Las víctimas se encontraban desplegadas en Somalia con el objetivo de entrenar y equipar a las Fuerzas Armadas somalíes, en el marco del acuerdo bilateral entre ambos países.
El suceso en la capital somalí tuvo lugar en medio del repunte de las operaciones de seguridad contra Al Shabaab, vinculado a la organización terrorista Al Qaeda.
Es el primer sentenciado por los ataques del 11S en poder hacer un relato de los castigos que sufrió a manos de interrogadores de la Agencia Central de Inteligencia.