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No sólo de pan...

27 de abril de 2025 09:02

Desde hace años reitero una convicción abordada en este espacio desde sus distintos ángulos, que puedo resumir en la frase de una colega francesa: si fuera mexicana, no facilitaría, sino incluso impediría que mis conciudadanos desertaran de su compromiso con nuestro país. Aserto que se justifica en nuestro México, porque nuestro pueblo está apegado a la tierra de sus orígenes, sus lenguas, costumbres, por supuesto, su comida y sus colores, y sus ancestros que yacen bajo el suelo que pisan y los esperan con amor. Para nuestro pueblo, emigrar es un paso doloroso de principio a fin, pregunten a sus hijos y nietos, muchos de los cuales pueden incluso participar de su nostalgia, aun si no han llegado a pisar la tierra y el terruño de sus orígenes. (Viví 36 años fuera de México y puedo afirmarlo con convicción.)

Pero, ¿para qué afirmar esto cuando México expulsa ciudadanos suyos de manera creciente, y no sólo del país, sino de las comunidades que se volvieron insostenibles con las políticas social, agraria y educativa? ¿Por qué perder ciudadanos irremplazables cuando aquí está gritando la tierra por su cuidado, cultivo y una restauración que permita ir recuperando sus cualidades naturales? Cualidades que la colonización española y luego la criolla y, hasta la fecha, la nuestra mestiza, que han ido destruyendo la riqueza natural, no sólo de la tierra, sino también los conocimientos de sus cultivadores? Porque, reconozcámoslo: los mexicanos estamos (y seguiremos) mentalmente colonizados hasta no reconocer, reivindicar y reponer en su sitio histórico el conocimiento profundo de las distintas tierras de nuestro territorio, cuyo conocimiento acaso se conserve en aquellos que expulsamos cotidianamente hacia el norte, a sufrir más discriminación (aunque pagada en dólares) como quien se quita de encima el elemento pobre, estorboso, de la familia.

La que esto escribe pensó y escribió, desde hace más de un lustro, que el programa Sembrando Vida estaba desplazado de nuestra realidad, repitiendo modelos capitalistas (no humanos) como utilizar el trabajo campesino en producir mercancías para el extranjero, para que sus salarios les permitan comer chatarra (comestible, pero no alimenticia), mientras llenan los mercados extranjeros de verdaderos alimentos y los extranjeros fabrican justamente la chatarra, con la que recuperan los costos de la importación de alimentos mexicanos… Pero, ¡basta! esta no es una respuesta inteligente a los problemas que la 4T vino a solucionar, y reconozcamos que, si bien ha avanzado notablemente, esta segunda edición no debe permitir la misma política agraria de tapar hoyos por la urgencia, sino aprovechar los movimientos de la balanza política y atraer a su propio pueblo para que produzca alimentos de la milpa (policultivo) con los cuales llenar el mercado interno y recuperar la salud de los niños y adultos mexicanos.

Es indispensable que el programa Sembrando Vida, aun sin perder su nombre y en etapas, se reformule como una cruzada para recuperar la propiedad legítima de la tierra en los ejidos, comunidades y pequeñas explotaciones, cuyo incentivo de producción debe ser la alimentación saludable para todos y todas, desde la madre encinta hasta el lecho de partida, mediante el abasto del mercado interno en favor de nosotros, legítimos herederos de la tierra, los saberes y la vida inteligente, cada vez más sabia, porque, si bien se trata de dejar de privilegiar los monocultivos para la exportación de sus productos, primero debe estar el pleno empleo, la salud, la educación y el trabajo del pueblo mexicano. ¿O entendí mal las alusiones al pueblo que manda?

Sin duda habrá trabas, pero la resucitación de los nombres de mujeres y hombres que nos dieron patria como telón de fondo del diario informar y apapachar a los mexicanos, presta el valor para exigir a los máximos dirigentes (porque están hechos de buena pasta y almas) que el nuevo sexenio se imponga como metas: 1.- recuperar la identidad de un pueblo hermoso, saludable y creativo, a través de devolverle su alimentación tradicional y organización social; 2.- recuperar los saberes ancestrales y formar a las nuevas generaciones en la policultura del maíz, secretos que discriminamos como si fuéramos extranjeros a nosotros mismos…

Y 3.- recuperar la propiedad y explotación colectiva de la tierra, que va unida a rituales, modos y costumbres ancestrales, dejando de usar éstas reinterpretadas como atracción de feria, permitiendo que las sucesivas generaciones evolucionen a su manera en un mundo que siempre les ha mostrado el camino del progreso personal, pero sin las premisas del hacerlo cada quien a su manera, y la pretendida supremacía de mestizos y criollos. Basta de enviar trabajadores hombres y mujeres al extranjero, urge arreglar el reparto de la tierra y sus requerimientos para regresarle su productividad. Somos un país de ciudadanos dispuestos a entrar al campo a aprender de los campesinos en vez de creer que vamos a enseñarles a vivir.

www.cruzadaporlamilpa.mx

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