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Apuntes postsoviéticos

26 de abril de 2025 08:42

La oferta final del inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, para una solución negociada en Ucrania y que deben aceptar sin objeciones de ningún tipo todos los implicados en esta guerra –Rusia, Ucrania y sus aliados europeos– tal y como está redactada, no genera un consenso favorable para concretar el necesario cese de hostilidades.

Porque en el afán de Trump por anotarse un rápido éxito como mediador y sacar el máximo de beneficios, en su plan de siete puntos –documento oportunamente filtrado a la prensa– al exponer las concesiones que exige a unos y otros, invierte los tiempos de la negociación.

Lo que por lógica debería ser la parte final del debate, por ejemplo el espinoso futuro de la península de Crimea dentro de 15 o 20 años (¿un referendo con reglas transparentes, en condiciones de paz y con observación internacional, que ratifique o anule su pertenencia a la Federación Rusa?) se vuelve para el mandatario republicano condición para comenzar a negociar.

Según Trump, Ucrania debería aceptar de jure que Crimea es parte de Rusia, algo que ni Estados Unidos puede hacer mientras se lo prohíba una ley adoptada en 2017, la cual califica de ilegal la anexión rusa de la península tres años antes, de igual manera que no se pueden levantar de golpe todas las sanciones contra Rusia, sin que el Congreso modifique infinidad de leyes, y no es claro si todos los legisladores republicanos estarían dispuestos a hacerlo.

Los planteamientos de Trump exhiben serias diferencias con las posiciones que defienden Rusia, Ucrania y sus aliados europeos. Lo que aplauden unos, los otros lo rechazan.

Lo que promete a Kiev (garantías de seguridad y ayuda para la reconstrucción), no precisa de qué manera ni cuándo. Lo que ofrece a Moscú (veto para el ingreso de Kiev a la OTAN y levantar todas las sanciones en su contra desde 2014), no depende sólo de él y, para el Kremlin, lo primero es insuficiente sin reducir el ejército de Ucrania y restringir su industria militar.

Moscú, Kiev y Bruselas dicen querer negociar la paz, pero insisten en que antes hay que discutir a fondo la iniciativa de Trump.

En síntesis, la cuerda sigue estirándose y no falta mucho para que reviente, mandando la oferta de paz de Trump a reposar en el archivero de los documentos que murieron antes de nacer.

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