Son días de tensa, muy tensa turbulencia en el país presidido por Lula da Silva, que avanza en la segunda mitad de su tercer mandato.
A empezar, desde luego, y a ejemplo de un sinfín de países, por el sacudón provocado por la noticia de la partida del papa Francisco, el lunes 21 de abril, terminando de esa manera su periodo como Sumo Pontífice iniciado en 2013.
El Papa jamás ocultó su simpatía por Dilma Rousseff y Lula da Silva. Los dos fueron sus interlocutores con relativa frecuencia.
El presidente brasileño estaba en Roma para la ceremonia de despedida del Sumo Pontífice cuando a las cuatro de la mañana, horario brasileño, del viernes 25 de abril era detenido el ex presidente Fernando Collor de Mello, un ultraderechista notorio por su participación en historias de corrupción. En seguida de su detención, fue despachado para una cárcel por determinación directa del juez Alexandre de Moraes, que integra el Superior Tribunal Federal, instancia máxima de la Justicia brasileña.
El motivo: desviación de presupuesto público destinado a obras para los bolsillos privados de él y un par de cómplices.
Además de la partida del Papa y la prisión de Collor de Mello, hay, por supuesto, una robusta pila de temas concentrando atenciones en Brasil.
Las dificultades cada vez más palpables de Lula de estructurar una alianza en la cual pueda efectivamente confiar, es uno de esos temas.
Buena muestra de esa dificultad: uno de los partidos aliados, y que ocupa tres ministerios, permitió que la apabullante mayoría de diputados votasen de manera favorable a un proyecto que será llevado al pleno del Congreso, cuya intención es prestar amnistía a los involucrados en el intento de golpe de Estado del 8 de enero de 2023, cuyo objetivo era deponer a Lula que recién había asumido la presidencia para la cual había sido electo.
Entre los beneficiados estaría el desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, sobre quien pairan pesadísimas nubes indicando una prisión inevitable, cuyo plazo depende de lo que decida el Superior Tribunal Federal, instancia máxima de la Justicia en Brasil.
También en el Congreso permanece otra herencia de Bolsonaro, y que permite a los integrantes utilizar “enmiendas del presupuestos”, es decir, liberar dinero a sus seguidores sin pasar ni por el ministerio de Hacienda ni por la cúpula de la misma institución integrada por diputados y senadores. Son varios los que disponen de “enmiendas” que superan los mil millones de dólares.
Amnistía, gordos puñados de dinero distribuidos sin control alguno, o casi, partidos que ganan de regalo ministerios pero en el Congreso no son leales a Lula y al mismo gobierno que integran, ¿qué más falta para indicar el más que difícil cuadro vivido por Brasil?
En medio de ese tan virulento escenario, una noticia de mediados de abril corre el riesgo de pasar directo al olvido. Y es que el Ministerio Público Federal, que corresponde en Brasil a la instancia superior de investigación y denuncia, encontró, preservados, otros archivos de los tiempos de la dictadura que se impuso entre 1964 y 1985 en el país.
Una rápida pasada de ojos sobre la documentación ya muestra hasta qué punto hubo barbaridad sin control ni límite a lo largo de esos 21 años. Son pilas y pilas de documentos que reposan en el Instituto Médico Legal, cuyas instalaciones están cerradas desde 2009.
Y es precisamente con la intención de proteger y rescatar esos documentos, que el Ministerio Público Federal pidió que sean declarados con urgencia patrimonio público
Vale recordar que de todos –absolutamente todos– los países latinoamericanos que enfrentaron dictaduras a lo largo de los últimos 60 o 70 años, Brasil ha sido el único –vale reiterar: el único– que no investigó los agentes del Estado que participaron en crímenes contra la Humanidad. No hubo punición a nadie.
De todas formas, la documentación ahora preservada podrá permitir al menos que se sepa, en especial los familiares, cómo fueron las torturas, las violaciones de hombres y mujeres, las prisiones clandestinas.
Se podrá ofrecer a un país especialmente amnésico, bien como a su pueblo igualmente olvidadizo, parte de esa memoria perdida, olvidada. Y que debería servir como recuerdo para que nunca más ocurra.