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Paros en la UNAM-UAM: ¿coincidencia?

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En enero de 1945, funcionarios y académicos lograron cambiar la ley orgánica. Foto Yazmín Ortega / archivo
26 de abril de 2025 00:01

Los paros coincidentes UNAM-UAM que vimos esta semana son totalmente inéditos, pero tienen su historia. Hace exactamente 80 años los estudiantes universitarios fueron derrotados y despojados de su derecho a ser un factor decisivo en la conducción de sus universidades. Como describen Imanol Ordorika (La disputa por el campus) y Yuri Jiménez (La construcción social de la UNAM), en 1945 se cambió la ley orgánica de la hoy UNAM y se le quitó la autonomía plena. Es decir, antes, profesores y estudiantes eran la absoluta mayoría en el Consejo Universitario, sin directores. Elegían rector, funcionarios y más. 

Pero ex funcionarios y académicos distinguidos lograron que Ávila Camacho y Torres Bodet, en enero 1945, cambiaran la ley orgánica, y el rector y funcionarios fueron restituidos como el poder dentro de la universidad y del consejo, y los estudiantes se convirtieron en simple e irrelevante minoría política. Casualmente, un mes después, se creó el Tribunal Universitario, y aunque se diga que juzga por igual a todos los que cometen una falta, ha tenido como función importante sancionar, sobre todo, a estudiantes. 

Un análisis de la UNAM muestra que en 10 años fueron consignados al tribunal, 142 alumnos 11 profesores y cuatro investigadores, de esos últimos 50 por ciento fueron sancionados; de los profesores, 63.7 por ciento, pero 72.5 por ciento de estudiantes (Martínez Santos, E. El Tribunal Universitario UNAM. Historia…). Van contra ellos, las y los estudiantes son los que protestan y hacen paros. 

En la UAM, como en la UNAM, también se aprobaron reglamentaciones a toda prisa y sin miramientos. La verticalidad y autoritarismo han estado, además, muy presentes: el exceso, la actitud irreductible de la autoridad en 1999-2000 y la cárcel para mil estudiantes. Pero hoy, al parecer, hay otro factor: desde la Anuies se impulsa insistentemente a nivel nacional, mediante un manual y cuestionario –y en persona en la UAM-X–, la reformulación o creación de reglamentaciones pro seguridad. De hecho, se emiten lineamientos numerados sobre qué debe establecerse (control del acceso, vigilancia estricta…) y el lineamiento ocho plantea verificar que se han establecido ya “sanciones a conductas prohibidas” (ver Actualización del manual de seguridad para instituciones de educación superior). 

Esta insistencia, en un contexto de arraigada tendencia histórica a instintivamente considerar que los organizados –sea sindicato o grupo estudiantil– son el enemigo, casi siempre resulta que es en ellos donde las medidas pegan con más fuerza. Pero la de la Anuies es una iniciativa desmedida y hasta absurda. Desmedida porque en la UNAM, por ejemplo, ya con el tribunal las autoridades tienen un dispositivo muy eficaz para expulsar preferentemente estudiantes, y en la UAM hay hasta 436 cámaras de videovigilancia en sólo una de sus seis unidades (Vigilancia UAM-X-Universidad Autónoma Metropolitana). 

Es desmedido aprobar más vigilancia y sanciones. Ya ejercen un poder ilimitado para observar y, obviamente, identificar a quienes sancionar, ¿darles más? Absurdo, también, porque en ambos casos parece prevalecer la idea de que si todo el aparato de vigilancia y sanciones no ha funcionado, entonces hay que crear más custodia y más sanciones, pero entonces se da el caso de que por tanto vigilar se colapsa por ineficiencia el propio sistema. 

Un caso lo ilustra. Un estudiante es salvajemente golpeado en la UAM-X, pero los cientos de cámaras no lo registran (episodio que provoca un paro fulminante de una comunidad indignada). Esto, sin embargo, ya no importa para nada porque, cuestionadas, las autoridades admiten que en realidad nadie vigila las 436 pantallas. Ellas solas observan por su cuenta y, corrigiendo a Foucault, hay que vigilar y vigilar. Mucho más efectiva e inmediata fue la intervención de otros estudiantes. 

Finalmente, la inédita coincidencia de movimientos en estos pasados días abre la oportunidad de coordinarse y profundizar desde ambas instituciones. Además, es contraproducente ir contra la inseguridad sin al mismo tiempo cuestionar el esquema de poder institucional, que ahora se muestra obsoleto e inadecuado. Mejor es adoptar medidas que creen un poder alterno de estudiantes y trabajadores aliados, y a partir de éste hacer demandas concretas. 

Está en crisis la idea de que todo funciona mejor si todo el poder está en las alturas; ahora es claro que no puede garantizar ni la seguridad ni el cumplimiento de acuerdos firmados en la UAM (sobre profesores temporales y seguridad) ni –en la UNAM– garantizar una buena y accesible alimentación a estudiantes. Pero desde hace mucho se pudo en la UAM-X que haya desayuno y comida subsidiados. A mediodía: caldo, arroz, guisado, tortillas, vegetales, frijoles y postre, todo por 12 pesos, y mesas y sillas para cientos. Buen provecho. 

*UAM-X



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