Las reivindicaciones
y cambios conseguidos desde hace 30 años (1969) -cuando una joven
norteamericana de treinta y pico años, escribía su Tesis
Doctoral (Política Sexual)- no invalidan esta obra,
ya que continúan vigentes cuestiones fundamentales que en ella
se apuntan. En las propuestas que hace para resolverlos pervive una
intencionalidad capaz todavía de iluminar el futuro.
Para la joven profesional, inteligente e inquieta, impregnada de las
preocupaciones y planteamientos de la década de los 60 -que era
Kate Millet al escribir el libro-, «la revolución no debe
reducirse a una reestructuración política o económica»,
sino que ha de trascender estos objetivos mediante «una verdadera
reeducación y maduración de la personalidad». Por
tanto, los planteamientos políticos que defiende no se limitan
a lo que tradicionalmente se considera propio de la esfera pública,
sino que abarcan también lo que se suele relegar al mundo privado
y a la conciencia individual.
Esta actitud se apoya en un análisis feminista radical, en el
sentido de que sitúa la división sexual en la raíz
de los restantes problemas sociales. «El sexo reviste un carácter
político que, las más de las veces, suele pasar inadvertido...».
(Para mayor información sobre el concepto de «política
sexual», central a la obra de Millet y a las posteriores lecturas
feministas de la realidad, ver Casa de Citas, Triple Jornada No 3, lunes
3 de noviembre de 1988, página 8).
(Además), las lecturas atentas que realiza de las obras literarias
de Henry Miller, Norman Mailer, D. H. Lawrence y Jean Genet y el análisis
de los planteamientos de Engels y Freud, ponen de manifiesto los fundamentos
sobre los que sostiene su visión del alcance del patriarcado.
La lectura que nos ofrece (de las mujeres y del mundo femenino en los
autores mencionados)... ya no está impregnada por el reverencialismo
y la credulidad que puede detectarse en El segundo sexo de Simone
de Beauvoir. Kate Millet ya no los mira como padres indiscutibles, sino
que dialoga con ellos de tú a tú, les repica sin miramientos...
asumiendo el hecho de ser mujer como algo positivo, a la vez que advierte
rasgos negativos de la virilidad.
....Obligado es que reconozca mi deuda con Kate Millet en la reducción
de esa inseguridad femenina que nos invade en la medida en que nos adentramos
en un sistema escolar construido históricamente para ensalzar
el dominio viril a base de menospreciar a las mujeres, por tanto en
una actitud de irreverencia hacia los padres del saber académico
y unas ciencias sociales que «colaboran en la restitución
y el mantenimiento del status quo reaccionario».
También hay que agradecerle a Millet su insistencia, a lo largo
de su vida y sus obras, en la dimensión política de lo
personal y de las contradicciones que provoca la adecuación a
los patrones del comportamiento públicamente aceptados como normales.
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