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Combatir a la oligarquía

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Asistentes al mitin de Bernie Sanders en Los Ángeles, California, el 12 de abril. Foto Ap
14 de abril de 2025 00:01

Corren tiempos de locura. Parece que cada día nos enfrentamos a una crisis u otra, escandalosas decisiones y declaraciones de la Casa Blanca, y el continuo socavamiento de la Constitución que hace Donald Trump.

Permítanme aprovechar esta oportunidad para decirles dónde creo que estamos en este difícil momento, y cómo podemos avanzar mejor. También quiero subrayar que, en medio de un montón de malas noticias, hay también algunas buenas.

En mi opinión, los componentes esenciales del trumpismo son: oligarquía, autoritarismo, deshonestidad sin precedente, cleptocracia y políticas económicas que favorecen a los ricos a la vez que empobrecen a las familias trabajadoras.

Abraham Lincoln hablaba de un gobierno “del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”. Me parece claro que hoy tenemos un gobierno de la clase multimillonaria, por la clase multimillonaria, para la clase multimillonaria.

Elon Musk aportó 277 millones de dólares para que Trump fuera electo presidente y recibió en recompensa el puesto más importante del gobierno. Trump nombró a otros 13 multimillonarios para encabezar varias dependencias gubernamentales.

Durante años, he hablado de cómo nuestro país se desplaza hacia una forma oligárquica de sociedad, y la gente ha tenido dudas. ¿De qué habla Bernie? ¿Qué es una oligarquía? Ya no: ahora todo el mundo puede verlo.

Pero no se trata sólo de una oligarquía y de un gobierno de la clase multimillonaria. Es un movimiento muy rápido hacia el autoritarismo. Virtualmente cada día, Trump usurpa los poderes del Congreso. Retiene fondos que el Congreso había asignado. Pone fin a programas y dependencias sin tener facultades legales para ello. Envía millones de dólares en ayuda militar a Netanyahu con base en un acuerdo de “emergencia” y ha desarrollado sus propuestas de aranceles con base en un decreto de “emergencia”.

De manera agresiva, socava la primera enmienda y la libertad de expresión. Ha demandado a importantes medios de comunicación como ABC, CBS, Meta y el Des Moines Register por haber publicado noticias que le desagradaron. Y ahora su Comisión Federal de Comunicaciones investiga a difusoras públicas como PBS y NPR. Es evidente que intenta intimidar a los medios y evitar que se difunda información que no le gusta.

Pero no sólo el Congreso y los medios están en la mira de Trump. También ha lanzado un ataque escandaloso contra nuestro sistema legal. Él y sus correligionarios republicanos amenazan con impugnar a jueces cuyos veredictos le desagradan. También ha recibido millones de dólares en tributos de cobardes bufetes jurídicos que se le oponían en el pasado.

Pero no sólo tiene en la mira al Congreso, los medios y el sistema judicial. Ahora lanza un ataque vitriólico contra importantes universidades que imparten cursos o permiten actividades que no le gustan. Durante años hemos escuchado a los conservadores hablar de un gobierno descentralizado, de quitar al gobierno de las espaldas de la gente. Hemos escuchado cómo la educación es asunto de las autoridades locales. Y ahora tenemos un presidente que les dice a Harvard, Columbia, Princeton y otras universidades qué pueden hacer y qué no. De manera deplorable, algunas se están sometiendo a su voluntad, al despedir catedráticos o cambiar programas.

Y, en un acto por completo contrario a la Constitución, agentes federales han capturado a estudiantes extranjeros, los han metido en automóviles sin insignias y llevado a centros de detención. ¿Su delito? Tal vez asistieron a una manifestación o escribieron un artículo con críticas a Israel.

Trump ha decidido también que necesita encabezar la guerra cultural. Se ha nombrado presidente del consejo del Centro Kennedy para las Artes Interpretativas en Washington.

Todas estas actividades dejan algo muy en claro: Trump tiene poco respeto por la Constitución de Estados Unidos y por el estado de derecho. Quiere más y más poder para sí. Quiere encabezar una nación autoritaria.

