevista exclusiva para Triple Jornada, realizada en
su departamento parisino, esta filósofa, psicoanalista, investigadora,
escritora, conferencista y luchadora por una sociedad capaz de contener
diferenciadamente a los dos géneros, habla de las constantes de
su obra, aporta su nueva visión sobre la virginidad femenina, sobre
la necesidad de refundar la familia basada en un reconocimiento entre
hombre y mujer como personas civiles y no sólo como identidades
naturales y critica a las feministas que han abandonado sus objetivos
y "hasta a ellas mismas" por hacer una carrera. Ello en el contexto
de su último libro Entre Orient et Occident publicado este año
en Francia por Ediciones Grasset y aún sin traducción al
español.
Triple
Jornada.- ¿Cómo ha sido la evolución de su pensamiento
desde su primera obra, Speculum, pasando por Etre Deux (Ser Dos) y ahora
Entre Orient et Occident.
Luce
Irigaray.- Mi obra escrita se desarrolla a razón de un libro por
año, la mayor parte de éstos han sido traducidos al inglés,
italiano, español, alemán y japonés. Tres intenciones
organizan el desarrollo de mi pensamiento: la crítica de una cultura
de sujeto único, el masculino; la definición de parámetros
que permitan la constitución de una subjetividad femenina autónoma,
y la búsqueda de condiciones de posibilidad -filosóficas,
lingüísticas, políticas- de una cultura de dos sujetos
no sometidos uno al otro. Aunque el desarrollo de la obra es ciertamente
cronológico (74-85, de Speculum a Parler n´est jamais neutre;
85-92, de Parler n´est jamais neutre a J´aime à toi
y 92-97 de J´aime à toi a Etre deux), estas diferentes dimensiones
intervienen con frecuencia en el mismo libro. Es decir, ya es posible
encontrar en Speculum el proyecto realizado en Etre Deux.
T.J.-
En su libro Entre Orient et Occident, de reciente publicación aquí
en Francia, usted da un giro a su pensamiento y destina gran parte de
sus reflexiones a la cultura del cercano y lejano Oriente.
LI.-
Algunos de los últimos filósofos occidentales han volteado
hacia el Oriente para buscar allí elementos olvidados en la tradición
occidental. Así lo he hecho yo misma, leyendo a Nietzsche y a Heidegger,
por ejemplo. Por otro lado, abordé este regreso al Oriente cuando,
después de sufrir un accidente de auto, se me aconsejó la
práctica del yoga. El maestro que me inició lo hizo también
en lecturas acordes con la práctica. De esta manera descubrí
textos tradicionales de culturas del lejano y cercano Oriente, en las
cuales encontré un modo de pensar diferente al habitual en Occidente,
el cual me parece que corresponde a cierto número de mis deseos:
un pensamiento más encarnado, expresión más cercana
a la realidad y al lenguaje poético, sabiduría más
atenta a la identidad femenina y más respetuosa del cosmos. Intento
así establecer, o restablecer, puentes entre las tradiciones del
Oriente y del Occidente, pero de manera diferente a la de los filósofos
occidentales: mi acercamiento está ligado a una práctica
y a una lectura de los textos tradicionales de esas culturas de las cuales
hablan poco los filósofos de Occidente.
T.J.-
En Entre Orient et Occident usted habla de enseñanzas espirituales
nuevas aprendidas de las culturas orientales.
LI.-
De esas culturas, aprendí, en efecto, que espiritualidad y pensamiento
no se separan; en nuestra tradición, diríamos: filosofía
y religión no se separan, pero en las culturas no occidentales,
se trata de una espiritualidad bastante diferente, que cada uno está
invitado a practicar respetando los ritmos de su cuerpo, los ritmos del
universo. Una cultura de la respiración, del aliento, permite,
por otra parte, unir esos dos aspectos del mundo natural.
En Occidente, la filosofía nos enseña que el hombre es un
animal dotado de lenguaje; en Oriente, el humano realizado aparece más
bien como capaz de dominar su aliento y, a través de esta dominación,
despertar y transfigurar poco a poco la materia de la cual está
hecho, la del mundo a su alrededor, la de los otros seres vivos. A la
luz de esta cultura del aliento, he podido interpretar por otra parte
ciertos ¨misterios¨ de la tradición occidental, de manera
más apropiada a un devenir espiritual femenino.
