Ciudad de México. El rector de la Universidad Iberoamericana (Ibero), doctor Luis Arriaga Valenzuela, señaló que la Teología del Pueblo, una corriente nacida en Argentina y que inspiró al papa Francisco, reconoce la religiosidad popular como un lugar teológico válido, en el que las comunidades expresan esperanza, memoria colectiva y búsqueda de justicia.
Al impartir la conferencia Teología y derechos humanos en América Latina: una mirada general, en la Escuela Jesuita de Teología de Santa Clara University, llamó a construir una iglesia lúcida, autocrítica y radicalmente comprometida con la dignidad humana, frente a un mundo marcado por nuevas formas de exclusión, discursos de odio institucionalizados y desafíos éticos en entornos digitales.
En su presentación, el también defensor de derechos humanos hizo un recorrido histórico por la evolución del pensamiento teológico en América Latina, desde una iglesia institucional y alejada de los problemas del pueblo hasta una comprometida con las luchas sociales. Señaló que el Concilio Vaticano II fue un parteaguas que permitió a la Iglesia “leer los signos de los tiempos” y colocarse del lado de los pobres y excluidos.
Señaló que ante una iglesia en transición tras la muerte del papa Francisco y la elección de León XIV, el jesuita dijo que se espera que el nuevo pontífice constituya una “continuidad valiente del compromiso con los derechos humanos”.
En California, Estados Unidos, el rector destacó el papel fundamental de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas -Medellín, Puebla y Santo Domingo- en la formulación de una teología encarnada, capaz de articular la fe con la justicia social.
“Los derechos humanos dejaron de verse como un tema externo para convertirse en parte del anuncio del Reino”, indicó.
Advirtió sobre los retos persistentes: “gobiernos autoritarios que manipulan el lenguaje religioso, la emergencia ecológica, la violencia contra mujeres, pueblos originarios y migrantes, así como las resistencias internas a una Iglesia más sinodal, abierta e inclusiva.” Frente a estos desafíos, urgió a no claudicar en la opción preferencial por los pobres ni en el impulso de reformas eclesiales significativas.
Para el rector, el camino a seguir implica formar comunidades activas, con sensibilidad social, capaces de dialogar, discernir y actuar desde la fe, con el horizonte claro de una teología que acompañe el dolor del mundo con lucidez y compasión.