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Usar vestimenta tradicional es un acto de resistencia

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"Es bueno que haya estrategias para reconocer la cosmovisión maya, pero deben acompañarse del conocimiento de lo que uno viste", mencionó la doctora Lilian Dolores Chel Guerrero a La Jornada. Foto cortesía de la entrevistada
24 de abril de 2025 08:35

El uso de la vestimenta tradicional es un acto de resistencia cultural para los pueblos originarios de México. “Es una forma de decir: ‘aquí estamos; nos quisieron obligar, pero no desaparecimos’”, sostiene Lilian Dolores Chel Guerrero, perteneciente al pueblo maya de Yucatán.

Con el colonialismo, se intentó erradicar todo lo que oliera a indígena, pero no lo lograron. La semilla sigue viva y ahora está floreciendo con más fuerza, afirma esta ingeniera química industrial con doctorado en ciencias de los alimentos y biotecnología, orgullosa de sus raíces e identidad.

Junto con María del Rosario Reyes Santiago y Nancy Guadalupe González Canché, integrantes de la Red de Mujeres Indígenas en la Ciencia AC, emitió hace unos días un documento contra el extractivismo cultural, práctica en la que agentes externos mercantilizan elementos de nuestros pueblos originarios, como comida, textiles y lengua.

“A nuestra cultura –asienta el texto– se le pone precio, se le compra y se le vende de acuerdo con un criterio externo que la despoja de su verdadero valor y cuyos beneficios se quedan fuera del ámbito de los pueblos de los que se origina, y son utilizados a favor de unos pocos que pueden vender, incluso regalar, la cultura de las comunidades indígenas, que es resultado de cientos de años de construcción y representa gran parte de su identidad.”

Originaria de Conkal, Lilian Chel advierte sobre el grave riesgo de esa práctica: Mucha gente la celebra sin darse cuenta del daño que causa a nuestras culturas. Primero, porque no saben qué es el extractivismo cultural, y, segundo, porque creen que hay un beneficio, cuando en realidad éste se reduce a centavos contra el tesoro que se llevan.

Critica, por ejemplo, el caso de Gabriela Salas, la joven programadora de Chapulhuacán, Hidalgo, que incorporó el náhuatl –la lengua originaria con más hablantes en México– al traductor de Google.

“Cedió por unos pesos la lengua de toda una cultura con el pretexto de ‘preservarla’. Pero no hay un beneficio real para la comunidad, sólo para ella y, principalmente, una empresa trasnacional”, argumenta.

¿Con qué derecho lo hizo? Es un bien de todo un pueblo, no de una sola persona. Se trata de una nueva forma de colonialismo, de expropiación. Y lo mismo está ocurriendo con los textiles, las prendas y los diseños de las comunidades originarias de México.

Vestimenta y transmisión cultural

Para los pueblos indígenas, la vestimenta tradicional es una forma de dar a conocer nuestra cultura y transmitirla, porque en los bordados estamos contando lo que somos y nuestra historia, explica esta científica maya.

–¿Existe conciencia de ello en las comunidades?

–Es un problema generacional. Los adultos de más edad lo entendemos, pero muchos jóvenes se distancian e incluso llegan a despreciar esas prendas por seguir modas ajenas.

Destaca, sin embargo, las políticas y acciones gubernamentales instrumentadas en años recientes en favor de las culturas indígenas del país y, del caso específico de Yucatán, subraya que se habla del renacimiento maya.

Hay una política y estrategias para reconocer la cosmovisión indígena maya, y parte de eso es la vestimenta. En las reuniones se solicita que sea la de nuestra cultura, añade. Es algo bueno, porque se está revitalizando a esas prendas, pero debe acompañarse del conocimiento de lo que uno viste.

En su comunidad, asegura, sí hay conciencia del significado que encierran sus vestimentas tradicionales. Especialmente la población más adulta sabe el trasfondo de energía que llevan el color, los diseños, todo el impacto que hay detrás de eso. No sólo es una cuestión material, sino también espiritual, que tiene que ver con la cosmovisión maya o indígena.

–¿Cómo afecta a una comunidad la apropiación indebida de sus diseños?

–Es un despojo. Nos quedamos sin lo que nos pertenece, sin los beneficios de su comercialización ni de algo que es muy importante: el reconocimiento como autores. Es desdeñar a la cultura y los individuos que la integran.

Innovación y riesgos

Lilian Chel admira cómo la naturaleza se refleja en la vestimenta maya, desde el huipil, que es la prenda del diario, hasta el terno, usado en ocasiones de gala, con sus bordados de diseños florales.

Habla de las innovaciones que en años recientes ha experimentado la iconografía de la región. Cita el ejemplo de cuando se impulsó la denominación de origen del chile habanero y se comenzaron a diseñar ternos con imágenes alusivas a ese fruto y sus hojas.

El propósito fue dar a conocer algo originario, y eso es bonito, porque lo que acontece queda plasmado en nuestras prendas, detalla la ingeniera química industrial, quien aclara que los cambios en la vestimenta se han dado en los diseños de los bordados, no así en las prendas, que se remontan a generaciones atrás.

No obstante, advierte que desde hace dos o tres décadas se ha presentado una serie de modificaciones en los ternos, así como en la realización de los bordados; esto último porque la mano de obra artesanal está siendo desplazada por maquinaria industrial.

“Hacer un terno tradicional lleva de seis meses a un año; pero ahora, con las ‘nuevas tecnologías’, son de uno a tres meses”, indica y agrega que los artesanos han tenido que actualizarse por las demandas del mercado, en términos de tiempo y costos.

Ruptura generacional y discriminación

Una de las grandes deudas de Lilian Chel es no haber heredado de su abuela el conocimiento para elaborar sus vestimentas tradicionales. El relevo generacional se está perdiendo, alerta y explica que entre los mayas de Yucatán es un saber que se estancó hace dos generaciones en la mayoría de las comunidades indígenas, por lo menos las cercanas a Mérida.

En el caso de las poblaciones más alejadas, aún se conserva el oficio, así como el relevo generacional. Hay comunidades enteras que viven de hacer ropas típicas, dice.

La ruptura de esta científica y activista con aquel tipo de conocimiento, como ocurre en infinidad de casos, responde al desdén con el que hasta hace no mucho eran tratados los indígenas en México.

Tuve que renunciar a mi cultura para poder estudiar, porque si no, era motivo de discriminación. Me negaba a ponerme un traje típico, lo veía como un disfraz. Fue en la maestría cuando me reconocí como indígena y me sentí orgullosa de portar mi ropa tradicional, sostiene.

Nos fue quitado todo, insisto, por discriminación. Pero ahora, con orgullo, estoy recuperando todo ese tesoro y privilegio que mi abuela y mi mamá sacrificaron para darnos a mis hermanos y a mí mejores oportunidades.

Usar vestimenta tradicional es un acto de resistencia

"El colonialismo intentó erradicar todo lo que oliera a indígena, pero no lo logró", sostiene Lilian Chel, científica orgullosamente maya.

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