T.J.-
En su capítulo sobre las Enseñanzas orientales aborda el
tema de la virginidad como una necesidad o una decisión de la mujer
y hasta podría deducirse que recomienda su práctica, ¿busca
abrir usted una nueva vía para interpretar y valorizar de manera
diferente a la actual la virginidad femenina?
LI.-
Virginidad es una palabra que durante mucho tiempo ha servido para la
explotación de la mujer. Por ello pienso que es importante descubrirle
o redescubrirle un sentido positivo. Esto es posible a partir de una cultura
del aliento: la virginidad corresponde entonces a una dimensión
espiritual en la cual las mujeres pueden asegurar ellas mismas la práctica
(de la virginidad), sin una sumisión a las enseñanzas masculinas
poco prevenidas sobre la subjetividad femenina. Por otro lado, la virginidad
de la mujer puede igualmente significar un derecho, para ella, a la integridad
física y moral, que debería ser garantizado por una legislación.
La virginidad femenina ha sido considerada durante mucho tiempo como un
valor al servicio del varón, notoriamente para hacer de la mujer
un objeto de intercambio entre los hombres. Reencontrar un sentido positivo
a la virginidad por parte de la misma mujer es importante culturalmente
hablando.
T.J.-
El tema de la familia y su crisis contemporánea está también
presente en su obra. ¿Cómo refundar la familia a partir
de la situación actual?
LI.-
Actualmente en Occidente las familias explotan: padres y madres se separan,
los hijos van de una al otro, del otro a la una. Volver a los antiguos
modelos familiares no es una solución. Se trata más bien
de inventar una nueva familia: no más esa en la cual cada uno o
cada una pierde su identidad en un todo indiferenciado donde gobierna
la madre en la casa y el padre, como ciudadano, dentro y fuera del hogar.
Para salir de este tipo de comunidad familiar, ¿no sería
la solución refundar la familia sobre una alianza entre el hombre
y la mujer, reconocidos ambos como personas civiles y no solamente como
identidades naturales? La familia se convierte así en un lugar
en construcción de la comunidad civil y del devenir cultural de
la humanidad. La filiación no es más su objetivo principal
sino el florecimiento de la pareja y del mundo en el cual vive. ¿Por
qué temer que este florecimiento se oponga a la generación,
si éste toma el sentido no de un destino o de una obligación,
sino de una unión más íntima y más completa?
T.J.-
El concepto de la diferencia entre hombre y mujer es la clave en su obra.
¿Por qué mientras la mayoría habla de la igualdad
usted habla de la diferencia?
LI.-
Primero, creo que continuamente hay una confusión entre igualdad
y equivalencia de los derechos. Segundo, devenir igual significa frecuentemente
abolir su identidad. Más profundamente, yo diría que el
mal de nuestra época viene sobre todo de una pérdida de
la autonomía personal, resultante de una falta de cultura de la
vida como tal, que hace que difícilmente nos encontremos el uno
frente al otro. El Otro se convierte en un padre o un niño, en
un amo o un esclavo, un superior o un inferior, una cosa o un verdugo.
La relación de reconocimiento y de reciprocidad es rara. ¿No
es allí donde se encuentra el mayor bien? El problema de la igualdad
entre los individuos, particularmente entre los sexos, no puede resolver
la cuestión: la igualdad se evalúa en función de
algo en común que posee más o menos cada uno, lo que entraña
relaciones de competición agresiva. No hay cuestionamiento entonces
respecto al amor y la reciprocidad de las personas. Esto no puede ocurrir
más que dentro del respeto de las diferencias, cuando el otro es
reconocido por lo que es, en un deseo, una alianza y un entrelazamiento
de las cualidades propias de cada uno o una.
T.J.-
¿Ve entonces usted una manera de construir un universo cultural
y social donde la relación de amor, afecto, interacción,
tenga una mayor participación en la construcción de parejas
y familias?