Y, para empeorar una situación de por sí mala, Trump y Musk intentan desmantelar rápidamente dependencias federales que atienden a las familias trabajadoras y a los pobres. Musk ha despedido a miles de trabajadores de la Administración de Seguridad Social, lo que hará más difícil que los ancianos y discapacitados reciban los beneficios por los que han pagado. Muchos morirán a consecuencia de ello.

Trump y Musk han decidido también despedir a 83 mil empleados de la Administración de Veteranos, lo cual significa que los hombres y mujeres que arriesgan la vida para defender nuestro país verán un deterioro en la atención a la salud que se les brinda y en la velocidad con que reciben las prestaciones que han ganado.

Y luego, encima de todo, Trump y sus colegas republicanos trabajan en una “iniciativa de conciliación” que contendrá recortes masivos en Medicaid, educación, nutrición, etc., con el fin de conceder más de un billón de dólares en recortes fiscales al uno por ciento.

Esas son las malas noticias. Y son muy malas. He aquí las buenas.

En los meses recientes he estado recorriendo el país en lo que llamo la gira Combatir a la Oligarquía. He estado en Nebraska, Iowa, Wisconsin, Michigan, Nevada, Colorado y Arizona. En estos últimos tres estados se me unió Alexandria Ocasio-Cortez, mi colega en la Cámara de Representantes. En cada ocasión, la asistencia ha sido extraordinaria. En Denver tuvimos 34 mil personas: el mitin más grande que he tenido. En pocas palabras: el pueblo estadunidense está furioso y está resistiendo. Y déjenme decirles: los republicanos se están dando cuenta y se ponen nerviosos. Musk hizo la absurda afirmación de que las personas que asistieron a los mítines eran organizadores pagados, y Trump se vio obligado a minimizar el número de los asistentes.

Pero no sólo debemos enorgullecernos de los mítines y del tamaño de las multitudes. También estamos contratando organizadores en muchos de los estados que hemos visitado, quienes trabajan con la gente de la comunidad sobre la manera de levantarnos y pelear, no sólo contra Trump, sino en apoyo a una agenda que funcione para las familias trabajadoras del país.

A mediados de abril me dirigiré al oeste. Estaremos Ocasio-Cortez y yo en California para tres reuniones, y junto con otros tendré mítines también en Boise, Idaho; Salt Lake City, Utah, y Missoula, Montana.

El trumpismo sólo será derrotado si millones de estadunidenses, en cada estado de este país, se unen en un poderoso movimiento de bases que digan NO a la oligarquía, NO al autoritarismo, NO a la cleptocracia, NO a los recortes masivos en programas que la gente trabajadora necesita con desesperación, NO a los enormes recortes fiscales para los más ricos del país. Y de eso se tratan esas reuniones.

Hermanos y hermanas, tal vez es posible que este país esté al borde de la revolución política de la que hemos hablado durante largo tiempo. La gente está cansada del statu quo y de un gobierno que sólo beneficia al uno por ciento.

Tan fuerte como la gente está diciendo NO a la oligarquía, está diciendo SÍ a subir el salario mínimo, SÍ a expandir la Seguridad Social, SÍ a garantizar la atención a la salud como derecho humano, SÍ a reducir el costo de las medicinas de prescripción, SÍ a las licencias familiares y médicas con goce de suelo, SÍ al pago igual para trabajo igual, SÍ a una vivienda más accesible, SÍ a que el cuidado a la infancia y la educación superior sean accesibles para todos, SÍ a enfrentar la amenaza existencial del cambio climático.

Y, lo más importante, está diciendo SÍ a un gobierno y una economía que funcionen para todos, y no sólo para la clase multimillonaria y los oligarcas.

En resumen: la lucha que enfrentamos no será fácil. Pero, por el bien de nuestros hijos y de las generaciones futuras, es una lucha que no podemos evadir. Necesitamos enfrentar al trumpismo, y derrotarlo. Debemos crear un gobierno que funcione para todos, no sólo para unos cuantos.

*Senador independiente por Vermont


Lea más sobre el movimiento Combatir a la Oligarquía:

https://berniesanders.com/oligarchy/

 

Traducción: Jorge Anaya



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