En comparación con adolescentes evaluados pre pandemia, los segundos no sólo tenían problemas de salud mental más graves, sino un menor grosor cortical.
Investigadores de la Universidad de Yale señalan que el virus puede duplicarse dentro del cerebro y su presencia priva de oxígeno a las células cerebrales cercanas.
El cerebro de los bebés se enciende con los abrazos, caricias y palabras amorosas, pero se daña con el rechazo, el abandono y la angustia, lo cual provoca violencia.