LI.-
Sí, en el mundo entero no existen sino hombres y mujeres, de diferentes
edades, de diferentes razas, de diferentes tradiciones. Desarrollar una
cultura del respeto de la diferencia entre hombres y mujeres vuelve a
construir las bases de una democracia universal, por lo que la desaparición
de la diferencia, de las diferencias, conduce, ella, a la competencia,
al conflicto, a la guerra.
T.J.-
¿Qué piensa usted de los debates actuales sobre la paridad
en política? ¿Las modificaciones constitucionales al respecto
le parecen deseables?
LI.-
Según yo, la paridad debería comenzar al nivel de la ciudadanía
entre mujeres y hombres, en la vida privada y pública. Para esta
paridad, debemos completar el Código Civil más que modificar
la constitución que, en Francia al menos, no concierne a las leyes
relativas al gobierno. Por ejemplo, la mujer debe poder decidir libre
y responsablemente sobre su maternidad, de lo contrario ella queda como
menor de edad. Esta paridad ¨por lo bajo¨ es necesaria a la democracia
como paridad real de los ciudadanos delante de la ley, el Estado. Es ella
la que puede llevar a una paridad ¨por lo alto¨. Representar a
los otros sin representarse a sí misma no conviene. Una identidad
civil garantizada por el derecho, y no una identidad natural, es necesaria
para asegurar una representación democrática. Entre el elector/a
y el elegido/a, un tercer objetivo legal es necesario: el código
civil. El número de asuntos políticos que se tratan hoy
en lo penal lo prueba. Las mujeres deberían abrir la vía
a una política diferente: en lo que concierne a las relaciones
entre derecho y mandato representativo y en lo que concierne a la defensa
y promoción de valores que le son más familiares: la vida
y las relaciones entre las personas, por poner dos ejemplos.
T.J.-
¿Qué piensa de la evolución del movimiento feminista?
Una crítica reciente que se hace eco en México y en otras
partes es que poco o nada ha cambiado respecto a la condición de
las mujeres?
LI.-
Es difícil decir que nada ha cambiado, incluso si la evolución
entraña a veces cosas poco deseables. Estas resultan sobre todo
del hecho que las mujeres no continúan militando juntas para la
obtención de derechos para todas las mujeres. Ciertas mujeres utilizan
la apertura obtenida por los movimientos de liberación ¨para
hacer carrera¨ renunciando a los objetivos de los movimientos de liberación,
e incluso a ellas mismas. Ellas han servido así a la causa de los
hombres más patriarcales y no a la de ellas mismas. Además,
estas mujeres son frecuentemente incompetentes desde el punto de vista
de las posturas de la liberación de las mujeres, y es, por otro
lado, la razón por la cual ellas han podido hacer fácilmente
carrera.
T.J.-
Por último, al leer sus obras, las encuentro un tanto complicadas,
con lenguaje muy denso, no para cualquier público. ¿Para
quién escribe Luce Irigaray, cuál es su público?
LI.-
Speculum me ha valido la exclusión de las instituciones universitarias,
pero (por otro lado) la atención de numerosas mujeres con menos
diplomas. El amor, la vida e incluso la verdad son frecuentemente mejor
comprendidos por los niños y por las personas un poco ingenuas
culturalmente que por los intelectuales, los sabios, que tienen una posición
adquirida a defender. Sin forzosamente comprender el contexto filosófico
de ciertas palabras - irreductible, indirección, apropiación,
etc- su atención se asiste por el deseo que permite intuir el sentido
de las palabras que forman parte también de lo cotidiano. Mi libro
J´aime à toi (Amo a ti) ha sido adoptado por las jóvenes
italianas como guía amorosa, sin grandes competencias teóricas.
Considerar a los no intelectuales como incapaces de cultura, como si tuvieran
necesidad de un discurso estándar, predigerido, es un error grave.
Ello puede llevar a aberraciones totalitarias. La capacidad de pensar
de los ciudadanos es lo que pone obstáculos a tales peligros: no
solamente rumiar el pasado sino construir, de manera positiva y crítica,
un futuro más justo y más feliz.
(*)
Las respuestas de Luce Irigaray, fueron revisadas por ella, por lo que
se entregan sin ninguna corrección.
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